Al Flaco y al Negro los une una historia de amistad, pasión y largas tertulias nocturnas. Desde la tribuna, el Negro gritaba los goles del Flaco con la camiseta de Rosario Central. Después, le insistió durante décadas para que asumiera como DT del Canalla, hasta que lo consiguió. Entre tanto, forjaron un vínculo marcado por ese gusto a barrio y potrero que identifica a Rosario. Entrevista exclusiva con el Flaco Menotti, compañero de bares y amigo futbolero del inolvidable Fontanarrosa.
Imposible eludir ciertos paralelos. Los dos rosarinos y los dos canallas. Los dos futboleros, y también estrechamente ligados al gusto popular. Los dos apasionados y convencidos de su estilo singular. Los dos amigos y compañeros de charlas de madrugada en los bares, amantes del buen fútbol y de los grandes jugadores, el Negro y el Flaco. Fontanarrosa y Menotti. Uno, espectador de los tiempos como jugador del otro, hincha fanático de los mismos colores. El otro, testigo de los mejores relatos, de los más divertidos y originales, aquellos que siempre terminaban con una carcajada en algún rincón de Rosario.
Reacio a conversar con la prensa argentina en estos últimos tiempos, César Luis Menotti acepta la invitación de Sudestada y suma sus recuerdos sobre Roberto Fontanarrosa. Como homenaje, pero también como memoria vital de una amistad que perdura en el tiempo.
-¿Cómo eran esos encuentros de amigos con el Negro en un bar, donde hablaban de fútbol?
-Tuvimos una relación muy especial que parte desde Rosario Central. En 1962, él me hizo un dibujo como jugador, con la camiseta de Central. Después nos seguimos viendo con los años, porque el Negro venía a Buenos Aires para cobrar sus trabajos en Clarín y comíamos juntos. Siempre venía con su Citroën verde. "¿Cómo vas a andar con este auto?", le preguntaba yo. Y él me decía que el auto era como el caballo: "Con este me subo y solo me lleva a mi casa". No sé hasta cuándo lo tuvo... Pasaban los años y el Citroën seguía andando por las calles de Rosario. Era de esos tipos que no entienden de autos, ni de plata, ni de pilchas. Su vida era el arte y era el fútbol.
Teníamos una enorme relación. Siempre jodía con que quería que yo fuera a dirigir Central. Y me prometió que el día que lo hiciera, él me iba a regalar el cuadro con el dibujo que yo siempre le pedía. La memoria de este tipo era increíble: cuando empecé a ser el técnico de Central, se apareció en el hotel y me trajo su cuadro. Era un personaje maravilloso, con un humor increíble... Me acuerdo un día en Dallas, durante el Mundial de 1994 en Estados Unidos. Yo andaba buscando algún lugar para comer y era un desastre: no había nada abierto, unas colas infernales. Cuando ya estaba adentro, había una cola como de cincuenta metros y estaba el Negro Fontanarrosa, último ahí. Lo fui a buscar y le dije que tenía un lugar. Se sentó y me dijo: "Viste lo que es esto... Vos no sabés lo que acabo de averiguar. No sé si me lo van a publicar. Parece que lo de Kennedy es mentira. A Kennedy no lo mataron. Cuando conoció Dallas, se suicidó". Maravilloso, el Negro, un personaje muy especial. Era un fanático de Rosario Central y de jóvenes ya éramos así: unos enfermos del club. Cuando nos juntábamos charlábamos de todo: de música, de tango...
-En uno de sus relatos, Fontanarrosa termina con el recuerdo de un gol suyo a Amadeo Carrizo. Aprovecha ese gol para explicar cómo el suceso se va modificando y agrandando con el paso del tiempo...
-Es el que explica que cada uno que lo contaba decía que había pateado de cada vez más lejos. Siempre jodía con eso porque me tiraba: "Dentro de poco, alguno va a decir que lo hiciste de afuera de la cancha". Ese humor que él tenía desde la seriedad. Porque no contaba chistes, sino que decía cosas que era imposible no morirse de risa. Sobre cualquier cosa: la cara de un mozo, un auto viejo que pasaba. Tenía una capacidad de análisis de las cosas que sorprendía. Por eso era un placer estar con él, y disfrutarlo analizando los partidos. Tengo muchas cosas dibujadas por él, como uno de Inodoro Pereyra y Mendieta de Rosario Central que me hizo cuando me fui al Barcelona. Lo quería mucho y siempre tuve una profunda admiración por él, sobre todo por su sencillez, porque él nunca se enteró de lo que era. Era tan simple, tan buena gente que parecía increíble que escribiera como lo hacía. Siempre me parece que todavía está en Rosario, me gusta mucho recordarlo. Estoy en mi casa y pienso que algún día vendrá por acá. Es injusto lo que pasó por todo lo que el Negro regalaba, tanto talento, tanta imaginación.
-¿Cuál era el fútbol y los jugadores que le gustaban al Negro?
-Le gustaban los que jugaban bien. Era un enamorado de los grandes jugadores. Incluso jugaba al fútbol todos los fines de semana hasta sus últimos días antes de la enfermedad, y además era un tipo de una memoria prodigiosa...
La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 113-Octubre 2012
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