Rosarino, humorista y escritor (en ese orden), Roberto Fontanarrosa accedió a una charla sin desperdicio con Sudestada. La palabra de uno de los hacedores de historias más talentosos del país.
Arremolinados cual moderna versión sureña del malón de Pinzén, los integrantes del staff de Sudestada rodeamos al escritor y lo dejamos sin escapatoria. El hacedor de personajes tan entrañables como Inodoro Pereyra, Boggie, Mendieta y la Eulogia tenía algo para contarnos. Los que siguen son algunos tramos de la charla con Roberto Fontanarrosa a lo largo de un desordenado reportaje donde se abordaron temáticas diversas, desde la tapa amarilla de la colección Robin Hood hasta los eruditos en palos borrachos.
Cómo es eso de ir y venir a Buenos Aires, ¿estás acostumbrado a las dos ciudades?
Buenos Aires me es familiar en ciertos circuitos porque es muy grande, hay zonas por donde no he ido nunca. Por momentos me da la impresión de que Buenos Aires es medio inabarcable. Casi siempre mis circuitos estuvieron ligados a donde estaba ubicada la editorial, no salgo mucho de eso, pero me resulta una ciudad bastante familiar y con mucha gente amiga. De cualquier manera, volviendo un poco a la primer pregunta, tengo la sensación, más bien es una sensación que una certeza; y por lo que me cuentan amigos míos que viven en ciudades grandes: a chances económicas parecidas, la calidad de vida es mejor en ciudades más chicas. La ciudad es más tranquila, hay menos despelote para estacionar, el tráfico, son menos violentas, a medida que van achicándose, hay menos problemas desde ese punto de vista.
¿Ya conocés las mañas de la gente?
Sabés que pasa, que Rosario tiene características muy similares a Buenos Aires; es como una Buenos Aires chiquita, desde el punto de vista del diagrama social, por llamarlo de alguna manera. Es una ciudad fundamentalmente italiana de inmigrantes, una ciudad portuaria, una ciudad más tanguera que folklórica, muy futbolera como Buenos Aires. Está demasiado cerca de Buenos Aires, entonces tiene todos los tics y todas las manías. Están los resquemores propios del interior hacia la Capital, están los comentarios de la gente grande que dice que Buenos Aires nos robó el puerto, que era un puerto muy importante y la gente de acá hizo una cantidad de cosas para de alguna forma destruirlo, cantidad de partidos de fútbol que nos han afanado... Todas esas cosas que cuando no estaba la televisión, era mucho peor. Incluso esto lo cuentan los jugadores y dicen que era un choreo total, pero bueno, la verdad, cuando iban a Rosario también los afanaban, el localismo se daba en todos lados. Pero no hay así una diferenciación con el porteño, como por ejemplo, que vaya gente de Buenos Aires y sea tratada distinto como sí puede llegar a pasar en cualquier lugar de Latinoamérica, por ejemplo.
¿Tu formación literaria comenzó con tu trabajo en la historieta?
