El joven cordobés con ese registro agudo, incomparable, que admiran sus compañeros, sus pares, y todos aquellos que lo descubren en los distintos escenarios del país, explora nuevos desafíos: él, que eligió desmarcarse del boom del folklore de los años 90 y se volcó al trabajo independiente con el referencial disco De la raíz a la copa (2008), aborda hoy sonidos de Brasil, el jazz, el tango y los temas propios, para hallar su propio color, y su identidad, dentro de las huellas y ritmos de la música popular argentina de esta generación.
Vibra esa voz envuelta en deseos. Ese canto, hacia el misterio oído en las músicas folklóricas presentes y en las coplas atemporales, de los cielos de Córdoba a los vientos del Noroeste. Ahí anda desvelando zambas, chacareras y gatos, o se enciende en las sonoridades de Brasil, en el mundo afro, y se confirma de nuevo en las sierras. Así, al regresar de esos viajes del canto, abrigada la voz, busca acercarse a quienes también (lo) escuchan. Hoy, a los 26 años, afronta nuevos desafíos y fluye frente al público Juan Iñaki Berecibar: el contratenor de color profundo, viril y con femineidad a la vez; el de conexión en caja chayera y brazos en alto, invocando duendes en noches festivaleras. El tipo de la risa con candor y algo de sombra; el pibe tempranamente calvo, flaco y aun macizo; el que arquea las cejas, canta descalzo y de pronto, en trance de carnaval, se pone a bailar.
Soltándose así, Juan Iñaki corporiza tradiciones, territorios, brillos autóctonos, y con las marcas de la actual generación -sutil- de la música de raíz folklórica, alejada del folklore de los años 90, va peleando nuevos espacios. Comparte esfuerzos, independencia, búsquedas en nuevos oídos. No es casual que Iñaki, nacido el 27 de julio de 1986, haya rozado ese otro campo de folkloristas-estrella en sus primeros tiempos de cantor y que decidiera alejarse para encontrarse: había editado en 2000 -con 14 años- el disco Qué hermoso sueño..., en medio del boom en torno a Soledad, Luciano Pereyra, luego Abel Pintos. Pintaba -o lo pintaban- en ese nicho, pero él se iba a desmarcar: ya esbozaba otro pulso el disco Yo soy Juan (2002), editado por la multinacional EMI y con producción artística del mítico pianista Eduardo Spinassi (quien acompañó en los 80 a Raúl Carnota, luego a Cuti y Roberto Carabajal, hoy a Soledad).
-Yo no podía creer -recuerda Juan Iñaki- que me dieran la posibilidad de hacer el disco que yo soñaba, producido con quien eligiera y con el repertorio que yo quisiera. Al día de hoy no me arrepiento de casi nada de Yo soy Juan. Me gusta de punta a punta; no sé si es algo que elegiría hoy, pero no puedo decir que no me guste. Hay cosas alucinantes: la banda es sobria, suena bien.
Justo ahí llegó la crisis. Y en vez de quedar asimilado al "folklore joven", ese espectro de cantores con buen marketing a la par del menemismo, y de recostarse en el furor por su voz y su figura de adolescente cantor; cuando cerró el contrato con EMI, Iñaki se bajó de los escenarios durante cinco años. Empezó la carrera de Composición en la Universidad Nacional de Córdoba; entró al Coro Polifónico; se mandó a otras sonoridades (la Música Popular Brasilera, el tango, el jazz y hasta ópera). Y recobró su vínculo con lo folklórico. Ahora, al evocarlo, a Juan Iñaki le tiembla el labio inferior. "A mí lo que me generaba un gran drama en la cabeza, a los 16 años, era no poder separar las proyecciones de la gente de lo que yo era. Creía que se podían juntar las cosas y me di cuenta de que no. O al menos, con esa edad no pude hacerme suficientemente el boludo como para dejar pasar lo que no me gustaba y poder seguir adelante con eso".
Más que un giro, fue profundizar un camino haber hecho el siguiente disco, De la raíz a la copa, de 2008 (independiente, producido por él mismo). Un viaje, un ofrecimiento a la Pachamama en su voz aguda, tan afinada y coplera, vestida de nuevos recursos. Una obra central para captar las sintonías y coordenadas de los músicos populares argentinos. Ahí, Iñaki va de los compositores cordobeses al Noroeste, una vez más, y regresa. Canta, o conduele, "Rumbo al cerro", "Primera soledad", "Soy de la puna", "Maturana", "Banderita colorada", "¿Se acuerda, doña Maclovia?", "Espejitos de agua", "Chinita de los hornillos", "Celebración del duende", "Viento norte", entre otras, y la baguala "Quisiera pasar el río", que recopiló Leda Valladares. "De la raíz a la copa" es, como la anterior "Yo soy Juan", una chacarera de Juan Falú. Otra marca. Y la de los cordobeses invitados: Mario Díaz, el Trío MJC, Suna Rocha. O los rosarinos: Spinassi y Franco Luciani.
-Voy a extrañar el disco: a cuatro años todavía tiene tela para cortar. Y si tuviese que seguir cantando ese repertorio, no tendría historia. Pero lo que viene va a ser sobre canciones mías. Obvio que te apoyás en lo que venís haciendo. El otro día pensaba eso, justamente. Es un tiempo de debatirme con mis prejuicios y con lo que no tiene que ver conmigo. Sostener una conducta me ayuda a tranquilizarme y decir: "la gente no puede esperar otra cosa de mí". Lo que encaro ahora es muy diferente. No se puede hablar de una identidad atemporal: pasaron cuatro años y no me di cuenta.
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 112 - septiembre 2012)
Un paseo por la vida de la bandida rural que luchó en las montoneras de Quiroga y que hoy es ...
Tras la derrota de los intentos revolucionarios en Latinoamérica, el pensamiento de Paulo Freire fue recortado hasta ser reducido a ...
El lado oscuro del negocio millonario de la soja, del país del monocultivo, del imperio de Monsanto. Un mundo oculto ...
Después de trece años de permanecer en el aire con Leña al fuego, el programa fue levantado de Radio Ciudad. ...