Trashumar significa caminar hacia los mejores humus, la mejor gente, la mejor tierra. Y así caminando, siguiendo las huellas de la cultura popular argentina, llegamos al "nuevo folklore", aquel que retoma las primeras denuncias de Yupanqui, el "nuevo cancionero" de los años sesenta de Tejada Gómez y Matus y los mezcla con géneros como el reggae y el rock. Aquellas chacareras, valses y zambas de los artistas populares, de la vieja bohemia del norte, vuelven a cantarse y a grabarse junto a canciones de amor y desamor, a canciones que denuncian desde la contaminación del Andalgalá hasta el asesinato de Kosteki y Santillán, y nos hablan de la lucha y la resistencia de los pueblos campesinos.
Si hay algo que caracteriza a este santiagueño de Frías, es que cada vez que canta lo hace con el corazón; se ve en los ojos, se escucha en la voz. Y es que, como él dice, el folklore se siente adentro, bien adentro, sólo desde ahí se lo puede cantar, desde lo profundo de la tierra y del alma. Raly Barrionuevo es uno de los mayores exponentes del "folklore joven". Se define como un "comunicador de injusticias" que empezó a tocar de pequeño la guitarra y a cantar en peñas locales y fiestas populares de la zona.
A partir de la salida de Ey Paisano en 2004, uno de sus discos más políticos, donde reafirma su compromiso con movimientos sociales como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE) y su defensa por los derechos humanos, Raly fue invitado por el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau y el Ministerio de Cultura de Cuba a presentarse en el Teatro Karl Marx de La Habana, junto a artistas latinoamericanos como Silvio Rodríguez, Roy Brown, Beth Carvalho e Isabel Parra. También fue parte de la delegación cubana en Mar del Plata cuando se realizó la "Cumbre de los pueblos", en contrapartida con la "Cumbre de las Américas" que contó con la presencia de George W. Bush.
En el medio de su vida entre Unquillo y Frías, tuvimos la suerte de encontrar un rato a Raly afuera de las rutas argentinas que tanto conoce y frecuenta para hacerle esta entrevista; que más que una entrevista fue una larga y amena charla entre sopa y risas, con toda la humildad y la generosidad que este santiagueño tiene y transmite
-Si bien naciste y te criaste en Santiago del Estero, donde el folklore es parte de la vida de sus habitantes, ¿qué recuerdos tenés de tus primeros acercamientos al género?
-En mi casa había varios discos de música folklórica. El tocadiscos era mi juguete principal de chiquito, con el que pasaba varias horas al día. Cuando no iba a la escuela, jugaba a la pelota como todos los chicos pero el tocadiscos ha sido mi primera escuela de música. Cuando yo era bien chiquito, tenía una guitarra pequeñita como de juguete y un bombo legüero, todo niño santiagueño lo tiene. Entonces me pasaba muchas horas tocando sobre las canciones. Discos de Los hermanos Ávalos, que eran un grupo histórico, y otros de Santiago. Mi mamá cada tanto se compraba discos, porque había que encargarlos.
Mi experiencia tiene que ver con haber nacido en un lugar donde lo único que se escuchaba era folklore, en mi casa había discos de música cuyana que estaban muy de moda en los setenta. Un mundo muy distinto del resto de los lugares es el que se vive con la música folklórica en las provincias del noroeste. Salvo en el litoral, que hay una cultura muy fuerte ligada al chamamé...
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 103 - octubre 2011)
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