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Editorial

La Patria de las paradojas

En la patria de las paradojas, todo es posible.

Que los medios opositores agiten el fantasma de Carlos Marx, hoy aplicado al nuevo ministro de un gobierno que apuesta, como máximo anhelo ideológico, a transformarse en un modelo de "capitalismo en serio". Que los periodistas dóciles y orgánicos del subsidio oficial "se olviden" del turbio pasado de los reciclados funcionarios de turno, que acomodan sus palabras y lavan sus culpas en las aguas del oportunismo y el doble discurso para volver al ruedo. Que la prensa oficial y la opositora se pongan de acuerdo en no tener en su agenda de prioridades el dilema policial, aun cuando emerge como la banda delincuencial mejor organizada para el delito y el narcotráfico en todo el país. Que exigir justicia por la desaparición de pibes como Luciano Arruga y Daniel Solano, o protestar por las mínimas condenas aplicadas a los asesinos de Walter Bulacio y Mariano Ferreyra, sea caracterizado por el resignado progresismo del despacho y la militancia del aire acondicionado como ser "funcional a la derecha". Que las estrellas del periodismo opositor, silenciosos cómplices de tiempos de facto y represión, lloren ahora sus miedos al aire y reclamen en sus masivos micrófonos por la supuesta falta de libertad de prensa. Que ejemplos de dignidad y rebeldía como los de Esquel, Loncopué, Famatina y Tinogasta, pueblos de pie contra las ambiciones de las mineras y la complicidad del Estado, no tengan más espacio para difundir sus gestas que el que les brindan los medios alternativos. Que la izquierda tradicional prefiera edulcorar su mensaje para meter algún diputado más en el parlamento burgués. Que una Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales que llegaba para cambiar todo de raíz se limite, a cuatro años de su aplicación, exclusivamente a discutir la fragmentación del Grupo Clarín, sin que parezca importarle a ningún funcionario la aplicación del resto de los artículos. Que los aliados y defensores incondicionales del modelo hasta ayer nomás, un día se crucen de vereda y se disfracen de opositores. Que mientras se firman contratos no muy nacionales ni populares con multinacionales como Chevron para avalar la rapiña de los recursos naturales, a nadie le importe que en Ecuador le reclamen a esa corporación el pago de un resarcimiento por el peor desastre ecológico de toda su historia. Que los indignados vecinos del privilegio y el egoísmo de la República Unitaria de Buenos Aires persistan con el reclamo de mayor presencia policial y el Estado responda, servicial y genuflexo, con el envío de uniformados de todos los colores a las calles, validando uno de los ancestrales deseos de la derecha argentina: un país partido entre quienes tienen y quienes nunca tendrán. Que la izquierda independiente, aun consciente de la urgente necesidad de conformar una referencia política a nivel nacional que apueste a la pluralidad y la diversidad de voces, siga empecinada en trabar o dilatar cualquier proceso unitario con taras y vicios que no se limpian nunca del discurso. Que los viejos partidos del sectarismo que hasta ayer llamaban a los jóvenes a las calles no sean capaces de desplazar del primer puesto de sus candidaturas a los gerontes del dogmatismo y miren con desconfianza a todos aquellos que no se disciplinen a su estrategia. Que cada mañana de cada día, más allá de las noticias de último momento y los anuncios relevantes, los millones de trabajadores que se desplazan rumbo a sus empleos se sigan subiendo a los mismos trenes de siempre, en condiciones cada vez peores.

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El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.