Dado a conocer en 1973 pero escrito en noviembre de 1967, "Un oscuro día de justicia" fue el último texto de ficción publicado por Rodolfo Walsh. Según comentó el propio autor en una entrevista que le concedió a Ricardo Piglia en 1970, la inspiración para narrar esa historia surgió luego del asesinato de Ernesto Guevara en Bolivia. Entonces escribió ese cuento, en un estado de "conmoción", al ver que el Comandante había muerto "demasiado solo". Eran momentos en los que Walsh se debatía acerca de si era capaz o no de comenzar a escribir esa novela que la "crítica" le reclamaba a vivas voces para consagrarlo como un gran escritor, según sus propios cánones.
El Guevara de Rodolfo Walsh
Días antes de terminar el cuento, Walsh había escrito "Guevara", un artículo publicado en febrero de 1968 en la revista Nuevo Hombre. Allí asume "sentir vergüenza" por estar sentado frente a una máquina de escribir mientras otros han muerto combatiendo. Recuerda al Che y rememora su figura imponente: su humor porteño, dice, su humildad. Y desde esa imagen plantea que Guevara era un héroe, sí, pero un héroe a la altura de todos. Una concepción muy similar a la que ya había planteado, una década antes, respecto de aquellos personajes que protagonizaron la gesta narrada en Operación Masacre: "No eran héroes de película, sino personas que se animaron". De allí que no le diera a él vergüenza estar vivo –puesto que el deseo revolucionario es lo contrario de la muerte–, sino que sintiera vergüenza frente al hecho de que Guevara haya sido asesinado "rodeado de tan pocos". Vergüenza que, de todos modos, no será lamento, sino "nuevo punto de partida".
En el cuento "Un oscuro día de justicia" la trama no se estructura a partir de la figura del Che, sino en torno a una espera y una promesa: la llegada del tío Malcolm, no para una típica visita de domingo, sino para que "trompee" al celador Gielty, verdugo de su sobrino El gato, y del resto de los niños que habitan el internado de los irlandeses, a quien Walsh denomina "el pueblo". La espera se concreta y, hacia el final del relato, el tío Malcolm llega, por fin, y trompea al celador. La historia parece cerrar así con un final feliz. Pero no. Porque Gielty se repone y deja fuera del "ring" a Malcolm. Y allí se produce la verdadera "educación sentimental". Escribe Walsh: "El pueblo aprendió que estaba solo y que debía pelear por sí mismo". Porque finalmente, "el tío Malcolm quedó como un héroe a mitad de camino".
Queda clara la crítica que Walsh, como tantos otros, sostiene respecto de la "teoría del foco" pregonada por el Che. Pero como el propio autor sostiene en el mencionado artículo, la muerte de Guevara funciona como nuevo punto de partida. La crítica al foco no implica un cuestionamiento al ejercicio de la violencia popular, sino a la falta de ligazón de la vanguardia con las luchas emprendidas por las masas. Por eso Walsh va a vincularse al sector del peronismo de base, primero, y luego a Montoneros (y en Montoneros dirá, a principios de 1977, que si la teoría de la vanguardia galopa demasiado delante de la realidad, "se corre el riesgo de transformarse en patrulla perdida"). Tal vez podamos pensar la lección del pueblo del internado de los irlandeses en estrecha relación con el lema esgrimido por la CTG de los Argentinos. Central sindical que Walsh integrará, dirigiendo el Semanario CGT. Consigna que sostiene: "Sólo el pueblo salvará al pueblo".
La serie de los irlandeses
En 1965, la prestigiosa editorial Jorge Álvarez le publica a Rodolfo Walsh el libro de cuentos Los oficios terrestres, que incluye los relatos "Corso", "Esa mujer", "Fotos", "El soñador", "Imaginaria" e "Irlandeses detrás de un gato".
Este último relato inaugura la serie de los irlandeses, ese tríptico de cuentos en los que Walsh construye un micromundo de chicos pobres en un internado de irlandeses. Como ha señalado Silvia Beatriz Adoue, en su libro Walsh, el criptógrafo. Escritura y acción política en Rodolfo Walsh, con sus personajes "demasiado terrestres", el autor de El caso Satanowsky busca conjurar cualquier intento o ilusión de gestar un héroe épico. No es para menos, ya que la épica posible pregonada por Walsh, como ya se ha mencionado líneas atrás, está basada en los pequeños gestos de gente común.
En este primer cuento, el eje está puesto en el proceso de inclusión de el Gato en la jerarquía del internado, que reproduce en su interior las relaciones de poder y de opresión de la sociedad capitalista (el más fuerte aplasta al más débil). No está de más recordar que Walsh era un atento lector de Roberto Arlt, para quien la sociedad, tal como analizó Oscar Masotta en su clásico libro Sexo y traición en Roberto Arlt, no era más que una inmensa escalera de verdugos.
Dos años después, en 1967, nuevamente por Jorge Álvarez editor, Walsh publica su segundo libro de cuentos: Un kilo de oro, integrado por los relatos "Cartas", "Nota al pie", "Un kilo de oro" y "Los oficios terrestres", segunda entrega de la serie de los irlandeses.
En el reportaje que le hiciera Piglia, Walsh destaca –a la vez que lo tensiona– el componente autobiográfico de "la serie": "Evidentemente hay una recreación autobiográfica pero, quizá, no tan estrecha como podría parecer. Lo autobiográfico es nada más que un punto de partida, una anécdota y a veces ni siquiera una anécdota entera sino media anécdota. Porque yo estuve en dos colegios irlandeses, uno en Capilla del Señor, que era un colegio de monjas irlandesas en el año '37 y después en el '38, '39 y '40 estuve en este otro, el Instituto Fahy de Moreno, que era un colegio de curas irlandeses. En este sentido hay una realidad mixta, ¿no es cierto?, porque hay un mundo de irlandeses pero al mismo tiempo es la Argentina, y es indudablemente en la Argentina, es decir, hay una burla acerca de uno de los personajes, no sé si en este cuento o en cuál de los cuentos, que dice que uno de los personajes pretendía ser descendiente de reyes y no de humildes chacareros de Suipacha. Cada tanto eso está, está porque estaba, el mundo se vivía así, doblemente".
En esta segunda entrega de la serie comienza el verdadero proceso de "construcción de un pueblo". La historia gira aquí en torno a la ayuda que el Gato le ofrece a un internado más débil que él, rompiendo así la lógica de la "escalera de verdugos", y pregonando una verdadera "ética de los pequeños gestos de la gente común".
"Hay una evolución en los cuentos", insiste Walsh en la entrevista con Piglia. "Aquí, en este cuento, se empieza a hablar del pueblo y de sus expectativas de salvación representadas por un héroe, es un héroe externo, es decir, no deposita sus expectativas en sí mismo, sino en algo que es externo, por admirable que pueda ser".
Queda claro entonces por qué esa "épica posible", protagonizada por "seres comunes" y gestada sobre la base de "pequeños gestos", será la gran lección que puede leerse en "Un oscuro día de justicia"...
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada)
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