Existen propuestas artísticas y sonoras que exploran nuevos caminos con memorias musicales y expresiones de regiones recónditas de Latinoamérica. Varias de esas vivencias e incógnitas desarrollan en el presente, el dúo electrofolk Lulacruza y la cantante y compositora Soema Montenegro. Ella profundiza sus lazos con el canto ancestral y chamánico en sus propias canciones, en sintonía con el folklore de vanguardia, de la actual generación. Lulacruza, que conforman el argentino Luis Maurette y la cantante colombiana Alejandra Ortiz, genera sutiles canciones en las que conviven los ritmos electrónicos, los colores autóctonos y acústicos y los registros de campo por distintos puntos del continente.
Soema Montenegro y el canto resonante
"Algo se materializa a través de la voz"
Soema Montenegro cierra los ojos y no siente tensión en las mejillas, la piel en leve tono de greda. Algo recóndito baja a su voz y susurra: "Busco aquello de lo que no se sabe a qué época pertenece, en qué momento se grabó. Juego con un folklore imaginario", capta ella, acerca de las melodías y desafíos que cobija su voz tribal en su segundo disco, Passionaria (Acqua Records). Con varias raíces invocadas en esa voz, Soema Montenegro atraviesa doce canciones de vanguardia y puentes de tradición en las que, a partir de palabras con las que brilla cantando, elige poetizarse a sí misma, hablar de amores y nunca dejar de jugar.
Criada en Haedo, hija de correntinos y formada en tantos lugares, la cantante, guitarrista y compositora armoniza colores de un posible folklore venidero, en clave experimental, pero con huellas ciertas de cada territorio. "La importancia de Passionaria tiene que ver con un sonido entre lo viejo y lo nuevo. Me seduce esa sonoridad y esa manera de componer. Es algo que remite al no tiempo", concibe Soema, yendo más allá de la escena del folklore eléctrico y ritual: esa voz reúne una espiritualidad común a distintos géneros. El suyo es un recorrido con marcas de lo andino y lo afroperuano, pero a la vez trae el sur de Brasil, el fado, la milonga y lo uruguayo. Esa ductilidad, quizá, hizo que Gustavo Cordera la convocara como coach vocal y cantante en las giras de La Caravana Mágica.
Pero lejos de esa exposición está ella con el disco Passionaria: la producción de su compañero Jorge Sottile (bandoneón, percusión, udu, arpa de boca), junto a las ideas de Juanito el Cantor, de la banda Doña María, a cargo de las guitarras, arropan las canciones (junto a la guitarra y el cuatro venezolano de Soema) con las texturas y un ensamble de pulso jazzero pero a la vez bien latinoamericano y con negritud: hay contrabajo, ronroco, bombo, flautas, saxo, tuba, piano, cello, violín. Se oyen capas de sonidos y timbres que envuelven, sin interferir, las voces que conjura Soema: que profesa al decir "aquí no hay tiempo, soy nada más", en "La leyenda del Cururú". Puede rozar, esa voz, los secretos andinos en "Flores del desierto", elevándose sobre una comparsa carnavalera recreada en tono de bronces de jazz hasta la estridencia; es abismal cantando "Colibrí" con palabras inventadas: un rastro del guaraní que oía de chica en el barrio; logra recrear el tono exacto del fado en "Profundidade", y en "Milonga de la ensoñada" corporiza, como una desaforada artista de Broadway, "a un personaje que espera a alguien que nunca llega y se vuelve loca en su propio deliro. Me encanta cantar esa canción: es tan deforme".
Lulacruza, la electrónica y las melodías de la tierra
"Hemos descubierto líneas ancestrales"
Hay una invocación de músicas flotando alrededor, del pasado al devenir, en la naturaleza y en las emociones. Hay una calma búsqueda de tradición en sus ritmos electrónicos y de la tierra, con una voz acompasada a los vientos y ríos escuchados y registrados por los caminos. Así avanza el dúo electrofolk Lulacruza, que integran Alejandra Ortiz y Luis Maurette. La colombiana, de cabello castaño ondulado y suaves rasgos, canta elevándose a la vez que interpreta el cuatro y todo tipo de accesorios. Él nació acá: lleva el pelo largo, es muy alto y delgado, y en vivo se desplaza con soltura de la percusión a las programaciones, el charango y las flautas amazónicas. Y juntos, desde que se conocieron hace años en la Escuela Berklee de Boston, conectaron en un diálogo de raíz y de contemporaneidad, trayendo canciones en las que fluyen lo ancestral, lo digital y lo etnográfico, sin frenos de fronteras.
"Lulacruza responde a todo lo que hemos oído, tanto la música folklórica, la electrónica, la experimental, el mundo indígena y el del rock", repasa Luis Maurette, y su barba esconde apenas el brillo de niño en el rostro. Esas energías -celebra- profundiza su último EP, Circular Tejido (Acqua Records), con cuatro temas que no hacen incompleta la escucha sino perdurable, con arreglos y sutiles formas de abordar lo latinoamericano volviéndolo universal: la proyección y la tecnología, arraigadas a distintos paisajes. "Para mí -dice Alejandra Ortiz-, este disco es un regreso a trabajar sobre las canciones. Do Pretty!, el primero, de 2006, estaba basado en ellas. Y ahí empezamos a asentar un montón de ideas y conceptos: se fue generando toda una manera de utilizar técnicas contemporáneas, cosas más ritualistas y nuevos elementos".
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 107 - abril 2012)
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