"En San Ignacio, Quiroga es ignorado, menospreciado, a veces detestado", escribió Rodolfo Walsh allá por 1967 en una crónica inoxidable. En 2012, un periodista de Sudestada vuelve a San Ignacio a desandar la huella de Horacio Quiroga, a desenterrar el estigma del escritor enamorado de la muerte, a darse una vuelta por su universo político, que habla de libertades y deja en el camino a los oprimidos de su tierra. Un viaje hacia la sombra del narrador rioplatense que transitó (y escribió) una geografía salvaje, una soledad infinita y un final trágico.
"A veces encuentro poesía en los cuentos de Horacio Quiroga"
Luis Alberto Spinetta,La Nación, 22-11-2008.
Quiroga era un argel de mierda". El hombre que dice esto pasó hace rato los setenta años. Se llama como su padre, Estanislao Duarte. Lleva puesto un sombrero de paja, y con su mano izquierda sostiene una caña de pescar hecha con tacuara. Es la hora de la siesta. El sol pica, oblicuos sus rayos caen sobre el río desde un cielo desprovisto de nubes. En la costa del Puerto Viejo de San Ignacio, donde antes había monte ahora hay llano. El Paraná que alguna vez corrió libre hoy se desarma en brazos muertos, embalses quietos llenos de ramas, el legado putrefacto que dejó la cota definitiva de la represa hidroeléctrica Yacyretá.
"Un argel de mierda, tolongo y caú. Mi viejo no le pasaba". Eso dice el hombre que pesca. En Misiones, el término argel designa a una persona malhumorada, ruin y amarga. Tolongo quiere decir loco o chiflado. Y caú significa borracho en guaraní.
"Ya no va a encontrar a nadie vivo que haya conocido a Quiroga. Yo sé de él por lo que me contaba mi viejo. Siete años laburó con Quiroga. Mi viejo le enseñó a hacer injertos de naranja. Y a pescar también, porque no sabía, no sacaba nunca nada". La lineada del hombre se tensa. Sujeta su caña. Abre bien los ojos y se introduce en el agua hasta la cintura. Un rato más tarde, una boga mediana y plateada sale a la superficie, enganchada mortalmente en su rudimentario anzuelo. A lo lejos, se ve el imponente Peñón del Teyú Cuaré, esa roca gigantesca y rojiza, junto a lo que fuera el terreno donde vivió alguna vez Horacio Quiroga.
¿Quién fue realmente Quiroga? ¿Es fiable la leyenda unificada que lo pinta como un personaje oscuro, fetichista de la muerte y antisocial al extremo? ¿Es cierto, aun, lo que en 1967 escribió Rodolfo Walsh: "En San Ignacio, Quiroga es ignorado, menospreciado, a veces detestado"?
¿Cómo era Quiroga?
Teóricos de la literatura, investigadores de la historia y cazadores de crónicas sobre famosos, han llegado de a cientos a San Ignacio, a lo largo de las décadas, buscando entender distintos aspectos del universo quiroguiano. "Es difícil tomar una dimensión real del personaje sin conocer dónde vivió Quiroga en Misiones. La gente viene acá de todas partes del mundo porque quieren saber, oler y ver lo que Quiroga vivía a diario", advierte Delia Paladea, quien hoy es guía del Museo Casa de Horacio Quiroga.
Uno de estos investigadores que llegó a la casa de Quiroga se llama Horacio Silva. Bonaerense, Silva es escritor, periodista e historiador. Su búsqueda marca un quiebre en la mirada globalizada y estándar que retrata a Quiroga como un ser despreciable. Silva, a su modo, persigue un destello, en la penumbra biográfica del autor de Cuentos de amor, de locura y de muerte.
"En su nutrida correspondencia, encuentro a una persona completamente distinta, llena de optimismo y amor por la vida, incluso poco antes de su voluntaria muerte. Intentaré determinar qué clase de hombre fue en realidad Horacio Quiroga", nos dice Silva, embarcado actualmente en la investigación necesaria para confeccionar una reconstrucción histórica, basada en el entorno de ese tiempo -en el San Ignacio de las primeras tres décadas del siglo pasado-. Así indaga en el carácter de pionero del escritor, en el desarrollo de sus emprendimientos, mientras se sume en el espacio físico mencionado en la obra del uruguayo.
Mientras Silva bucea en la huella quiroguiana, tras un rastro de luminosidad, el mito oficial vigente sigue mostrándonos un Quiroga pesimista, depresivo, y solitario. Ezequiel Martínez Estrada, autor del libro El hermano Quiroga y cartas de Horacio Quiroga a Martínez Estrada, amigo del cuentista, llegó a escribir: "No creo que en la vida de Quiroga, como tampoco en la mía, haya habido un ser que llenara (mejor dicho: colmara) la necesidad indiscutiblemente instintiva de estar con otro ser sin dejar de estar con uno mismo y solo"...
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº115 - Diciembre 2012)
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