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Editorial 2

Videla

Sin los poderosos intereses que, décadas atrás, lo posicionaron como el alfil de la dictadura más sangrienta de la historia, el genocida se murió solo. Sin los aliados que lo ungieron como salvador de la patria y de sus ganancias, el genocida se murió solo. Sin los cómplices de sotana, sin sus camaradas de uniforme manchado de sangre joven, sin los obsecuentes de micrófono, el genocida se murió solo. Pero ellos siguen vivos. Los empresarios del desastre y la miseria, los usureros del modelo de exclusión, los miserables que miraron para otro lado en los medios de comunicación, los impunes criminales del púlpito sagrado, los apellidos notables de la aristocracia, los terratenientes con olor a bosta, los políticos que guardaron silencio en esos años y se dedicaron a negocios personales. Todos ellos siguen vivos, en un país acostumbrado a olvidar rápido, a no saldar cuentas pendientes, a no romper con una historia que nos arrebató a una generación rebelde y revolucionaria, que nos quitó la posibilidad de contar con dirigentes combativos e inflexibles. El genocida murió solo, pero su herencia de tierra arrasada todavía sigue marcando el tiempo que nos toca transitar.

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El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.