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Borges todavía

Hay dos reacciones típicas, y sólo en apariencia opuestas, que permiten dar medida de la grandeza de un autor después de muerto. La primera es el intento de apropiación de su figura por corrientes estéticas (o ideológicas) contradictorias entre sí, o por las que el autor nunca en vida se hubiera inclinado, una torsión de textos y argumentos en el afán de todos de tener al "nombre" de su lado.

La segunda es el ataque empecinado, los sucesivos intentos de erosionar su figura o destronarla. Al erigir a un autor como blanco predilecto, o al oponer contra él, como si la literatura fuera un ring, contendiente tras contendiente, no se hace más que confirmar su dimensión y su peso.

Borges, en estos años, tuvo el privilegio de correr las dos suertes. Los intentos de apropiación no esperaron ni un minuto después de su muerte: Vlady Kociancich recuerda en su reciente libro La raza de los nerviosos la sorpresa que les deparó, a quienes "en la intimidad y en público lo oímos repetir cortésmente pero con firmeza, su convicción de ateo", el solemne funeral religioso con que se lo enterró, con dos sacerdotes, uno por la Iglesia Católica, otro por la Protestante, "como si un solo delegado del otro mundo no bastara para convencernos de que Borges conseguirá alojamiento en algún Paraíso".

Más fundada, más establecida, aunque también discutible, es la postulación de Borges como un representante tempranísimo (y desprevenido) en las filas del posmodernismo. Las citas apócrifas, la permanente evocación de otros textos, los diálogos intertextuales, la idea de que toda escritura es reescritura, la ironía, y aun el hecho de que no escribiera novelas y prefiriera las formas breves, se han tomado como evidencias suficientes. Pero apenas uno se detiene a examinar los procedimientos narrativos de Borges, aparecen otras explicaciones tanto o más razonables. Es cierto que cuando Borges escribe típicamente acumula ejemplos, analogías, historias afines, variaciones de lo que se propone contar. En "El Aleph" enumera otras versiones posibles de la esferita que contiene a todas las imágenes del universo: el espejo de Merlín, la lanza de Júpiter o una columna de piedra en una mezquita de El Cairo, que encerraría en sí "el atareado rumor" del universo. En "Funes el memorioso" hay también una lista de los casos históricos o legendarios de memoria prodigiosa. Y el cuento "Historia de dos reyes y dos laberintos" estaba precedido, en su primera versión, por un ensayo tres veces más largo sobre los laberintos más famosos de la historia.

(La edición completa en Sudestada de colección Nº9 Borges vs Arlt)

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Autor

Guillermo Martínez