Una oleada racista encabeza hoy el golpe de Estado que derrocó a Evo Morales en Bolivia. Los acontecimientos se precipitaron estas semanas y, más allá de los análisis a distancia, el trabajo como corresponsal en la zona de Marco Teruggi nos permite acercarnos de un modo vibrante a uno de los momentos de quiebre para la política regional. A partir de su diario de apuntes, nos metemos en el laberinto de la ofensiva golpista y en el corazón de la resistencia.
7 de noviembre
La escena se repite cada noche: llegan de a grupos, una o dos columnas, adelante van con escudos, palos, intentan un asalto -sin mucha posibilidad por el momento- a la Plaza Murillo, centro del poder político nacional. El centro de La Paz se transforma así en gases, estruendos, dinamitas, corridas. La escalada golpista continúa creciendo, cada vez con más fuerza y violencia. Por el momento no se ve qué sucederá, hay indicios, preguntas, hipótesis. Esta noche será otra noche compleja.
8 de noviembre
El tiempo parece un disparo en Bolivia. Los pasos del golpe de Estado se aceleraron con el amotinamiento de varios cuarteles de policía. Lo que hará la Fuerza Armada será una de las piezas claves. Necesitamos denunciar el intento de derrocamiento golpista, hacerlo sin medias tintas.
9 de noviembre
El intento de golpe de Estado avanza en Bolivia: no se trata de un problema de fraude o no -sino la derecha aceptaría la auditoría- sino de intento de derrocar al gobierno democráticamente electo. Hay que denunciarlo internacionalmente y llamarlo por su nombre.
En El Alto comenzaron a salir quienes respaldan a Evo, el proceso de cambio. Son cada vez más y el clima es cada vez más complejo.
La derecha juega con fuego. La policía se amotinó en horas de la mañana y se mantienen allí, con respaldo de los opositores, que tienen tomadas cada una de las calles de acceso a la Plaza donde están las instituciones principales del gobierno nacional. Han montado barricadas, no dejan pasar, y han apostado a grupos de choque traídos de otras partes del país, en particular de Cochabamba y de Santa Cruz. El centro de La Paz está tomado por los opositores, por un movimiento que por lo bajo es policlasista con predominancia juvenil urbana de clases medias -con todo lo complejo de esa categoría en el escenario boliviano- y en su dirección es abiertamente golpista. Ese movimiento está atravesado por una energía política triunfalista que se vive en varias partes de la ciudad, en particular en el centro y en la zona sur.
Estamos en el momento de mayor inestabilidad. El punto de inflexión fue anoche con los amotinamientos policiales que se encadenaron, algunos plegándose abiertamente al intento de golpe. La gran pregunta es por la Fuerza Armada, que se pronunció en horas de la tarde con un discurso de varias lecturas posibles. En caso de aguantar entonces sería una de las barreras principales para el asalto que continúa en proceso de acumulación de fuerzas en La Paz con la venida de refuerzos de varios puntos del país así como de los grupos entrenados y equipados para la confrontación. Están en el momento de máxima presión, creen que pueden.
El gobierno llamó al diálogo a los partidos, con acompañamiento de la comunidad internacional, y el papa Francisco. La respuesta mayoritaria, como se esperaba, fue negativa: el bloque golpista continúa en ofensiva y no evidencia fracturas por el momento aunque existen divisiones por lo bajo. El anuncio de la contraofensiva lo dio la Federación de Juntas Vecinales de El Alto y la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia que harán movilizaciones, cerco y presiones. ¿Cuándo y cómo se harán sentir las primeras acciones? Está por verse, es parte de las preguntas acerca del proceso de cambio que, por el momento, no ha logrado detener la toma de posiciones de varios espacios territoriales y simbólicos del intento de golpe de Estado.
En este escenario cada hora puede hacer bascular el escenario, las piezas se mueven rápidamente. Necesitamos denunciar el intento de golpe sin medias tintas, sin lamentarse de una deriva golpista de lo que parecía un movimiento cívico -casi anhelando que lo hubiera sido- y haciendo hincapié en errores del proceso: estamos ante un plan armado con participación y financiamiento internacional que busca una revancha aplastante conducido nacionalmente por los sectores más conservadores de la sociedad dominante boliviana.
10 de noviembre
Es la hora de la barbarie: golpe de Estado en nombre de Dios, persecuciones a Evo y los dirigentes del proceso de cambio, revancha, bocinazos por haber logrado un despliegue de odio y violencia que quema casas y encarcela.
La situación es todavía confusa: la derecha debe estar disputándose para ver quién quedará al mando del acto. Hay señales de respuestas populares en varias zonas de La Paz y de El Alto. La noche es oscura y llueve un frío terrible...
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada... ¿Por qué publicamos apenas un fragmento de cada artículo? Porque la subsistencia de Sudestada depende en un 100 por ciento de la venta y de la confianza con sus lectores, no recibimos subsidios ni pauta alguna, de modo que la venta directa garantiza que nuestra publicación siga en las calles. Gracias por comprender)
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