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El galpón del viejo Charly

Lo que mata es la humedad

(Hasta hace poco tiempo, venir al galpón a revolver e intentar darle un orden a tanto revuelo de cosas y, de paso, inhalar ese espantoso olor a humedad que despiden sus paredes, me resultaba por momentos cansador y de a ratos desagradable. Pero la intriga y el deseo de conocer mas de aquellos años, en los que ni mi existencia en este mundo estaba todavía pactada, puede más que todos los males que puedan existir por estos tiempos en el conurbano bonaerense. Lo único que me puede amedrentar y plantearme dejar de investigar es que el tío Bush se equivoque y confunda este depósito de moho con uno de ántrax, y destruya este bastión de la cultura con uno de sus misiles que andan pululando por los aires. En fin, se va la cuarta...)

La siguiente investigación es el resultado del asombro que le causó a mi fiel asistente Miles escuchar un viejo disco de la legendaria banda Weather Report, una banda de jazz fusión de los 70. En ese momento, sus ojos se abrieron hasta más no poder y, con un par de muecas y gestos en su cara, supo preguntarme qué estaba escuchando. ¿Qué eran esos sonidos interconectados entre sí, mezclando ritmos caribeños, hindúes y africanos? ¿Qué era eso que se escuchaba de a ratos de fondo y de a ratos preponderante sobre los demás instrumentos? ¿Qué instrumento era ése? Calma Miles, esperá que busque y te cuento...

El instrumento que sonaba como un huracán, arremetiendo contra todo lo que se le pusiera por delante, era un viejo bajo Fender Jazz-Bass y el tipo que lo tocaba era un joven llamado Jaco Pastorius.

Nacido allá por los años 50, supo de adolescente aprender a tocar la batería, al igual que su padre. Empezó tocando en una banda llamada Las Olas Brass pero tuvo accidente en una muñeca durante un partido de fútbol, con lo cual se vio obligado a tocar el bajo. Contradictorio ¿no? Mientras se recuperaba, aprendió los secretos del bajo y, en una semana, pasó de ser un simple baterista a un prometedor bajista que luego se convertiría en el más grande en su especialidad.

Pero la historia más impresionante se iba a empezar a escribir con un incidente que lo convertiría en el primer bajista en tocar un bajo sin trastes (los trastes son aquellas rayitas sobre el mango de una guitarra o un bajo, que notamos a simple vista, que pueden ser de bronce o alpaca y que sirven para separar las notas musicales en el instrumento).

Por los años 70, viviendo en La Florida, decidido a estudiar música a pesar de su talento innato, trabajó mucho vaya a saber de qué para poder comprarse un contrabajo. Pero el clima le jugó una mala pasada; al llegar una tarde a su casa, lo esperaba una desagradable sorpresa: su contrabajo, el mismo que tanto le había costado conseguir, estaba deshecho, simplemente había explotado por culpa de la humedad de la región en que vivía. Dicho sea de paso, en climas como el nuestro, la humedad suele jugarnos una mala pasada a todos los músicos, desafinando las cuerdas y también hinchando y contrayendo la madera. Pero el incidente no le preocupó porque el tipo tenía la necesidad de sacarle un sonido a su instrumento lo más parecido posible al contrabajo. Así que tomó su viejo bajo Fender, le sacó las cuerdas y empezó, con la ayuda de un cuchillo, a sacarle los trastes, sin saber que estaba inventando un nuevo instrumento que significaría la marca registrada de los sonidos de toda una generación.

Por nuestras pampas, para nombrar uno, podemos escuchar este sonido característico en Serú Girán y en particular, en su bajista Pedro Aznar.

Pero volviendo a Jaco, no sólo inventó esto, sino que también llevó al bajo eléctrico a tener un papel protagónico clave, dentro de una banda como fue Weather Report. También descubrió que se podía sacar diferentes sonidos con los armónicos de su instrumento, que hasta entonces sólo se utilizaban para afinarlo.

Su vida, como la de tantos otros músicos, fue un flash. Sólo doce años le bastaron para convertirse en el más virtuoso e influyente bajista de todos los tiempos. Como Jimi Hendrix en la guitarra, Jaco supo dejarnos todo aquello que se podía hacer con un bajo. Su fluidez, su vibrato, su fraseo muy lírico, su velocidad y su dominio de los armónicos nos suele dejar atónitos a todos, como le sucedió a mi fiel asistente al escucharlo.

Para terminar, recomiendo que se acerquen a alguna disquería amiga especializada y pidan algo de su trabajo, el cual los hará llegar a límites impensados en los que pueden divagar nuestros pensamientos. Que lo disfruten.

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Autor

Carlos Ortíz