Venezuela, otra vez ante las urnas

Todos coinciden en que en las elecciones presidenciales del 7 de octubre en Venezuela se juega mucho más que la continuidad del presidente Hugo Chávez y del proceso político en el país. América Latina se encuentra expectante por los resultados de esos comicios, ya que la profundización de la Revolución Bolivariana tendría (y tiene desde sus inicios) una onda expansiva en otras naciones que viven situaciones de cambio similares, como Bolivia, Ecuador y Nicaragua, por ser los casos más avanzados.

Por otro lado, en plena campaña electoral, se observan nuevos condimentos y tensiones dentro de Venezuela. El presidente Chávez ha centrado buena parte de sus discursos y propuestas en conquistar las grandes franjas de la clase media del país que dudan o rechazan al actual gobierno. Sin duda, este sector de la sociedad es el más beneficiado en los trece años de gobierno bolivariano. Aunque suene paradójico, esta clase que en tiempos pasados apenas sobrevivía, hoy es uno de los motores más fuertes de la economía debido a sus elevados niveles de consumo.

Sin bajar las banderas que lo han caracterizado, el presidente Chávez viene destacando la necesidad de profundizar el proceso en Venezuela y, una vez más, realizó un sinfín de llamados para derrotar la corrupción y el burocratismo. Con paciencia de budista, Chávez ha rechazado una por una las acusaciones de la oposición que, básicamente, son las mismas desde hace trece años: la supuesta violación a la propiedad privada, los tintes "dictatoriales" del gobierno, la falta de libertad de expresión (aunque el 80 por ciento de los medios de comunicación sean privados) y las nuevas relaciones desplegadas por Venezuela bajo su política de construir un mundo multipolar.

Del otro lado, la oposición venezolana, reunida en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) presenta a Henrique Capriles Radonsky como candidato. El ex gobernador de Miranda, uno de los estados más grandes del país, consiguió la atención internacional de los grandes medios de comunicación y se apoya en el voto cautivo que siempre responde a la derecha. Capriles Radonsky forma parte de una nueva camada opositora y es vendido como un empresario joven y exitoso que, como es costumbre, aboga por la "unidad" del país. A esto se suma que en su léxico ha incorporado la palabra "progresismo" con la idea de desmarcarse de los sectores de ultraderecha y hasta declaró su admiración por el ex presidente brasileño Luiz Inacio Lula Da Silva. Desde la MUD, uno de los estandartes para la crítica al gobierno del presidente Chávez es la actual división del país, generada por una supuesta violencia del líder venezolano.

En el libro El programa de la MUD, el investigador francés Romain Migus analiza de forma detallada los 1.237 artículos del plan de gobierno presentado por la oposición. Uno de los puntos interesantes de este análisis es la propuesta que la derecha propone aplicar si accede a la presidencia: "reformas para desconocer el marco legal y administrativo vigente". Con esta medida, la MUD comenzaría a desmantelar el andamiaje estatal que hasta ahora se construyó en Venezuela y que permite, más allá de los errores y aciertos, el desarrollo de políticas sociales y económicas impensables años atrás. Moldeado por la tijera neoliberal, el programa de la oposición avala la privatización de la petrolera PDVSA, el ingreso de multinacionales sin control alguno y la desaparición paulatina de las Misiones Sociales, siendo ésta de las políticas más efectivas del gobierno bolivariano.

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 112 - septiembre 2012)