Con el mismo compromiso de su padre, desaparecido en la ESMA, la Galle vuelve de un largo exilio para conocer la verdad y continuar su lucha. Cae presa en Brasil y luego de cuatro años, es trasladada a Argentina. Aquí es víctima del resentimiento de jueces vinculados a la dictadura, que le niegan el beneficio de las salidas transitorias. En un encuentro con la revista Sudestada, nos cuenta de su resistencia en la cárcel y su defensa de los derechos de sus compañeras.
Cuando Alberto Sordelli me propuso ir a la cárcel de Ezeiza para conocer a la Galle, presa política desde 2002, un escalofrío corrió por mi espalda. Nunca había entrado a una cárcel. Y no me preocupaba tanto la mirada de los guardiacárceles, sino sentir por un diminuto instante el encierro que otros tienen que soportar por años.
Para llegar al penal, primero hay que cruzar la autopista Ezeiza-Cañuelas por un puente peatonal. Desde allí arriba se puede apreciar toda la inmensidad de la prisión, dispersa entre campos enormes, custodiada por centinelas azules. Tamaña empresa causa miedo. Respiré hondo y mis ganas de libertad quedaron atrapadas en mis pulmones. El atardecer sobre los campos me generaba una sensación contradictoria. ¿Podrán ellos, desde adentro, tener esa visión que tuve al menos por un segundo? Antes de que mi mente empezara a volar por absurdos filosóficos, me interrumpió un pensamiento en forma de cuchillo: ¡no traje los documentos!... "Che Sordelli tenemos que volver, me olvidé los documentos"... Pobre Sordelli, no puso la cara que yo hubiera puesto en su lugar, sólo dijo: "No te preocupes, yo te hago entrar". Sordelli es un periodista de esos que no paran de caminar, que llevan siempre la misma campera, que no les importa la comodidad, sino andar y andar detrás de la verdad. Así entró en contacto con muchos presos políticos. Por eso conoce el sistema carcelario como la palma de su mano. Llevaba una bolsa de consorcio repleta de ropa que había juntado para sus amigas presas. Y finalmente, claro, pude entrar a la Unidad 3 de mujeres, atravesando puertas robustas y miradas policiales huidizas, hasta llegar al aula donde nos esperaban la Galle y su amiga Olguis, con una mesa repleta de ricas facturas que ellas mismas habían preparado, y un mate exquisito de esos que sólo se pueden preparar en prisión.
Encerrada en el pasado
Karina Germano López, "la Gallega", ya pasó los 40 y estudia sociología en el Centro Universitario Ezeiza (CUE) que depende de la UBA. Es una mujer muy cariñosa y a la vez muy frontal, con un pensamiento y un discurso muy firmes, capaz de aplastar la mirada de cualquier juez soberbio. Desde que llegó a la cárcel, provocó una tormenta que hizo caer la pintura de los muros. Ayudó a organizar a sus compañeras para defender sus derechos, sobre todo los del trabajo y el estudio dentro de la cárcel. La fuerza le viene de su propia historia, que es la de sus padres, militantes popu¬lares que comenzaron a ser perseguidos en el 74 por la Triple A. En aquella época oscura, la familia entera sufrió allanamientos y detenciones. Ella misma, de tan sólo 10 años, y su hermano menor, fueron víctimas de interrogatorios forzados. Luego de pasar a la clandestinidad ante las circunstancias, su padre fue secuestrado y trasladado a la ESMA para no aparecer nunca más. Su madre, con todo el dolor del mundo, se los llevó a Suecia y luego a la península Ibérica. Recién en el año 98 Karina se animó a volver e intentar reconstruir la historia de su padre. Así se unió a la agrupación H.I.J.O.S (Hijos por la Identidad y por la Justicia contra el Olvido y el Silencio) desde donde denunció y escrachó la impunidad militar y la falta de justicia.
Su propósito de lucha y liberación popular la llevó a Brasil, donde ocurrió lo inesperado. Fue detenida en San Pablo, en 2002, junto a cinco compañeros militantes, acusados del secuestro de un empresario. Los condenaron a 30 años de prisión, en una causa con muchas irregularidades, y sin ser reconocidos como presos políticos. A partir de allí, Karina va a sufrir en carne propia los resabios de la dictadura en el sistema judicial, acrecentado por el rencor de los jueces ante la empecinada costumbre revolucionaria de escarbar el pasado para la lucha de hoy. "Sabemos cómo las injusticias están a la orden del día en estas mafias jurídicas, que defienden los intereses de los poderosos de siempre, encarcelando luchadores sociales y a la población más desfavorecida socialmente, la exclusión social de la pobreza de nuestras tierras", escribió en una carta.
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 94 - Noviembre 2010)
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