Lúcida, temible, única, Aurora Venturini, con más de 43 libros publicados y 7 por publicarse, escribe como una forma de combate y resistencia. En las líneas que siguen, nos cuenta sobre su exilio en París, su amistad con Eva Duarte, algunas de sus novelas y su lucha contra el olvido.
Tenía 85 años cuando ganó el Premio Nueva Novela con Las Primas. Para ese entonces, ya había publicado 42 libros y había otras seis novelas en preparación. El jurado integrado por Guillermo Boido, Juan Forn, Rodrigo Fresán, Juan Sasturain, Alan Pauls, Sandra Russo y Guillermo Saccomanno, al leer el original, creyó que se trataba de una broma de Enrique Vila-Matas: la novela había sido presentada tipeada en máquina de escribir. Pero no había sido Vila-Matas; fue Aurora Venturini la que hizo caer de culo a más de uno con el escrito de su novela, porque siempre sostuvo que las computadoras están endemoniadas, que es mejor escribir en la eléctrica. La autora sabe, también, que los personajes de sus cuentos y novelas son fantasmas de personas. "Nadie crea algo absolutamente original. Cualquier aparente subjetividad arranca de la patética e incorruptible realidad".
Una realidad social que la condenó durante décadas por ser peronista, mujer y amiga personal de Eva Duarte. "Yo soy de Evita. Soy peronista de izquierda. Me pesan las angustias que he vivido. Me tiraron y todavía me tiran piedras. Pero ningún peronista puede dejar de serlo. Sigo. Fui amiga íntima de Eva Duarte. Con ella, como trabajadora social, me dediqué a la minoridad y la familia. Me puse del lado de los abandonados, de los desposeídos. Trabajábamos las dos día y noche. El hambre no da tregua. La vi enfermarse. La vi pelear, incluso con el médico que le comunicó el diagnóstico. Eva le gritó: ¡No tengo tiempo de morirme! ¡Ahora, no! Hasta último momento, me pedía que le contara chistes verdes. Esa mujer fue única. Eva es mi bandera".
Aurora es una mujer delgada, lúcida, por momentos temible. Ella, en cambio, no le tiene miedo a nada, salvo a la dictadura. A veces sueña que la vienen a buscar. Cree que una vez más la van a torturar:
"Fue en el 56. Yo trabajaba en el Normal 1, en la ciudad de La Plata. Estábamos fichadas. Entonces, armaron un tribunal. Entre otros, nos interrogó el escritor y crítico Estrella Gutiérrez. Éramos cuatro docentes sospechadas de peronistas. Nos indagaron con desprecio. Mis compañeras se salvaron. Dijeron que estaban arrepentidas o que ellas no eran peronistas, que sus maridos... Yo, en cambio, los enfrenté. Dije que sí, que era peronista. Y a Estrella Gutiérrez le vi tanto odio en sus ojos de gorila que le vaticiné: ‘y vos te vas a morir'. El viejo huyó, descompuesto. Me volví caminando a mi casa. Me interceptaron, me secuestraron y, en el encierro, me patearon hasta triturarme todos los huesos de los pies y la matriz, los intestinos. Así fue el odio y así duró hasta los 70. Todavía dura".
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 109 - junio 2012)
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