La gestión chavista se enfrenta a complejos desafíos internos y externos: profundizar la revolución parece ser el eje del nuevo gobierno de Nicolás Maduro. Mientras tanto, los enemigos del proceso persisten su trabajo de desgaste y desestabilización. Un cronista de Sudestada en Caracas apunta los pasos iniciales de este año cero venezolano.
En la noche del 14 de abril se vivió un sinfín de sentimientos encontrados y situaciones en Venezuela. Todo estaba ahí: El triunfo electoral de Nicolás Maduro en unos comicios presidenciales históricos, el recuerdo presente y vivo de Hugo Chávez, el sabor amargo de una victoria apretada ante el candidato de la ultra derecha Henrique Capriles Radonski y la voracidad de la oposición que, sin dudarlo, los días posteriores salió de caza, apuntando su fuerza contra militantes chavistas, locales del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), autoridades gubernamentales y de los Poderes Públicos, y centros de salud y domicilios particulares.
Después de esa noche, donde lágrimas y festejos, rabias y esperanzas se mezclaban de forma contradictoria y descarnada, en las tierras de Simón Bolívar se abrió una nueva etapa política. Y en esa etapa también surgieron preguntas y cuestionamientos dentro de las fuerzas revolucionarias y hacia la dirección del Psuv.
Entre los puntos destacables que dejaron las elecciones de abril pasado se encuentra el triunfo mismo, aunque por un margen de poco más de 200 mil votos. En las filas bolivarianas se esperaba una ventaja mayor, por lo que esta escasa diferencia fue uno de los golpes más duros. Igualmente, luego de la desaparición física de Chávez -líder indiscutido e irremplazable a corto y mediano plazo-, la victoria logró el objetivo de defender el proceso de cambio que atraviesa el país desde hace 14 años, pese a una permanente guerra mediática y psicológica, el recurrente desabastecimiento de alimentos básicos por parte de las empresas privadas y los errores del propio gobierno, sintetizados en el burocratismo, la ineficiencia y, en menor medida, la corrupción. Pese a que el Gran Polo Patriótico (GPP) tuvo un retroceso preocupante en el caudal de votos (comparado a las presidenciales de octubre pasado), no fue raro escuchar por las calles de Caracas que ahora, sabiendo quién es quién, la Revolución podría salir fortalecida. Siete millones de personas optó por Maduro y la mayoría coincide en que esa cifra no es para nada menor si la meta es profundizar el proceso revolucionario.
Una síntesis de este escenario fue realizada días después de los comicios por la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora (CRBZ), que nuclea a movimientos campesinos y organizaciones sociales de todo el país. En el análisis "Unidad y Combate a la Contrarrevolución, Revisión y Rectificación Revolucionaria", explicaron: "Un científico diseño de guerra psicológica, mediante ciclos de operaciones, ha logrado mellar la credibilidad y las fortalezas del proyecto histórico bolivariano (hoy chavista). Existen frustraciones y desgaste en la base popular. Los temas de la inseguridad ciudadana, del desabastecimiento, el acaparamiento y la especulación. Las fallas persistentes en los servicios básicos, principalmente el de la electricidad, han sido parte de una ofensiva contrarrevolucionaria que expone crudamente las incapacidades del proceso bolivariano para dar estabilidad al hecho de gobernar. Las elecciones del 14 de abril y las movilizaciones desestabilizadoras que se propagaron inmediatamente develan que un significativo sector popular ha sido envenenado por sus verdugos de clase. Si bien la mayor parte de las manifestaciones de odio irracional la expresa una vez más la alta burguesía y la pequeña burguesía. Paradójicamente, ésta ha sido una de las grandes beneficiadas por las políticas sociales y económicas del gobierno, quienes las han jalado hacia arriba".
Durante la semana posterior a las elecciones, se pudo observar cómo el pueblo chavista se mantuvo movilizado en todo el país aunque continuaran los ataques de la ultra derecha. En marchas y actos, la gente no dudó en defender al gobierno de Maduro, pero tampoco se calló para exigir una urgente depuración en los cuadros de la burocracia y reclamar una mayor participación popular en la toma de decisiones. Si bien la política cotidiana en Venezuela por momentos se convierte en una dinámica frenética, el pueblo en la calle sostuvo el pedido de "golpe de timón" que manifestara el presidente Chávez, en el cual la consolidación del poder popular y comunal es fundamental para la sobrevivencia del proceso bolivariano.
Sobre este punto, la CRBZ apuntó que "hasta hace poco tiempo se articulaba a través de la imagen, del discurso y el relato que emanaba de la voz y ejemplo de nuestro guía y maestro. Hoy le toca superar cualitativamente su estado orgánico para vertebrarse regional y nacionalmente irrumpiendo como actor político y social en los tiempos de confrontación que se abrieron. Una de sus mayores potencialidades radica en su autonomía ideológica, el Poder Popular Socialista no puede subordinarse a una jerarquía institucional, responde a la decisión independiente de su base social".
Tras las elecciones, el sociólogo Reinaldo Irurriza, que fue designado por el presidente Maduro como ministro para las Comunas, expresaba en el artículo "El desafío de la revolución bolivariana: comenzar de nuevo", que "resultaba claro que el 15 de abril amaneceríamos en otro país, que entraríamos en otra etapa de la revolución bolivariana, con algunos desafíos inéditos (casi todos derivados de la ausencia física de Chávez), con la fortaleza que otorga una nueva ratificación de la vía bolivariana (el 14A), con la necesidad de actualizar el inventario de problemas a los que nos enfrentamos, retomar discusiones estratégicas, etc".
"Llegamos hasta aquí con un acumulado histórico, por supuesto -analizaba Irurriza-. Con grandes avances materiales y espirituales. Con una cultura política en vías de consolidación. Pero hemos perdido a nuestro líder. Tal era su peso, su importancia, su influjo de estratega, que en su ausencia estuvimos cerca de retroceder más de la cuenta. Es nuestra fortaleza lo que lo ha impedido. Nuestra conciencia, si se prefiere el término".
En su reflexión, el ahora ministro apuntó que "si de gestión se trata, ahondemos en el tema de la ‘ineficiencia' de un funcionariado acomodado y pusilánime, pero también hablemos de la eficacia política, tal y como la planteaba (Alfredo) Maneiro, y que remite a la capacidad de dirigir el gobierno ofreciendo soluciones concretas a los problemas fundamentales de la nación venezolana. Y eso sólo se hace llevando adelante una revolución".
(La nota completa en Sudestada Nª 119, junio de 2013)
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