En un bar porteño, frente a un grabador, David Viñas aporta su mirada sobre la obra de su amigo. Agudo lector de Walsh, Viñas proponía, allá por 2003, una recuperación distinta de su trabajo literario.
Al mediodía, el asfalto de Buenos Aires despide un calor insoportable. Autos, colectivos, cientos de personas tratando de esquivar el aire pegajoso de Avenida Corrientes. Sentado en la mesa de un bar, encorvado sobre el diario La Nación está David Viñas. Digo, David Viñas: intelectual crítico, tal vez el más lucido del país. Viñas: una especie de vikingo con cabellos y bigotes blancos que se enfrenta contra los discursos establecidos desde lo más alto del poder.
Sobre la ciudad va cayendo un telón gris y negro. El cielo anuncia lluvia. "¿Quiere tomar algo?", dice, la voz áspera, un poco ronca. Dejando de lado el matutino de los Mitre, pregunta sobre qué vamos a hablar.
Walsh, le digo. "Rodolfo, muy bien", contesta.
Y comienza a recordar cómo lo conoció, en una librería de calle Talcahuano donde trabajaba su compañera, Pirí Lugones: "Allí aparecía Rodolfo, no con mucha frecuencia, pero aparecía". Viñas habla sobre la relación entre ellos, de un viaje a una isla del Tigre, de las noches en las que Walsh recitaba a Shakespeare: "Él, cuando se tomaba unos whiskys empezaba a recitar Shakespeare de memoria. Una maravilla. Tenía muy buena formación clásica en materia literaria. Él hablaba de Shakespeare, entendámonos".
Afuera caen algunas gotas, la gente sigue caminando y la humedad se nota en los rostros. Viñas pide un café. Le pregunto sobre los primeros cuentos policiales de Walsh: "Él venía de una perspectiva muy tradicional, católica, nacionalista. En realidad, hizo el movimiento inverso a eso que se llama el teorema de Jaureche: venía de la derecha y se corrió cada vez más a la izquierda. En el terreno de la literatura venía de hacer colaboraciones, fundamentalmente traducciones. Era un buen traductor. Yo conocía en ese momento Variaciones en rojo. Eran unos cuentos muy bien armados, pero más que tradicionales, incluso convencionales. Quiero decir, era el estilo de novela policial británica. Empiezan siempre con alguien que está muerto, entonces se comienza a averiguar quiénes son los posibles asesinos. Pero eso se iba corriendo aceleradamente".
David Viñas hace pausas, piensa las palabras y comenta lo que para él es el mejor cuento de la obra de Walsh: "‘Nota al pie' me parece uno de los mejores cuentos de la literatura argentina. Y con esto qué quiero decir: es un cuento internacional, corre en cualquier lado como un gran cuento". Viñas compara "Nota al pie" con "El Aleph": "Borges hace una especie de parodia y la referencia es casi lugoniana, porque es el escritor que quiere escribir un poema sobre todo. Y la verdad que eso es fácil. En cambio, lo de Walsh no. Hay una dramaticidad en el personaje, que es un antihéroe. Por eso digo: ‘Nota al pie' me parece el cuento que marca la posibilidad, de hecho lo es, de trascendencia de la literatura borgeana".
En la obra de Walsh se puede encontrar lo que David Viñas define como "economía de palabras". O sea: un lenguaje llano, sin vueltas ni confusiones, pero que a su vez denuncie de forma precisa y concreta. "Él de eso sabía mucho -dice Viñas-. Era un tipo que ya tenía incorporada una práctica del trabajo literario, un refinamiento literario. Es decir, no escribía a la bartola".
(La nota completa en Sudestada de Colección N° 10 - El periodismo según Walsh)
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