La Casa de los Jones Huala es un refugio compañero. Detrás del escenario blanco, del olor a torta frita y del calor del mate, emerge una historia de lucha y resistencia, de rebeldía y dignidad. Crónica de un viaje al corazón de una familia mapuche que sigue peleando.
Ahí van desandando los caminos de hielo compañeros y compañeras. Un puñado rebelde del conurbano acelera el tranco antes que la negrura del bosque se coma cualquier entusiasmo y nuestro cuestionable sentido de orientación. Hay alegría en la marcha hacia la Lof Huala We, no hay dudas, pero también se perciben los nervios en el filoso aire que rebota del Lago Moreno, que nos mira de reojo durante el trayecto. El silencio de algunos nos permite adivinar la mandíbula tensa y el puño apretado escondidos por el magro abrigo, quizás la tensión del guerrero próximo a poner un pie en la batalla irremediable. No hay inseguridad ni vacilaciones, están prohibidas las dudas y las preguntas que llegan tarde, es tiempo de buscar rebeldías e insurgencias del acre olor a pólvora, de poner a prueba algunas certezas en servicio de una lucha ancestral que se amplifica cada vez que el Lonko Facundo Jones Huala llama al levantamiento contra el opresor, cuando un pibe mapuche como Rafael Nahuel avanza sobre el territorio, cuando una machi se levanta desde los sueños profundos. Sin dudas, el estigma de Santiago Maldonado nos acompaña en nuestras mochilas, pero también nos empuja a la aventura genuina lejos de cualquier disertación interminable, de la civilización podrida que se derrumba, del chamuyo de panfleto. Se olfatean, no muy lejos, tiempos espesos y asumimos necesario aceitar una maquinita comunicacional capaz de intervenir en cualquier territorio con la capacidad de dialogar y amplificar esas voces rebeldes que tantas veces soñamos con ojos cerrados luego de guardar cualquier texto revolucionario en el bolso. Acá nomás, a un micro de distancia, jóvenes y ancianos se rebelan contra el brazo explotador, contra la mirada racista, contra el despojo del empresario amigo de cualquier gestión, y se fortalecen espiritual y políticamente desde el territorio lastimado y recuperado. Ahí va nuestra esperanza que se inmola al servicio del sacrificio que llaman los ancestros. Nuestra sangre mestiza rebota en el cuerpo y arma rompecabezas como un manual de combate preciso ante cualquier enemigo. Ahí estamos. Ahora somos nosotros y el bosque.
La casa de Isabel
A metros de la tranquera de la Lof recuperada al ejército argentino hace un puñado de años, Fernando Jones Huala nos recibe con la frialdad razonable de quien saluda a desconocidos del conurbano bonaerense, pero fraternamente se carga varias mochilas invitándonos a pasar con un gesto que se parece a una tímida sonrisa. La oscuridad de la noche se hace cómplice y ayuda a esconder las patinadas inexpertas en terrenos nevados, presentándose una coreografía de lo más desordenada. El calculado peso de las mochilas ahora parecía haberse duplicado contra el cansancio del trayecto, los últimos metros en leve ascenso febril hasta la casa de nuestra anfitriona Isabel Jones Huala, daban cuenta de eso. En los breves minutos hacia la puerta de Isabel se nos escapa una sonrisa casi invisible, reside en percibir el territorio fortalecido, en observar la tierra digna y trabajada, corrales de animales y carteles señalizando algunas plantas en el camino, ese perfume de bosque tan familiar que comenzamos a saborear nuevamente como hace un año atrás cuando realizábamos nuestra primera entrevista con la entrañable Huala.
Cruzando la puerta está ella y su familia, recibiéndonos a puro grito, a pura carcajada; dos besos y un abrazo antes de bajar la carga de nuestros quejosos hombros. Ahora el olor a leña desde las entrañas rojas de las estufas adquiere carácter de épica en nuestro olfato aventurero. La voz luminosa de Piren, hija menor de Isabel, canturrea como pájaro que recibe la mañana y en cada intervención en la charla con los recién llegados, se roba irremediablemente nuestra atención, realizando las observaciones más precisas y ocurrentes en ese momento donde a veces "sólo hablan los grandes"...
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada... ¿Por qué publicamos apenas un fragmento de cada artículo? Porque la subsistencia de Sudestada depende en un 100 por ciento de la venta y de la confianza con sus lectores, no recibimos subsidios ni pauta alguna, de modo que la venta directa garantiza que nuestra publicación siga en las calles. Gracias por comprender)
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