Era anterior pero muy caótica. Te digo que el arranque de todo esto surge del gusto por la lectura, aunque más que nada yo leía historietas, y a veces la historieta genera un buen hábito de lectura, mejor dicho, genera un hábito de lectura que se supone que es bueno. Dentro de eso, por supuesto, es un género que a veces se toma muy a la ligera, no por los que lo leen sino por los que lo hacen; pero es como un instrumento: si vos lo usas bien pueden surgir cosas muy buenas, como El Eternauta, por ejemplo, que era una obra realmente fuerte y muy bien hecha. Nosotros tuvimos un poco la suerte de agarrar toda la época de Hora Cero y Frontera con Oesterheld, Hugo Pratt, todos estos tipos que ya te daban un nivel alto y mucho entusiasmo con respecto a la cosa del dibujo y todo eso. Y de ahí pasé a leer otro tipo de cosas, pero lo más cercano era la colección Robin Hood, esos libros amarillos donde estaba "El principe valiente", era esa aventura romántica que uno leía porque se entretenía y no porque era obligatorio o por ser un intelectual. También estaban los libros de Jack London, estaba Colmillo Blanco, Joseph Conrad, Emilio Salgari. En mi casa, mi viejo no leía, pero mi vieja siempre leía lo que fuera, pero realmente para entretenerse. Después, a instancias de algunos amigos en la revista, empecé a leer mucho a los narradores norteamericanos, a Hemingway, Norman Mailer, Truman Capote, Sallinger, y me di cuenta de que era un poco la manera de narrar que a mí me gustaba o me gusta: tipos que cuentan algo bastante linealmente. Para mí fue como un descubrimiento empezar a leer autores argentinos, fundamentalmente porque hablaban como hablaba mi viejo o los amigos de mi viejo, porque yo leía la colección Robin Hood y eran traducciones al español de los ingleses, a mí me podía gustar más o menos pero los personajes no hablaban como hablaban en mi casa, entonces para mí eso fue un descubrimiento, pero como ya te dije, siempre leí muy caóticamente.
¿Y con la historieta, cómo te fuiste acercando un poco a ese mundo?
Siempre había leído historietas y he tratado de dibujar esas cosas, en un momento me agarró toda la euforia de Pratt, pero que ya venía de otros dibujantes norteamericanos. Pero antes yo le copiaba mucho a Frank Robbins, que era un yanqui que dibujaba "Jhonny Hazard", una historieta de aventuras absolutamente pro-yanqui que salía en El Tony. Jhonny Hazard era una especie de Indiana Jones, el estilo, todo, y había otro que a mí me gustaba mucho que era Roy Craine, que dibujaba un personaje que acá se traducía como Pepe Dinamita, era de un estilo de una mezcla entre humorístico y serio, un humorista del carajo. Pero después Pratt fue el que más nos influyó a todos. Yo quería dibujar eso, al humor no le daba pelota, simplemente leía el Patoruzú, el Patorucito, que salía en distintas historietas humorísticas, pero las leía y no me motivaban a copiarlas. Humor empecé a hacer en publicidad y después, en el año 1972, cuando empecé a ir a Córdoba por la cuestión de la revista Hortensia, se hacían salones de humor e historieta y ahí los conocí a Quino y Caloi, a todos ellos, y empecé a meterme en este asunto. Pero yo vengo del dibujo de historietas de aventuras, era lo que leía. Después dejé de leer historietas realmente, especialmente historietas serias, leía el Corto Maltés siguiéndolo a Pratt, ahora los pibes no leen, leen muy poco de todo y aparte, en esa época, la historieta era un género popular, vos subías a un colectivo y había alguno leyendo El Tony, Dartagnan, etc.
El tipo de historieta cómica que hacés vos quedó en el medio, pasó la furia del mercado de adultos y...
No, creo que también ha cambiado el mercado en general. Fijate que tampoco el mercado acepta una revista de humor, no hay revistas de humor después de años de tradición: de Patoruzú, Hortencia, Tía Vicenta, etc, lo que pasa es que todos los diarios y revistas tienen su sección de humor, los humoristas se han canalizado por ahí, porque siempre el humor tiene como un plus, un gancho sobre la historieta común. Aún el tipo que no lea, o lea poco por ahí lee algo si es humorístico, en cambio, la otra historieta exige un mayor conocimiento o devoción, pero yo creo que la cosa cambia bastante a partir de Clarín, es obvio que siempre hubo una rica tradición satírica y social en la Argentina, Caras y caretas y todo eso, pero cuando Clarín decide cambiar la página de humor en el año 63, saca todas la tiras extranjeras y las reemplaza por dibujantes argentinos. Eso tiene éxito, no porque los dibujantes argentinos sean mejores (todos aprendimos copiando y dibujando de cualquier lado), pero es muy sencillo: los dibujantes argentinos hacen humor sobre cosas que suceden acá, entonces Charlie Brown, que es una historieta maravillosa, a uno le puede gustar o no, pero los chicos sacan la nieve de delante de sus casas, festejan Haloween, juegan al beisbol, y vos decís... ¡qué carajo tienen que ver con nosotros! En cambio, Mafalda iba a Mar del Plata a veranear, el padre tenía un Citroen, es mucho más cercano. Entonces a veces pienso sobre lo que dicen, que un dibujante puede trabajar en cualquier lugar del mundo porque la imagen es un idioma universal, pero el humor no. En el humor, por los lugares donde yo he andado, lo que más funciona es el aquí y ahora, lo que está pasando en este momento y en este lugar; hay criterios universales, pero para trabajar sobre la noticia, si no conocés el medio y no sabés que pasa alrededor tuyo, y no tenés conocimiento de la cosa política y social más o menos, ¿qué hacés? Hacés algo turístico solamente.
