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Musiqueros

Sofía Viola: "Yo sé lo que sabemos todos. Te lo canto, nada más"

Es una cancionista imparable, entre la ironía y las profundas melodías que atrapa con los ritmos en la piel: tango, milonga, vals, rocanrol, cumbia y los mundos del folklore resuenan en la voz de Sofía Viola. A los 22 años, nacida en Lanús y con una larga historia de recitales en varietés, antros y escenas diversas, grabó dos discos artesanales, prepara el tercero, Júbilo, y ya es celebrada por sus colegas y por quienes la descubren en el circuito under, en las peñas eléctricas o en cualquier parte. Ventana a la vida de una artista singular que ya atesora más de 120 temas, que maneja recursos escénicos a pura risa, intuición y poesía, y con su guitarra y su charangón trae canciones que no pueden olvidarse.

A los 17 ya cantaba en un antro de Temperley. Quebrándose de tango y poesía, de humor, vino y soledad, Sofía Viola caminó las noches del sur y encurdó en melodías escribiendo a ojo desaforado, como si fuera la última vez. Seduciendo, agitando madrugadas -y rimas- con una risa curtida en los labios, se hizo cancionista; o buscando el sol, como ahora, al mostrar sus tatuajes: la trompeta que cruza el brazo izquierdo, otro de Violeta Parra, el arco iris, "y acá en la pierna tengo una jirafa que me hice en Temperley", dice en un banco de la Plaza Mariano Moreno, en Remedios de Escalada. Y ve marcas de un temporal del infierno: los árboles destrozados frente a las hamacas donde jugaba de niña y escuchaba la calle. A los 22, Sofía Viola oye a los pájaros y tiembla de frío, se acomoda el jopo negro y le exige a su manager Gustavo Ameri:

-Yo quiero mate a morir, eh.

-Sos muy joven para morir, aguantá a los 27.

-Ja, no, en todo caso muero antes.

-Mirá Tanguito, que murió a los 27.

-Si te falopeás mucho te morís, no hay mucha explicación.

-O también Amy Winehouse: Wine-house, "la casa del vino". Es raro lo de los apellidos...

¿Y Viola? "Yo soy Sofía Soledad Viola Echeverría: Viola es mi viejo, ‘el Pollo', trompetista. Él me decía: ‘¡tenés que tocar la viola!' y, re chiflado, me puso a estudiar violín en el conservatorio. Yo iba llorando, no entendía un carajo y hacía trampa siempre. Así pasé al segundo año: aprendía todo de memoria. Nunca cacé la onda de ahí, y a los 16 empecé canto en la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Me la pasaba militando en el centro de estudiantes; iba más a conocer músicos que a estudiar". Un profesor le dijo: "cantá un tango, pero hacelo melódico". "Y yo, re Tita Merello, rea: ‘¡Qué melódico! A mí me gusta el tango. No voy a cantar melódico'. Ja, quién sabe, ¿no? Las vueltas de la vida. Si escupimos pa' arriba nos cae en la jeta".

Justo es la frase de un tema suyo, que sigue: "Si miramos TV, caca en nuestras cabezas/ No nos enseñan bien, en la escuela te inventan y te enferman, transmitir el saber de boquita en oreja". Ahí hace scat y algo italiano fluye (en vivo, estalla con "Tintarella di Luna", de Mina) en esa voz gruesa, o tan dulce, que se come los escenarios del under y hace pedir bises a morir, algunas de esas letras de ingenio e ironías rimadas que va a volver a presentar el 8 de octubre a la medianoche en Café Vinilo.
Hoy, Sofía Viola atesora más de 120 temas, apenas dos discos y, claro, incontables ritmos en la piel: milonga, vals, reggae, vibración andina, roncanrol y cumbia feliz; todos los que brillan con ella al verla en vivo: las mejillas redondas, el cuerpo abrazando la guitarra o el charangón, el pelo corto revoleado en trance punk, sus tarareos...

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 103 - octubre 2011)

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Patricio Féminis