El Nuevo MAS, como expresión crítica del trotskismo argentino, cuenta por qué el FIT lo dejó afuera y advierte sobre las grandes diferencias entre los grupos que lo componen.
Héctor Chino Heberling y Ernesto Aldana integran la dirección del MAS, o mejor dicho del Nuevo MAS (NM), como ellos lo llaman a partir de la renovación que tuvo lugar a mediados de los 90, luego de la escisión de grupos como el PTS (1988) y el MST (1992). Desde entonces, el partido encaró una etapa de "revisión" para definir una línea antidogmática, que se diferenciaba de los grupos que se fueron. "No somos dogmáticos -advierte Heberling-, agarramos los libros que se escribieron hace tantos años y los tomamos como una guía para la acción, la experiencia concreta en los procesos concretos es la que nos va dando nuestra orientación política". Al campo teórico lo define como "un continente más grande, el marxismo revolucionario, en el que hay más espadas que la de Trotsky; reivindicamos lógicamente a Lenin, Rosa Luxemburgo, Engels y un montón de otros grandes revolucionarios".
Esta "reinterpretación" del mundo tuvo que ver con la reacción que produjo en el partido la caída del muro de Berlín en 1989: "Somos una experiencia que viene del trotskismo, pero pasada por el filtro de una gran derrota, la caída del muro y todo el proceso de desaparición del ‘socialismo' real (que para nosotros no fue socialismo) y el balance de las experiencias revolucionarias del siglo xx que terminaron mal, la restauración del capitalismo y la desaparición de la consciencia socialista de millones de trabajadores, de la falta de alternativas", explica Heberling.
Aldana es más duro con el resto del trotskismo: "El error de la izquierda revolucionaria es continuar como si nada hubiese pasado en la historia. Entendemos que el marxismo es algo vivo, no algo dogmático como creen algunos sectores, que ven lo del campo y buscan si Trotsky o Moreno dijeron algo y pretenden traerlo mecánicamente... Para ellos nada es distinto de lo que fue cien años atrás, todo se responde de la misma manera y lo único que hacen es ir del oportunismo al sectarismo según las circunstancias, sin aportar nada a la política cotidiana".
Pero también es muy crítico con respecto a la llamada izquierda independiente: "Hay un sector que dejó de ser marxista, los sectores socialdemócratas y autonomistas, por más que reivindiquen un nuevo marxismo o marxismo del siglo xxi. Cuando parecía que el fin de la historia había llegado, vino 2001 y después esta primera década del siglo, que dio vuelta toda la del 90 y volvió las cosas casi a la normalidad: es decir, la contradicción central sigue siendo capital/trabajo, y el sujeto social, aunque existen otros, sigue siendo el movimiento obrero, y dentro de éste, el industrial. Se pueden construir nuevos relatos, porque lo que está en crisis es el capitalismo, pero no va a caer solo, porque para nosotros no hay otro relato que lo derrote que no sea el socialismo".
Sin embargo, algo que a estas alturas pareciera una característica inherente al trotskismo, el NM no termina de responder a la pregunta "¿Por qué la izquierda no supo capitalizar la bronca de 2001?". La única respuesta que nos da Heberling es "el kirchnerismo nos robó las banderas". La incapacidad de la izquierda de consolidarse como alternativa se explica por el doble discurso kirchnerista y la ausencia del movimiento obrero en la lucha. Aldana insiste en ver el problema como un fenómeno histórico antes que como una responsabilidad propia: "La izquierda que nosotros representamos tendrá influencia de masas cuando haya procesos históricos diferentes a los que se han dado en los últimos tiempos, en los cuales grandes sectores de trabajadores y del pueblo pobre salgan a pelear con organismos propios, con su consciencia y sus partidos, en situaciones totalmente distintas". Algo que hoy estaría empezando a ocurrir lentamente, desde abajo y desde el seno mismo de la clase trabajadora. Heberling lo explica con entusiasmo: "La novedad del proceso es que hoy tenemos una nueva clase obrera. Entraron a trabajar 4 o 5 millones de jóvenes, y se trata de una juventud que no arrastra la mochila de generaciones pasadas que han tenido derrotas y sinsabores. A partir de ahí se dio otro proceso de recomposición del movimiento obrero, que es el que está organizado".
Si bien estamos acostumbrados a escuchar del trotskismo que ‘se viene la revolución' o ‘se cae el sistema', lo que nos ha vuelto escépticos de sus anuncios casi proféticos, no podemos dejar de reconocer la emergencia de una nueva generación de militantes obreros por un lado y una importante crisis económica por otro.
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