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10 años de la Guerra del Gas

El día que el indio bajó del alto

Si bien los levantamientos populares de Bolivia se extendieron entre 2000 y 2005 de distintas maneras y con diversos protagonistas; en octubre de 2003, la llamada "Guerra del Gas" marcó un hito en la historia sudamericana. En las líneas que siguen, un breve intento de reconstruir la historia y las claves de esas fechas.

1. Las fechas a veces son anec­dóticas y los movimientos sociales no tienen rostro ni forma de explicarse desde afuera o en la figura de algún líder, sindicato, o en las transformaciones políticas que generan sus exabruptos. Aquel 13 de octubre de 2003, la foto mostraba al presidente más "gringo" de la historia de Bolivia salir huyendo en avión a Estados Unidos, donde aún permanece refugiado como premio al intento de imponer durante una década el decálogo de reformas conocidas como el "Consenso de Washington". No funcionó. Después de 65 muertos y un bloqueo que recordara las hazañas de Bartolina Sisa y Tupak Katari, el pueblo aymara había arrinconado nuevamente al poder firmando el certificado de defunción de las políticas neoliberales en un proceso que culminaría en 2005 con la asunción del primer presidente indígena de América Latina. ¿Dónde quedaron los protagonistas? ¿Cuáles eran sus verdaderas motivaciones? ¿Están conformes con el resultado? ¿En qué momento los héroes anónimos dejarán las leyendas orales y las páginas de los manuales de historia (oficial o no) para volver a poner en jaque nuestra visión del mundo? Apenas quedan mosaicos, vagos recuerdos y análisis con los que retratar esos momentos en los que la escala de Richter de la sociedad alcanza sus más altos niveles de expresión.

2. Raquel Gutiérrez es mexicana, licenciada en Matemáticas, doctora en Sociología. Los veinte años que vivió en Bolivia incluyen su paso por el Ejército Guerrillero Tupak Katari (EGTK) en los años ochenta y el grupo intelectual Comuna en los noventa, ambas experiencias junto al actual vicepresidente del país, Álvaro García Linera. En su libro Los Ritmos del Pachakuti, asume el riesgo intelectual de describir el horizonte interior de los levantamientos. "Yo no juzgo desde lo fáctico, sino desde los deseos más profundos que estaban en juego. Parto de la existencia de un horizonte comunitario popular que se expresó entre 2000 y 2005 y tuvo uno de sus puntos más significativos en 2003. Este horizonte popular tiene dos grandes contenidos: una voluntad reapropiadora de la riqueza material y otro que es una cuestión de un contenido político muy claro: es necesario deliberar de otra manera los fines que como sociedad podemos proponernos. Era una ambición de recomponer los términos de lo político", explica.

Su compañero de Comuna y ex constituyente, Raúl Prada, agrega: "Lo que ha ocurrido de 2000 a 2005 ha sido un movimiento de movimientos; es decir, una movilización de carácter prolongado, un concepto parecido al de Mao de guerra prolongada. En el caso del movimiento del altiplano, recoge la memoria larga indígena, que es la guerra anticolonial desde el siglo xviii. Hubo una potencia social que emergió interpelando al Estado y a la sociedad boliviana a partir no de matrices ideológicas, sino como una sociedad a un Estado en el que ya no cree. Son movimientos que están buscando una crisis profunda del Estado-Nación, no solamente en Bolivia sino en América Latina. Un Estado-Nación que se ha construido sobre cementerios indígenas desde la Argentina hasta Alaska", explica.

Además de las fuerzas aymaras del altiplano lideradas por Felipe Quispe, ex líder del EGTP y en ese entonces Secretario General de la poderosa Confederación Sindical Única de Trabajadores del Campo Boliviano (CSUTCB); en Cochabamba un denso conglomerado de organizaciones sociales urbanas y semirurales se unía en la Coordinadora del Agua (luego transformada en Coordinadora del Gas), liderada por Oscar Olivera, de la Federación de Fabriles. Un poquito más al noreste, adentrándose en la selva amazónica, había surgido desde los ochenta el movimiento cocalero liderado por Evo Morales. Una base social integrada por colonos indígenas, migrantes expulsados de las minas y las ciudades por las reformas neoliberales de los 80, y del campo altiplánico, o a causa de la sequía impuesta por el calentamiento global. Pequeños agricultores que, a pesar de la estigmatización del gobierno local y de los Estados Unidos, con una lógica simple, abocaron su producción a la siembra del cultivo más rentable: la hoja de coca. Como bien explica Gutiérrez en su libro, estas tres corrientes sociales sumarían fuerzas a lo largo de los levantamientos con diferentes estrategias, horizontes internos y, sobre todo, encuentros y desencuentros que marcarían su destino y el del país.

(La nota completa en Sudestada n° 123, octubre de 2013)

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Autor

Tomás Astelarra y Matías Pujol