¿Te ha tocado gente que te pregunte sobre Inodoro Pereyra, sobre algunas situaciones que vos viviste a través del personaje?
Eso suele pasar pero no, yo siempre aclaro que nunca viví en el campo ni tengo ningún conocimiento directo de eso. Lo que pasa es que este es un país rural, de una cultura rural, aunque uno no lo perciba en primera instancia, pero es fuerte. Uno tiene encima la primaria y secundaria, la lectura del Martín Fierro, Don Segundo Sombra. Yo agarré precisamente en los 60 el boom del folklore, ojo que yo no tengo en casa un poncho y esas cosas, pero escuché mucho a Atahualpa, Zitarrosa, Alberto Merlo, porque me gusta. Y aparte, quieras o no, Rosario mismo está sitiada e influenciada por la situación del campo alrededor, hay una conexión bastante directa. Siempre digo que si durante tantos años en las escuelas la composición tipo fue la vaca, eso por algo es, muestra un perfil del país, hay mucha documentación sobre eso. Pero lo notorio es que hay libros para todo, absolutamente para todo, si a vos se te ocurre hacer una historieta sobre el palo borracho y te preguntás de dónde se consigue información, vas a una librería, seguro hay una góndola con 600 libros del palo borracho, porque algún pelotudo se pasó su vida estudiando cómo carajo crece el palo borracho y porqué las espinas... Yo no es que he leído cosas gauchescas para poder transmitir algo veraz, me importa tres carajos que sea veraz o no, yo siempre tengo la disculpa del humor, de la joda. Porque había historietas muy rigurosas sobre la vida gauchesca, pero yo me fijaba cómo era para ver si se me ocurría alguna joda, pero nada más.
¿Hubo gente que se enojó por alguna joda?
No, por ahí al principio, cuando yo no tenía claro cómo iba ser mi historieta, hubo gente que pensó que Inodoro Pereyra era una joda hacia el gaucho, por ahí al principio tenían razón, no me acuerdo muy bien. Son temas por ahí medio sensibles porque están los tradicionalistas, los centros sanmartinianos, esos que a cada uno que escribe sobre San Martín van y le arman quilombo. Pero la cuestión es que, en general, no hubo demasiadas quejas al respecto.
¿Tus amigos se reconocen en los textos?
Algunos están puestos con el nombre común si lo que ocurre no es demasiado vergonzante, si no me cuido, le pongo otro nombre o lo que sea. Una vez escribí un cuento sobre algo que realmente le había pasado a uno, se lo mostré y le pregunté si le parecía bien que lo publicara, pero me dijo "está bien", y entonces lo mandé. Le pregunté porque nunca sabés en ese aspecto si le puede llegar a caer mal o no.
¿Dónde estabas cuando se jugó el partido de Central con la palomita de Aldo Poy?
En mi casa y lo vi por televisión, fue uno de los pocos partidos que se trasmitieron en directo en blanco y negro, me acuerdo, y me quedé en Alberdi.
¿No te arrepentís por no haber ido?
