Entre 1966 y 1967, Rodolfo Walsh recorrió las provincias del Nordeste junto al fotógrafo Pablo Alonso, para una serie de crónicas que permaneció como la producción de mayor tono etnográfico, sin resignar brillo narrativo, en su profusa producción periodística. Esos textos representaron una profundización de sus técnicas de investigación y escritura. También fruto de ese viaje fue "El remate del siglo", un texto muy breve, publicado en 1967, reeditado hace pocos años y que aquí se comenta por primera vez: el texto olvidado de los años de Rodolfo Walsh por el Litoral.
Pega el calor del 66. No hace diez años que le revelaron que vivía uno de los fusilados en los basurales de José León Suárez, y al recobrar ese testimonio primero, el de Juan Carlos Livraga, para desencarnar a los golpistas del 55, comenzó su marcha y su compromiso: su desdén por la visión oficial y militar de los hechos. En voz contraria le dispararía una serie de notas, en tres meses, que desde 1957 había partido en dos su vida y la propia historia del periodismo narrativo y político de la Argentina: Operación Masacre.
Diez años después, ya ha vuelto él, Rodolfo Walsh, de participar de la agencia de noticias Prensa Latina en Cuba, al compás del proceso revolucionario andante. Aún no abrazó la militancia revolucionaria como otra forma de poner el cuerpo cuando se incorpora a Panorama, de editorial Abril, donde escribirá hasta su despido, el 31 de marzo de 1972. Y lo que tiene por delante es una travesía. Se proyectará a los universos del Nordeste argentino para contarlo. Hallar un tono, una voz que se mezcle con las voces litoraleñas. Ahí estará Walsh, caminando nuevos territorios con la libreta, un grabador y su capacidad de observación. Al rastro de las huellas del Río Paraná en él.
Así despunta el 66. Walsh tiene 39 años, y emprende un viaje al Litoral: se sumerge en ese panorama de ríos, esteros y selvas de asfixia; de silencios de tareferos y tealeros, y va en compañía del tremendo fotógrafo Pablo Alonso. La continuación en imágenes de la respiración escrita de Walsh. El motivo será el descubrimiento: trabajar en varias crónicas sobre esas tierras y sus hombres y mujeres; sobre realidades no mostradas por los medios porteños, lejos de las retóricas turísticas de los bellos destinos del Litoral: Corrientes, Chaco, Misiones, Santa Fe…
Las reseñas conocidas lo grafican bien. Las crónicas y notas fruto de ese largo viaje de Walsh fueron publicadas, entre abril del 66 y diciembre del 67 en Panorama, entremedio una en Adán (también de Abril), y dos posteriores en Georama, en 1969. La que no se menciona, e incluso no figuró sino como un deseo en la compilación El violento oficio de escribir (1953-1977), es una breve nota de Walsh acerca de las Cataratas del Iguazú, publicada en el semanario Extra (aquel de Bernardo Neustadt) en agosto de 1967. El escritor Daniel Link, a cargo de la edición de El violento oficio de escribir, agradecía en el prólogo a quienes impacientaron "a cientos de recepcionistas para conseguir lo inhallable". Y confiaba: "Sólo queda la súplica, para quien conozca la localización de una nota de Walsh sobre Iguazú publicada en Extra que nos lo haga saber. Sólo eso nos separa del Cielo".
El cielo llegó en 2007, cuando El violento oficio de escribir fue relanzado por De La Flor. Allí se incluyó felizmente "El remate del siglo", la nota de Walsh sobre el Iguazú. Antes sólo figuraba una mención bibliográfica de Roberto Baschetti… ¿Y qué se cuenta en ella, en diálogo con aquellas crónicas litorañelas? A su tiempo: ahora es el del recorrido vivencial y narrativo que trazó Walsh (con Alonso) al inicio por Corrientes...
Ahí está su primera crónica litoraleña: salió en Panorama en abril del 66, se llama "Carnaval Caté" y relata los pormenores y detalles (incluso los menos elegantes) del carnaval correntino y sus hacedores, con su devenir aristocrático y sus costos monetarios, en tiempos de una severa inundación. Y la crónica de junio de ese año es, aun hoy, una de las más revisitadas y mencionadas: "La isla de los resucitados". En ella, entreverado en la selva chaqueña, visitó el leprosario emplazado en la Isla del Cerrito (donde amagaban mezclarse los ríos Paraná y Paraguay) y habló de cómo vivían ellos, los internos, en esas diez hectáreas… ¿Qué decir de esa larga crónica que no haya sido contado? Que Walsh nunca ve con ojo ajeno (menos, lejano) a los leprosos. Ellos son lo que toman la voz y comandan el relato exponiendo sus miedos, su felicidad, su deseo silenciado: su presente.
En julio de 1966 Walsh publicó –y allí estaban las impredecibles imágenes de Pablo Alonso– "El expreso de la siesta", una crónica aún no tan releída como aquélla, en la que ambos se subieron a un cansino tren de Corrientes que atravesaba pueblos como recuerdos idos (hoy ya no existe), junto a las luchas pendientes de sus trabajadores. Y la nota que le siguió, de noviembre de 1966, fue algo más corta pero no resignó potencia: se titula "San La Muerte" y, de Corrientes al Paraguay, relata y descifra –sin resignar misticismo– cómo se despliega la veneración a la deidad pagana y de los correntinos de abajo.
Otros misterios iba a volcar, no casualmente el mismo mes, indagando en las creencias populares en arraigo con el agua en la crónica "Viaje al fondo de los fantasmas": salió también en noviembre de 1966, no en Panorama sino en la revista Adán. En ella plasma imágenes y voces de esa vasta geografía del centro de Corrientes llamada Los Esteros del Iberá. Y pone en foco la realidad: "La pobreza, la falta de higiene y la mala alimentación son, en el Iberá como en otras partes, los enemigos más temibles. La porá, los fantasmas, las serpientes de fuego, huyeron hace tiempo del Iberá. Si de pronto se oyen en las lagunas unos gruñidos misteriosos, y un tanto bestiales, lo más probable es que sea la radio a transistores del cazador, transmitiendo el boxeo del Luna Park".
Es Misiones el otro universo que perseguirá Walsh: editada en Panorama en diciembre de 1966, la crónica "La Argentina no toma mate" contó e historizó, con sensibilidad etnográfica, la explotación encarnada de los yerbales y la pasión de los hacedores del insumo capital de la Argentina, y cómo –lo mismo que hoy– ellos se queman la piel trabajando para los modernos señores feudales del Litoral. ¿Qué más descubre y recobra Walsh en Misiones? En "Kimonos en la tierra roja", de febrero de 1967, se traslada a Colonia Luján para contar acerca de la llegada de japoneses a la provincia desde los años 20 y sus arduas vidas en una tierra exigida: no un paraíso, el Litoral. Los japoneses fueron también olvidados, sabe Walsh, fascinado por esa cultura ancestral y sus prácticas traspoladas al universo paranaense...
(la nota completa en la edición gráfica de Sudestada)
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