Tras la derrota de los intentos revolucionarios en Latinoamérica, el pensamiento de Paulo Freire fue recortado hasta ser reducido a una simple dinámica participativa. A quince años de su muerte, buscamos al educador popular que elaboró un marxismo abierto y una práctica claramente radical. En la Argentina, y como parte de esta recuperación, las Escuelas Campesinas y los Bachilleratos Populares retoman el camino del Freire subversivo.
1. Para llegar, Freire tenía que caminar, literalmente, con los pies en el barro. No es una metáfora. Recife, su pueblo natal, era lluvioso y pobre. Y él iba, por los senderos de tierra mojada, surcando la naturaleza agresiva del nordeste brasileño, con su maletín de maestro, rumbo a escuelas imposibles; galpones abiertos donde lo esperaban niños y trabajadores humildes. Tanto lo querían que él siempre volvía.
Cuando Freire salía de su casa, no sabía si esta vez "el taller" iba a ser un éxito o lo que en educación se considera una completa derrota: un verdadero aburrimiento. La incógnita de una experiencia educativa abierta, esa especie de comunidad del saber, lo ponía ansioso y lo preocupaba a la vez. Así empezó a entender la enorme dimensión del acto pedagógico, hacia el mundo y hacia dentro de cada uno. En el camino no podía dejar de preguntarse si ese andar también era parte de la experiencia misma. ¿Lo era? Partir, caminar, llegar. La espera, la lluvia, el cansancio, la comodidad de la casa que se alejaba, las ampollas en los pies, el horizonte. Más tarde, pensando en la revolución, volvía a insistir con estas ideas. De alguna manera, estaban relacionadas... ¿Cómo hace el pueblo para salir de su casa, de su condición de oprimido? ¿Cómo abre la puerta, cómo camina, cómo se supera en cada paso?
"Partir significa ponerse en camino, irse, desplazarse de un punto a otro y no quedarse, permanecer. Jamás dije, como a veces insinúan o dicen que dije, que debemos girar fascinados en torno al saber de los educandos, como la mariposa alrededor de la luz".
Freire jamás pensó la Educación Popular como una simple clase de salón, sino como el punto de partida para la liberación social. Al fin y al cabo, no había recorrido tanto sendero sinuoso con el sólo propósito de enseñar a leer. Ese algo más, sin duda, expresaba la confianza de Freire en el pueblo; y esa iba a ser la raíz de su pensamiento.
2. Los jóvenes que acá querían cambiar el mundo, en los 70, también se embarraban los pies. Se metían en las villas, alfabetizaban, llevaban en sus mochilas un manojo de cuadernillos de Freire, cumplían su misión liberadora para que los trabajadores pobres volvieran a apropiarse de la palabra que les había sido quitada. Desde el cristianismo, el peronismo y el guevarismo, tenían el sueño de una revolución consciente, desde abajo, muy distinta de la versión de los manuales políticos que les repartían los miembros del PC en las universidades.
El carácter radical y humano del pensamiento revolucionario de Freire alentaba a los corazones deseosos de cambio: "Por paradójico que pueda parecer, es en la respuesta de los oprimidos a la violencia de los opresores donde encontraremos el gesto de amor. Consciente o inconscientemente, el acto de rebelión de los oprimidos, que siempre es tan o casi tan violento cuanto la violencia que los genera, ese acto de los oprimidos sí puede instaurar el amor".
Así empezó a tomar forma el ejercicio de la Educación Popular (EP) en la Argentina: en la experiencia misma, apoyada en la política del fusil. Y así fue hasta que llegó la dictadura. La derrota resultó muy dura, tanto que en los 80 y 90 los académicos del sistema no dejaron que la EP se recompusiera desde una perspectiva revolucionaria, sino que intentaron por todos los medios integrarla al pensamiento dominante. Los teóricos del fin de la historia, aquellos que tras la caída del muro de Berlín proclamaban el fin de la lucha de clases, también la deformaron. Intelectuales de izquierda, que antes la habían criticado por poco marxista, seducidos por el dulce del posmodernismo, ahora la querían reducir a una simple pedagogía democratizadora. En la actualidad, la EP se encuentra en una etapa de recomposición ideológica, de regreso al sentido freireano original, de la mano del desarrollo de experiencias educativas territoriales -como las Escuelas Campesinas y los Bachilleratos Populares- ligadas a organizaciones que pugnan por una transformación social. En el país, la EP enfrenta hoy el complejo y difícil desafío de consolidarse como fuerza y conformar las bases de un movimiento político-pedagógico.
La maduración de este proceso tiene un doble componente: la politización de las prácticas pedagógicas por un lado, y la comprensión pedagógica de la política por el otro. Y esto se lo debemos en gran parte a Freire, ese profesor barbudo, mezcla de Freud y Marx, con rasgos de sacerdote tercermundista. Sus obras son, al mismo tiempo, la sistematización de su experiencia, de su búsqueda intelectual, y una conversación con el resto de las corrientes político-pedagógicas de izquierda.
3. Las ideas de Freire fueron madurando progresivamente, con una serie de principios provenientes del marxismo humanista (que también toman el Che y Gramsci) que promueven la centralidad del "sujeto". Su pensamiento surge de la unidad conceptual entre las Tesis 3 y 11 sobre Feuerbach, de Marx. La primera: "son los hombres los que hacen que cambien las circunstancias; el propio educador necesita ser educado" y la segunda: "los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo". Y retoma a Erich Fromm (marxismo psicoanalítico de la Escuela de Frankfurt) con su obra más importante, El miedo a la libertad, para darle forma a una metodología que permita recuperar la conciencia de clase adormecida y domesticada. Esta formación, combinada con su experiencia pedagógica en el nordeste pobre de Brasil, dio forma a su primera obra, La educación como práctica de la libertad (1967), más tarde superada por Pedagogía del oprimido (1970). Freire se fue politizando sobre la base de la experiencia vivencial.
"Fue la misma práctica al revelar su naturaleza política la que nos reeducó. En mi primer libro, La educación..., no hay un solo párrafo donde yo me refiera a la politización de la educación. Ya en los comienzos de mi exilio en Chile, empecé a hablar de un aspecto político de la educación. Y durante el exilio en Europa, yo digo 'no hay un aspecto político, la educación es política. La educación tiene una politicidad, la política tiene una educabilidad'".
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 112 - septiembre 2012)
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