No, porque tenía tanta tensión encima que no hubiera aguantado la espera del partido, como hago con muchos partidos que se dan por TV, laburo hasta dos minutos antes que empiece, no aguanto ni cuando entran a la cancha y esperar que empiece. Estaba en Alberdi, solo, porque mis amigos se fueron casi todos a la cancha, no me acuerdo.
¿El cuento lo escribiste apenas terminó el partido?
No, mucho después de aquel partido. Lo que a mí me atraía era eso de que todos tenían una anécdota acerca de dónde estabas vos el día de ese partido. Como es ahora lo de las torres gemelas o el asesinato de Kennedy o el terremoto del Caucete. Hay una película italiana, Un día muy particular creo, que era de la visita de Hitler a Roma, pero eso está en un segundo plano, hay una anécdota personal de Mastroianni y Sofía Loren y mientras tanto en la ciudad pasaba eso, entonces yo buscaba una anécdota que tuviera como marco de referencia a eso (el partido Central-Newells), pero fue muchos años después.
¿Con la OCAL (Organización Canalla Anti Lepra) tenés alguna relación?
No, tengo un amigo que es de la OCAL pero no estoy adentro ni nada parecido. Recuerdo que una vez le estaba contado cosas del local al gordo (Osvaldo) Soriano y no lo podía creer, porque realmente es para no creer, entonces conté algunas de esas cosas en los cuentos y después ya todo el mundo suponía que no sólo era de la OCAL, sino que era el director o algo así. Es más, ellos fueron a Cuba y yo no participé de esas cosas ni tampoco cuando celebran la palomita de Poy todos los años.
¿Tu infancia la pasaste siempre en Rosario?
Sí, nací y crecí en el centro de Rosario. Mi casa estaba a cuatro cinco cuadras de calle Córdoba, que es la peatonal, la calle principal. Pero, si se quiere, a cuatro o cinco cuadras ya no era tan en el centro. Crecí ahí y después cuando era grande me mudé a Alberdi, que es donde vivo ahora; un barrio realmente muy lindo que está sobre el río, un barrio mas residencial. Pero bueno la infancia fue bastante normal, fui a una escuela provincial...
¿Qué tal como alumno, te llevabas bien con el estudio?
Sí, pero no necesitabas mucho para ser un buen alumno en la primaria, tenías que ser un monstruo para ser malo. La secundaria fue muy fallida porque yo no la terminé, fui a una escuela que en esa época era industrial, era muy exigente en determinadas cosas. Los chicos se dividen entre los que les gusta física, química y matemática, y los que les prefieren historia, lenguaje y geografía; y yo estaba entre estos. Pero la importancia de la escuela estaba puesta en lo otro, en dibujo técnico y esas cosas, entonces duré muy poco, repetí el tercer año y cuando lo estaba recursando, me di cuenta de que lo iba a repetir de nuevo y entonces dejé. Pero te digo que era una época que aparentemente no sonaba tan dramático dejar la escuela secundaria, mi viejo decía: "y bueno.., si no estudia que vaya a trabajar", mi viejo creo que tampoco había terminado la secundaria, así que no era una cosa de mandato familiar. Y durante un tiempo hice algunas cosas que no tenían que ver absolutamente con nada y después, a través de mi viejo, entré a una agencia de publicidad; algo que yo no tenía previsto y ni se me ocurría. Pero laburando me iba bien, aprendí mucho, la parte creativa de la publicidad realmente me parecía interesante y suponía que iba a seguir haciendo eso. Pero en el año 68 o 69 salió una revista que se llamó Boom, era una revista de información general de publicación mensual. Esa revista marcó un momento en Rosario, porque después no se volvió a repetir algo así: se juntaron una cantidad de gente medio de casualidad y eso funcionó durante dos años. Ahí un poco descubrí lo que era trabajar para una revista y lo que era trabajar para publicidad; aunque la limitación que te genera el producto y el cliente te marca un techo muy bajo, y sobre todo teniendo en cuenta en Rosario, que no era que te ibas a meter en la campaña del nuevo modelo de Ford...
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada N°04)
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