Buscar

Malditos: Dante Panzeri

Fútbol: improvisación y alegría

Que alguien comience su propio libro diciendo "Este libro no sirve para nada", nos pone alerta como lectores. Que en las líneas que siguen la justificación sea "Para jugar al fútbol no sirve. Para dirigir técnicamente a un equipo de fútbol, tampoco sirve".

Que alguien comience su propio libro diciendo "Este libro no sirve para nada", nos pone alerta como lectores. Que en las líneas que siguen la justificación sea "Para jugar al fútbol no sirve. Para dirigir técnicamente a un equipo de fútbol, tampoco sirve. Para ‘ver mejor' un partido de fútbol... relativamente. Acaso sirva para no ver el fútbol como se lo está mirando", definitivamente nos prepara para ser parte de una obra en la que, escrita en 1967, pedía ya a sus lectores que supieran criticar el mundillo del negocio y el tecnicismo que crecía a pasos agigantados en torno a ese deporte que él mismo calificaba como la dinámica de lo impensado.

En otras líneas, en una época donde el futuro era un cambio de milenio bien lejano aún, nuestro periodista arriesgaba: "Yo dudo que en el año 2000 el fútbol sea todavía la pasión universal que aún sigue siendo, no obstante su acentuada declinación mundial. Pero si lo fuera, confío que para ese entonces se haya derribado una barrera absurdamente instalada entre la concepción del hombre-social y la del hombre-deportista". ¿Qué diría si pudiera ver hoy la pasión que no sólo no declinó en el fútbol, sino que se agiganta como auténtica referencia de la cultura popular; y que creció, a la par, en sus barras bravas -eso a lo él llamaba "asociación ilícita"- relacionadas con narcotráfico, punteros políticos, empresarios y negociados surtidos? ¿No son además esos hombres-deportistas atletas de alta competición más allegados al mundillo del espectáculo que al hombre-social que los antecede?
Dante Panzeri miró, pensó, analizó, desmenuzó al fútbol para llevarlo a lo más sencillo y básico que hay en él: 22 jugadores, una cancha, una pelota que se hace andar "sobre el verde césped de su única verdad". Allí es donde todo el artificio que se construye alrededor de ese juego-deporte deja de tener validez.

No se reconocía un habilidoso, don Dante, pero sí que había jugado al fútbol, lo cual le resultaba imprescindible para poder hablar de aquel deporte. Nació en Las Varillas, en la provincia de Córdoba y se crió en San Francisco, ciudad de la misma provincia. Conoció de potreros y de fútbol en la calle. A la ciudad de Buenos Aires llegó antes de cumplir los 20 años y al poco tiempo ya era parte de la redacción de El Gráfico. Cuenta Panzeri de su ingreso a la revista deportiva más reconocida: "El Chueco García me quería tanto que cuando me presentó con 21 años a Ricardo Lorenzo (Borocotó) y a Félix Daniel Frascara, periodistas célebres, dijo: ‘éste será mejor que ustedes'. Me pusieron a cubrir ciclismo".

Sin embargo, en los años 50 era su director. Pero más allá del medio y del lugar que ocupara, lo que distinguió a Panzeri fue su coherencia, su honestidad, sus ganas de ir siempre un poco más allá de lo que un análisis playito y condescendiente pudiera ofrecer: ser consecuente y generar lectores críticos fueron sus caminos (como prueba, basta leer sus intercambios semanales con los lectores de El Gráfico).

Siempre su postura, algo de sus dichos, mucho de su hacer, incomodaba a los poderosos. A cualquiera, a los de turno. De El Gráfico no se fue por la puerta grande. Tuvo que renunciar en 1962 por sus comentarios críticos permanentes a la línea editorial de la revista. Pasó por la revista Así (sobre la cual decía que a pesar de ser sensacionalista, nunca había tenido tanta libertad para escribir de lo que quisiera, ni aun cuando había sido director de la más importante revista de deportes).

En la década de 1970, realizó colaboraciones para la revista Goles y fue jefe de deportes del diario La Prensa. Además de su incursión en lo futbolístico, supo criticar otras actividades que no consideraba deportes: al Boxeo, al que llamaba "homicidio legalizado" y quería incluirlo en la sección de policiales y al automovilismo, cuando editaba las volantas para reemplazarlas por "actividades industriales" (no podía concebir como un deporte aquel en el que la máquina fuera más importante que el hombre que la manejaba). En 1972, en tiempos del régimen del general Alejandro Lanusse, se enfrentó al titular de Deporte de la Nación, el coronel Luis Cilley Hernández, denunciando corrupción cuando los ciclistas y atletas fueron discriminados porque debieron viajar en tercera clase a los Juegos Olímpicos de Munich.

En los años previos al Mundial 78, tres militares se presentaron en su casa, con el propósito de hacerlo callar. Dante los hizo pasar a su escritorio y les ofreció café. Los tres permanecieron parados durante la conversación, y ninguno lo bebió. Entonces, se tomó el café de cada uno de ellos después del suyo mientras les explicaba que no pensaba callarse, y les abrió la puerta. Dante murió temprano, meses antes de que se realizara el mundial de ese año, al que denunciaba porque consideraba que "nos estábamos robando a nosotros mismos".

No tuvo que disimular alegría, tampoco arriesgarse a ser condenado por vendepatria. Tampoco pudo ver al Diego, ni su gol a los ingleses en el Mundial 86. ¿Qué escribiría hoy sobre Messi? 

(La nota completa en Sudestada Nª 119, junio de 2013)

Comentarios

Autor

Nadia Fink