La cita propone pensar los últimos días de Walsh en la clandestinidad en clave apócrifa y a partir de "los aspectos ordinarios de un hombre extraordinario", tal como dice Aldana Cal, dramaturga y directora de la puesta. Foto: Joaquín Amoia.
Abordar la figura de Rodolfo Walsh a partir de la imaginación y las licencias que todo arte permite es la propuesta de La Cita, obra teatral escrita y dirigida por Aldana Cal que se presenta los días jueves en El Kafka (Lambaré 866). La acción dramática se desarrolla durante la etapa en la que el intelectual vivió junto con su compañera, Lilia Ferreyra, en San Vicente, localidad que habitó hasta ser emboscado y muerto por una patota militar al momento de encontrarse con un compañero de militancia. El contexto político está presente pero no explicitado; hay inferencias, guiños hacia el espectador, pero la propuesta no es pensar en los aspectos más revisitados del escritor.
Aquí se recrea al Irlandés, un fanático de las novelas policiales, que baila con su mujer y que se obsesiona por combatir las hormigas que habitan su jardín. "Tanto en la dramaturgia como en la puesta en escena la obra trabaja a partir de operaciones de sustracción, de elisión y esto se aplica tanto al personaje de Walsh como a todo lo demás. El desafío era no quedar atrapados en el referente. Nosotros no estamos informando sobre Walsh, estamos recreándolo, inventándolo, imaginándolo. Y por sobre todas las cosas, no queríamos caer en la representación del héroe inoxidable; por el contrario, nos interesaba el hombre con sus contradicciones, con sus marchas y contramarchas, con su gran vitalidad pero sin grandilocuencia ni solemnidad. Por eso mismo, la obra hace un recorte muy particular y pequeño", dice Aldana. Y agrega que la puesta no tiene ninguna pretensión de fidelidad histórica o biográfica, sino que toma todas las licencias necesarias para condensar algunas de las cuestiones que atraviesan la vida de Walsh a través de un recorte subjetivo de su historia. Cal cuenta que antes de La Cita su relación con la figura de Walsh era "de tipo libresca, algo así como la de esos escritores del siglo XIX que escribían sobre un territorio que no habían pisado en sus vidas. Salvando todas las diferencias, en ambos casos se trata de una fantasía literaria, una suerte de fascinación estimulada por los libros. Es sentir que uno conoce mucho algo que nunca vio, con lo que nunca tuvo contacto. Lo conoce porque lo leyó sin parar".
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