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Malditos

Robert Crumb: El cómic degenerado

Lo que no ha avanzado en arte-política es la sinceridad. De alguna manera, la intransigencia política sobre lo que es "correcto" (perdón por las comillas pero son necesarias) en determinada época atenta contra la honestidad humana.

"Cualquiera que escriba una historia y que sea capaz de hacerlo con la honestidad suficiente estará mostrando la historia de su tiempo". Robert Crumb

Lo que no ha avanzado en arte-política es la sinceridad. De alguna manera, la intransigencia política sobre lo que es "correcto" (perdón por las comillas pero son necesarias) en determinada época atenta contra la honestidad humana. Al punto que lo incorrecto es llamado no-político. Ya Wilhelm Reich, hace casi un siglo, nos avisaba que la coraza que el ser humano se inventa para protegerse del exterior (una sociedad enferma) lo transforma en un neurótico. Esta negación del yo genera, por un lado, un sentimiento de inferioridad y por el otro, voluntad de poder. Su terapia consistía en enfrentar al sujeto consigo mismo, hacer consciente lo que su mecanismo de defensa hace inconsciente, bla, bla, bla.

Robert Crumb, al igual que Kafka, al igual que Bukowski y otros incorrectos, dice: "No seas hipócrita; esto es lo que estás pensando en este momento, esto es lo que querés hacer". Su obra es un escarbadientes que hurga la carne atascada. Está claro que no todos queremos empujar a la anciana dentro de un pozo ciego. De lo que se trata es de sacar a la luz nuestros pensamientos oscuros, banales, degradantes, humillantes y autohumillantes; pensamientos que no sirven para nada o que buscan sacudir cabezas y cuerpos. Mientras más adentro se escarba, más oscuro se pone. Y más adentro está lo más banal: el deseo de lo prohibido, la manzana de Eva.

Crumb, culto del under norteamericano y del cómic negro, llegó a ser incorrecto en lo incorrecto: ilustró sin dobles interpretaciones el Génesis de la Biblia, incomodando a los militantes de la contracultura, que esperaban una crítica a la religión, pero también a los conservadores, ya que hizo explícito el sin duda rebuscado relato bíblico. "Si mi interpretación literal y visual del Génesis ofende a algunos lectores, lo que parece inevitable considerando que el texto es reverenciado por mucha gente, sólo puedo decir en mi defensa que me he aproximado a él como un trabajo meramente ilustrativo, sin intención de ridiculizar nada ni hacer bromas visuales". Esta prudencia en Crumb, con su pluma realista pero que resalta lo voluptuoso de los cuerpos, es una ridiculización del texto religioso. "Me suelo definir como una persona gnóstica. El gnóstico tiende a pensar que hay un orden más grande en el universo que no somos capaces de entender. El gnóstico busca y no cree hasta que lo encuentra. Todo cobra más sentido y es más beneficioso. Ya no me preocupa tanto la muerte, es terrible vivir angustiado pensando en ella".

Coleccionista de discos de blues y jazz (recorría pueblos en busca de vinilos perdidos), se vuelve un aficionado a la cultura marginal, extraviada. Más tarde rastrea historias de músicos rurales, negros alcohólicos angustiados, perseguidos por fantasmas de trabajadores esclavos muertos en la tierra que trabajaban. Dibuja sobre ellos, son sus héroes. "El mainstream [gustos aceptados por la industria cultural] nos vende una visión falsa del mundo, mientras que la cultura marginal y minoritaria es auténtica, como toda esa vieja música que escucho, tan verdadera, tan difícil de encontrar hoy. Hace algún tiempo fui a visitar a un amigo a Grecia. Allí, en un pueblo diminuto, lejos del mundo, conocí a unos músicos increíbles, tocaban canciones muy viejas, de otra época... pude ver una visión utópica del mundo".

Su tinta china disgusta a la clase media y alta norteamericana. Declara, como un manifiesto, que quiere vivir en las nalgas de una mujer robusta. Le preguntan: "¿Qué es el underground?". "Meterte en problemas. Significa hacer cosas en contra del sistema. Es algo que no siempre aprecia la gente; es para una minoría. Ser políticamente incorrecto suele implicar ser crítico, cuestionar lo que nos rodea. Ahora nos venden un humor muy descafeinado", responde. Muy crítico de la historieta de superhéroes, fustiga: "Lo que vende es un humor seguro e inocuo que puedan consumir hasta los niños. Y hasta cierto punto están en lo cierto, el underground no es para niños. Cuando yo dibujaba esas cosas tan locas hace 40 años, no quería que las vieran mis hijos".

(La nota completa en Sudestada Nº 125 - diciembre de 2013)

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Autor

Martín Azcurra