Años noventa. Desesperado, Enrique Symns llama por teléfono a Tom Lupo a las dos de la mañana: “José Sbarra tiene un arma y se quiere matar”. Como Lupo es psicólogo, Symns piensa que va a ayudarlo a solucionar la situación. Sin saber qué hacer, Lupo sale para el Marconetti, un edificio tomado ubicado frente al Parque Lezama. Cuando llega al lugar, se le ocurre persuadirlo con la anécdota de un suicida de la película Confidencias, de Visconti. Sbarra queda conmovido.
"Siempre olvidamos que/ lanzarnos al amor/ es empezar a construir un recuerdo/ que seguramente será terrible".
Años noventa. Desesperado, Enrique Symns llama por teléfono a Tom Lupo a las dos de la mañana: "José Sbarra tiene un arma y se quiere matar". Como Lupo es psicólogo, Symns piensa que va a ayudarlo a solucionar la situación. Sin saber qué hacer, Lupo sale para el Marconetti, un edificio tomado ubicado frente al Parque Lezama. Cuando llega al lugar, se le ocurre persuadirlo con la anécdota de un suicida de la película Confidencias, de Visconti. Sbarra queda conmovido. Suelta el revólver y abraza a quien, sin entender bien cómo, le salvó la vida. La intensidad de esta escena sintetiza al personaje José Sbarra, pero no lo completa. Precisamente, refuerza al personaje, es decir, a la ficción construida alrededor del mito, pero no al escritor. ¿Quién fue verdaderamente José Sbarra? Para empezar, en realidad se llamó José Francisco Caputo. Nació el sábado 15 de julio de 1950 y fue el único hijo varón de la familia, conformada también por sus hermanas Liliana y Edith (Pipi). Ya adulto, decidió adoptar el apellido materno: Sbarra. "No me puedo llamar Caputo siendo puto", decía.
Se podría pensar que su figura de autor se construyó alrededor de la famosa entrevista que le hizo Symns en 1992 para la revista El Cazador. Frecuentemente se lo presenta como un escritor drogadicto, homosexual y promiscuo. Esta imagen, reduccionista y caricaturesca, promueve una lectura superficial de lo que significó Sbarra para la cultura argentina. El anecdotario que se puede reconstruir conversando con las personas que lo trataron muestra a un Sbarra diferente. Los testimonios coinciden en destacar la particular visión del mundo que tenía el autor: una mirada ácida, a veces cínica, pero plena de ternura. De alguna manera, como la consigna que profesaba el Che Guevara. Quienes lo conocieron lo recuerdan como un tipo divertido, enérgico y muy culto, de comentarios agudos e inteligentes. Cuentan que cada primero de enero Sbarra gritaba "¡Felisa, me muero!", en lugar del acostumbrado "feliz año nuevo". La anécdota revela su interés por las posibilidades del lenguaje y su constante negación a las tradiciones establecidas.
Primeros pasos
Sbarra pasó sus primeros años en Ciudadela, a pocas cuadras de la Avenida General Paz y del Barrio Ejército de los Andes, más conocido como Fuerte Apache. La casa familiar, situada en la calle Dardo Rocha, estaba en mitad de un barrio de trabajadores. Crece entre los amigos y la cultura de los clubes barriales. Hace la secundaria en la Escuela Normal "Estados Unidos de América", en la localidad de San Martín, pero nunca termina sus estudios. En su juventud, Sbarra participa activamente en el Ateneo Popular de Versalles y tiene contacto con el sacerdote Julio Meinvielle. Esta época será una primera etapa de formación, ya que en el club experimenta sus primeros acercamientos al teatro. Con una personalidad naturalmente histriónica, a principios de los años setenta José consigue dirigir y llevar adelante la puesta de las obras Ha llegado un inspector, de John Boynton Priestley y ¿Quién yo?, de Dalmiro Sáenz, a quien además había conocido...
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