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Papeles amarillos

La leyenda de Guamán Poma

De un lado de los manuscritos, un cronista indio que intenta informar al Rey de España sobre las miserias de sus súbditos. Del otro lado, un investigador alemán que sigue sus apuntes e ilustraciones con la pasión del descubridor. En el medio, una historia de rapiña y masacre, una herida genocida contra un pueblo, y el brillo del oro como ambición final para un Imperio.

Hace casi un mes que el investigador alemán Richard Pietschmann se encuentra hurgando la sección de manuscritos antiguos de la Biblioteca Real de Copenhague cuando se topa con un tesoro impensado. Se trata de más de un millar de folios con centenares de imágenes, cosidos en tres tomos. Su autor utilizó una trabajosa sintaxis castellana que estalla herida con una lluvia de términos quechuas. El manuscrito que Pietschmann tiene en sus manos fue entregado en Lima en 1615 pero recién sale a la luz en ese momento, en 1908. ¿Cómo llegó a Dinamarca? Si el enigmático periplo del manuscrito que permaneció extraviado tres siglos es increíble, el contenido es aún más asombroso. Su autor es un indio andino y está dirigido al rey de Castilla y Aragón.
Durante los siglos XVI y XVII, España era la potencia hegemónica de Europa. El oro y plata de América le otorgaban una solvencia que todos sus vecinos envidiaban. El metálico fluía sin descanso hacia los puertos de Cádiz y Sevilla. Ningún otro país conseguía opacarla; ni siquiera Portugal, que la seguía de cerca con sus exploraciones o el Reino Unido de Gran Bretaña, que aún no había despegado con su Revolución Industrial. Carlos V, que gobernaba desde 1519, tenía la fortuna que gozaron pocos monarcas en la historia del mundo, y durante su reinado cayeron los aztecas en 1521 y los incas en 1533. Más allá de que una porción de esa riqueza, producto del saqueo de los tesoros mesoamericanos y andinos, iba directo a afrontar deudas contraídas con la banca alemana, el oro y la plata aceitaban y multiplicaban una administración corrupta. En 1556 lo sucedió Felipe II, y los ricos filones de Potosí reemplazaron con creces el botín enviado por Cortés y Pizarro a la península. Tal era la abundancia de metálico que provocó inflación al no disponer del cambio chico necesario. En ese contexto, Felipe III -entronizado desde 1598 hasta 1621- delegó el gobierno a sus ministros para dedicarse de lleno a sus dos pasiones: la caza y la pintura, pasatiempos que también había practicado su antecesor. Estos datos sobre España y sus monarcas retumban en la cabeza de Pietschmann mientras hojea con asombro el manuscrito redactado por Felipe Guamán Poma de Ayala. No es un mestizo: el apellido de Ayala se lo agregó su abuelo Mallqui, que salvó al capitán Luis Ávalos de Ayala en las guerras civiles al comienzo del Virreynato del Perú.
Cada día Richard Pietschmann es el primero en llegar a la biblioteca y el último en retirarse junto al personal. Su conmoción es tan grande que por momentos deja de ser el pulcro y severo investigador germano para rogarle al director de la biblioteca que le permita pasar las noches junto al manuscrito que Guamán Poma (Halcón Puma) destinó al rey de España, monarca al que supuso tan justo como ignorante de los abusos y crueldades infinitas que sus funcionarios cometían en nombre de la corona. Algo que comenzó como una carta de denuncia, se convirtió para Guamán en un laberinto de folios y dibujos que le insumieron cada hora de su vida.

Empezó la redacción del manuscrito en 1580 y lo finalizó en 1615: Demoró 35 años, utilizó 1196 folios (de los cuales 396 son dibujos) y recién consiguió entrar de lleno en tema tras 19 prólogos. Pietschmann va conociendo Guamán Poma a medida que devora las páginas. Evidentemente, era un indígena atravesado por profundas contradicciones en un momento histórico de tremendo choque entre los imaginarios de vencedores y vencidos. Durante años actuó como un colaboracionista en la represión de los profetas del Taky Onkoy que predicaban la aniquilación de los españoles y de toda cosa de Castilla, movimiento milenarista desarrollado entre 1560 a 1572. Los takyongos aseguraban que se aproximaba un nuevo tiempo que transformaría la tierra mediante el accionar de las poderosas huacas sagradas que expulsarían a los invasores. Guamán Poma actuó como intérprete en los interrogatorios realizados por "el extirpador de idolatrías y bestialidades del demonio" llamado Cristóbal de Albornoz: "El hombre que mas guacas ha descubierto en este reino". Sin embargo, dado el tenor del texto al que tituló Nueva Crónica y Buen Gobierno, es evidente que Guamán experimentaba un profundo proceso interior, algo muy parecido al arrepentimiento. El ingenuo atrevimiento del autor comenzó ya desde el título, cuando planteó "Buen Gobierno". Ese indio perdido en las vastas colonias de España le proponía al monarca más poderoso del mundo que gobierne bien. Es como si un iraqi people le escribiera a George W. Bush recriminándole: "Ustedes dijeron que vinieron a traer democracia y ahora ni siquiera tenemos agua para beber". Incluso existen largos pasajes del texto donde Guamán Poma imaginó conversaciones con el rey, en las que éste le realizaba una serie de preguntas que el indígena respondía en forma extensa. Por momentos es tan directo que Pietschmann se estremece. Desde el manuscrito afirmaba categórico que "los españoles solo buscan haciendas y el oro y la plata y fornicar". Asegura que "ahora son todos incas y reyes los españoles y más que el inca y peor que el inca".

(La nota completa en Sudestada Nº 125 - diciembre de 2013)

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Autor

Marcelo Valko