La primera edición de Sudestada salió a la calle en agosto de 2001. Hoy, once años después, seguimos aportando
este esfuerzo desde la misma trinchera, aunque a decir
verdad, muchas cosas han cambiado. Otras, no tanto. Imposible resulta eludir el desafío de comparar algunas variables desde el presente. Por ejemplo, que la misma policía que una década atrás metía miedo en las barriadas, que controlaba los hilos del delito grueso e imponía su rigor a través de represión y terror en las comisarías; hoy sigue en pie con la misma matriz corrupta y
delictiva. Basta con repasar las imágenes difundidas desde Salta en estos días para confirmar que algunas cosas nunca cambian.
¿O acaso once años atrás la política en la superestructura no se limitaba a la cambiante interna del partido hegemónico; dividido cada tanto, travestido otras veces, pero siempre capaz de manipular el sistema partidario a través del despliegue del punterismo, el clientelismo y la puja intestina entre funcionarios por el tamaño de la caja? ¿Es que sorprende que la misma burocracia sindical siga enquistada en lo más alto de las jerarquías gremiales, sin que se haya modificado un ápice su columna vertebral, su rol como disciplinador del movimiento obrero,
su función como defensor de los intereses patronales que, de vez en cuando, los suman a las mesas chicas y arman una pantomima de negociación? ¿A quién le llama la atención que hoy existan voces que demonizan los paros y las huelgas de trabajadores -aun aquellos generados
por las grietas y contradicciones que, cada tanto, se abren en la misma burocracia-, y los caractericen como "golpistas" y "desestabilizadores" de un poder político que precisa del control social y utiliza para
ello a sus transformistas de turno? ¿Quién recuerda ahora el origen militante de muchos funcionarios, que ayer nomás aplaudían el saqueo de las riquezas, la imposición de candidatos hoy defenestrados, el desarrollo de un modelo económico del que ahora reniegan con la liviandad de siempre y la complicidad de quienes se han habituado a barrer la mugre bajo la alfombra? ¿Alguien puede levantar la voz ante un escenario mediático plagado de conversos y arrepentidos con micrófono, que hoy defienden con uñas y dientes un proyecto que les garantiza ciertos beneficios y que, tiempo atrás, criticaban desde la otra vereda porque,
precisamente, ponía en riesgo la rentabilidad de sus ganancias?
No resulta ni curioso ni simpático que, después de tanto tiempo, siga pendiente la construcción de una herramienta de base capaz de defender los intereses de los trabajadores, capaz de superar el sectarismo y el caudillismo anquilosado en las pequeñas estructuras de la izquierda tradicional, que se permita participar de los grandes temas nacionales desde un rol protagónico a partir de medios de comunicación propios y de calidad, ajenos al chantaje oficial y a las presiones corporativas.
Once años después, seguimos con Sudestada. En la calle, en las estaciones de trenes y subtes, en las ferias provinciales, en las actividades que genera ese heterogéneo universo que hoy busca una referencia por
fuera de un mecanismo que insiste en desmovilizar, cooptar y desarticular todo aquello que permita vislumbrar un cambio desde las raíces.
Once años después, seguimos.
El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.
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