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Sonia Sánchez, autora de Ninguna mujer nace para puta

"Aprender a desear es un gran trababjo"

No hay argumento más poderoso que la experiencia vivida. La tragedia de la prostitución, el negocio de la trata, la complicidad del Estado, el rol de la policía, el laberinto de la pobreza, como heridas en la piel de una mujer valiente que un día supo decir basta. Que un día comenzó a reconstruirse, a buscar su identidad, y que intenta hoy escribir su propia historia.

Cada detalle de su atuendo está combinado a la perfección. En ella pareciera no tener sitio la desmemoria. Ni para el fucsia rabioso del pañuelo hermanado a los zapatos y a la cartera ni para su crónica de vida, autopista de dolores tatuados en el corazón y en la piel. "Soy Sonia Sánchez, chaqueña", se presentaba al mundo cuando determinó, por prepotencia de una identidad que le empezaba a nacer, que ya no habría más etiquetas para ella. No más mujer "en situación de prostitución", como le asestaban; no más "la puta de todos y de todas"; no más la Sonia adolescente que llegó desde el Chaco profundo a comerse Buenos Aires sin que nadie le dijera que la devorada sería ella. Fue niña bracera en la dura cosecha del algodón en que supo de las noches en campamentos y de las manitas lastimadas por las perillas que como agujas se clavan hasta sangrar. Pero ya después, cuando la utopía de un mañana sin hambre era el motor que la impulsaba, se topó con la crueldad de la calle. Y con una degradación que la hizo tocar fondo pero que, a la vez, le permitió pararse sobre sí misma y aprender a decir basta.
A los 48 años es veterana de infinitas luchas. Autora de Ninguna mujer nace para puta, denuncia con una sistematicidad que no encuentra resquicios al eterno Estado proxeneta.

-¿Quién es Sonia Sánchez?

-Esa es la gran pregunta. Porque ese quién soy me lo hice cuando dije basta a la prostitución. Cuando pude empezar a nombrar las cosas por su nombre y tirar todo el estereotipo de puta. Y cuando hice todo ese ejercicio, fui a mi casa y encontré el gran espejo y la pregunta era ésa: "¿Quién soy?". Cuando dije basta se lo dije a la trabajadora sexual que me imponían como etiqueta desde la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA), al eufemismo "mujeres en situación de prostitución" y también dije basta a ser la puta de todos y de todas. Entonces ¿quién era?... Porque no era tampoco esa Sonia Sánchez adolescente que viajó a progresar a Buenos Aires. No era ninguna. Hoy lo que sé es que soy una persona construyéndose y que no tengo definido del todo quién soy. Sólo sé que lo que me mueve es la rebeldía y la desobediencia.

-¿Cuántos años hace que dejaste Chaco?

-A los 16. Y hoy tengo 48. Pasó mucho tiempo, por eso mismo así como dije basta a la prostitución, también hoy estoy diciendo basta a ser mujer migrante. Hoy quiero volver a mi pueblo, a mis raíces. Quiero estar donde yo elijo estar y no adonde me lleven las circunstancias.

-¿De qué parte de Chaco sos?

-De Villa Ángela, donde todos y todas nos conocemos. Donde tomás un mate con tu vecina. Donde los chicos a las 2 de la mañana, con el calor que hace allá, juegan a la pelota en la vereda. Donde el vecino te presta plata para el colectivo. Acá eso no se dá. Yo extraño a mi pueblo. Tengo todo ahí. Allá está mi corazón, mi casa, mis afectos más profundos, mi hijo, mis hermanas, mi padre, mi madre. Sólo un cuerpo está aquí.

-¿Cómo fue tu infancia allá?

-Yo vengo de una familia muy pobre. Mi madre siempre fue lavandera o empleada doméstica en casa de familia rica. Mi padre albañil, y también músico. Nosotras somos siete hermanas. Yo tengo hasta el tercer año de colegio industrial: a los 16 empecé a trabajar porque, como digo, nosotros comíamos cada tres días. Ahí aprendí a odiar la pobreza, que es lo único que odio en la vida. Fui cosechera de algodón desde los 5 años hasta los 15. Y por eso terminé la primaria en una escuela que era sólo para niños braceros, es decir, los que trabajábamos con los brazos, con las manos. No empezábamos en marzo como todo el resto. Empezábamos casi en junio, cuando se terminaba la cosecha del algodón.

(La nota completa en Sudestada Nº 125 - diciembre de 2013)

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Autor

Claudia Rafael