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Chile: pescadores en peligro

Un mar de incertidumbre

A fines de año debe quedar aprobada la ley que normará la extracción de peces en un país que posee una de las costas más extensas del mundo. Tal es el plan del gobierno de Sebastián Piñera. Mientras tanto, los recursos marinos disminuyeron hasta la extinción de ciertas especies y la pesca industrial en manos de grandes empresas despobló el océano.

La caleta Queule está al final de una carretera que la conecta con Valdivia, y que toma dos horas en bus recorrerla. En el viaje se atraviesan los oscuros ríos y bosques donde se distinguen decenas de tonalidades de verde. Durante gran parte del año llueve, hay niebla y el frío campea por el territorio. Si bien es perceptible el bosque nativo, desde la carretera son muy manifiestas las plantaciones forestales de pino insigne y eucaliptus para la exportación y como materia prima de celulosa.

La imagen sirve como interpretación, pues lo que ocurre con los bosques es similar a lo que acontece en la minería y en la explotación del mar. El criterio del empresario es maximizar la ganancia sin importar el costo ambiental ni la vida de comunidades campesinas, pescadoras y de pueblos originarios, en el caso de las regiones que atravesamos, la de Los Ríos y La Araucanía pues Queule queda en la más sureña península de esta última. Es territorio lafkenche, como se denomina al mapuche que vive en la costa.

La caleta pertenece al municipio de Nueva Toltén y se alza en la ribera sur del río que le da nombre. Allí viven cerca de 2500 personas, todas de una u otra manera vinculadas a la pesca. Allí, los pescadores artesanales, no importando la edad, se tratan de "viejos". Allí, como si fuera un eterno retorno, se recuerdan los dos maremotos recientes: el de 1960, que arrasó el poblado y el de 2010, que hizo daño pero muy menor en comparación al anterior. Allí, en Queule, se vive al tiempo de la pesca: cuando las condiciones climáticas lo permiten, cuando está bueno, como dicen los viejos, y las lanchas salen a la mar a pescar, y cuando regresan cargadas de sierras, reinetas y corvinas. En ese instante, la caleta y, sobre todo, el muelle parecen hervir, y nada importa como no sea sacar el pescado desde las bodegas de las embarcaciones. El muelle es un ir y venir de cajas colmadas de pescado que van a dar a los camiones de los compradores, que llevarán el alimento a las ciudades del norte, como Temuco, Concepción y de manera principal, Santiago.
Tras esta imagen de pujanza persiste otra. Una que, desde hace dos décadas -pero desde hace un año, más acusadamente- se ha ido instalando en el horizonte y puebla ciertas conversaciones de los viejos y sus mujeres. La escasez de los recursos del mar y la ley de pesca que el gobierno se empeña en aprobar, con el concurso de varios parlamentarios de la oposición, vinculados de diversas maneras a la poderosa pesca industrial. Aquella que con embarcaciones mayores, usando el arrastre como arte de pesca principal, extrae en semanas lo que los pescadores artesanales logran en un año. Boris Rivas, director y profesor de una escuela rural queulina, se muestra pesimista sobre el presente y el futuro: "Como profesor de una escuela, uno debe desarrollar el respeto por los recursos de su zona, promover su cuidado y su uso sustentable en el tiempo, pero así como están las cosas yo no podría decirle a un niño que vea como una opción viable el quedarse viviendo aquí y trabajando de la pesca"...

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº115 - Diciembre 2012)

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Autor

Felipe Montalva