Dilemas y contradicciones en un tiempo de confrontación entre Clarín y el gobierno. La delgada línea entre el apoyo y la propaganda. Los problemas de la crítica y el debate en el marco de una batalla ideológica y también económica. ¿Es válido manipular la información para ser funcional a un objetivo político? ¿Cuál es el papel del periodista en este contexto de enfrentamiento? Opinan Reynaldo Sietecase, Hernán López Echagüe, Julia Mengolini, Eduardo Anguita, Pedro Brieger, Dante Palma, Gerardo Yomal, Mauro Federico y Héctor Sánchez.
¿Cuál es su opinión acerca del llamado "periodismo militante", referido a la prensa ligada al proyecto
de gobierno nacional? ¿Existe? ¿Es un fenómeno nuevo?
Reynaldo Sietecase: No me gusta el término "periodismo militante". Sí hay militantes que hacen periodismo, pero eso es muy viejo en la Argentina. Mariano Moreno era un
militante de la causa revolucionaria y hacía periodismo, Bernardo de Monteagudo hacía Mártir o libre y de ahí hasta Rodolfo Walsh hay muchos ejemplos. No me convence mucho la idea del "periodismo militante" porque me preocupa que las
ideas políticas se antepongan a la verdad de los hechos. Un ejemplo: si hay un funcionario que es corrupto y está en el partido del que yo soy simpatizante y no lo cuento, no estoy haciendo periodismo. Si yo lo protejo, oculto un hecho de este estilo, no importa dónde estoy parado; y lo mismo si ocurre del otro lado, si invento o fuerzo una operación de prensa sólo para perjudicar a tal o cual gobierno.
Hernán López Echagüe: Eso del periodismo militante es una paparruchada semántica. El periodista es, o tendría que serlo, un tipo que escribe en un diario, o habla en una
radio, o se exhibe por televisión, y a cambio recibe un sueldo. El militante es, o tendría que serlo, un tipo
que movido por sus ideas, por sus convicciones, se suma a un proyecto político, acaso un partido, un movimiento
social, lo que fuere, y lo hace con pasión, sin recibir ni un peso a cambio. Yo cambiaría el orden de los productos y diría, en todo caso, militancia periodística, o militantes que hacen periodismo. Más allá de que en algún momento de su vida hicieron periodismo sin importarles un cuerno lo que ocurría a su alrededor. Acumulaban dinero, espacios de poder, creaban sus propias productoras, transaban con unos y otros. Hacían periodismo menemista, no por ser menemistas, porque quizá no lo eran, pero sí lo eran en cuanto a la esencia maldita, esa cosa de electrodomesticarse, de consumir y consumir y juntar billetes y posicionarse y en momento alguno arriesgar su buen trabajo. Ahora, de pronto, por ciencia infusa, como diría Fernando Vallejo, cayeron en la cuenta de que hay otros, que hay algo más allá de sus ombligos, de sus notas siempre firmadas en negrita, de los afiches, del exhibicionismo. Descubrieron que a metros de sus narices hay otras personas que la pasan mal, y, cosa fundamental, que hablar de esa gente, hacer de cuenta que la vida miserable de toda esa gente siempre les quitó el sueño, no les trae problemas. Al contrario, está bien visto. Hablan de esos asuntos porque el poder se los permite.
Hoy tenemos militantes o personas que dicen hacer periodismo, con la buena fortuna de recibir un salario
por hacerlo. Si el asunto viene de comprometerse con algo, con alguna creencia política, creo en algo más decente.
En mi caso, como en el caso de muchos amigos que militamos activamente en los setenta, a partir de 1984 el periodismo nos resultó una suerte de continuidad de aquella militancia pero por otros medios: la palabra, la lectura, la investigación, la denuncia, la recuperación de la
terrible historia reciente. Y de manera independiente, sin someterse nunca a los caprichos políticos de un patrón. Desde luego, es un camino que no les aconsejo seguir a los
que quieran permanecer en un diario, en una radio o en la televisión más de tres meses. Pero, bueno, siempre se puede vivir de otra cosa. Quizá no sea necesario aclararlo,
pero lo hago porque estamos en una época en la que al parecer uno necesita aclarar cada una de sus palabras: no es que uno se dijo, o decidió, darle continuidad a la militancia a través del periodismo. Es una actitud que aflora sola, sin que uno la invoque o la trame. Está en
la naturaleza de cada uno. Hay que ir en tren, no en avión. Y uno necesita mucha gente alrededor.
Julia Mengolini: No me gusta esa definición. Sólo la usan para aquellos periodistas que se reconocen kirchneristas, apoyan este modelo, lo hacen explícito y en consecuencia, asumen un compromiso. Me parece que termina siendo un mote despectivo -y torpemente asumido con
orgullo-, inventado por quienes buscan deslegitimar a esos "periodistas militantes". Porque lo que se está
queriendo decir detrás es "mirá que ellos no son periodistas objetivos y neutrales como nosotros". El tipo
que está laburando en Clarín hizo una elección tan válida como la mía, pero también tan ideológica como la
mía. La diferencia es que no lo dice.
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 111 - agosto 2012)
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