Desde un barrio humilde de Bahía Blanca hizo escuchar su voz. Era una voz diferente, genuina, que contaba escenas de la vida cotidiana. La pobreza, con sus alegrías y tristezas, pero desde adentro, sin intermediarios. A fuerza de verdades y de nunca callarse ni siquiera ante la pantalla del televisor, Mayra Arena se ganó un lugar. Es el lugar de compañera, el lugar de una voz que nos ayuda a comprender mejor este presente de dificultades y desafíos.
Irrumpió en el mapa mediático sin pedir permiso: de repente, ahí estaba la voz de Mayra Arena. Y su voz fue una revelación. Porque hablaba desde abajo, porque contaba desde sus vivencias personales, desde sus desafíos cotidianos, desde la dificultad de la pobreza y desde el rebusque y el ingenio para zafar, desde su pelea entre changas y una maternidad joven. Pero la voz de Mayra era más amplia y no se limitaba al recorte personal de su tránsito: Mayra contaba una realidad opaca, esa que está ahí, en cada barrio, en cada esquina, y nadie escucha. Y nadie relata. Entonces nos habituamos a leer sus posteos sobre el combate por parar la olla, o las razones por las que un pibe tiene ganas de ponerse Directv en su casilla o de comprar una Coca todos los días, o de acostarse a escuchar la lluvia resonando sobre el chaperío. La voz de Mayra se impuso a fuerza de sinceridad y de no callarse nunca: ni siquiera cuando la fauna televisiva (y la política) la sumó como invitada, esperando quizá que se ajustara al estereotipo que necesita el prejuicio para reforzarse. Pero no, Mayra estaba allí para romper. Para incomodar. Para recordarles a los privilegiados que hay otra realidad. Allí está la fuerza de su voz.
Por eso, porque es uno de los grandes personajes de este presente de crisis, porque supo articular su vida personal con un discurso crítico y profundamente disruptivo sobre la pobreza (y lo hizo desde un costado entrañable), es que la voz de Mayra nos genera atracción. Por eso charlamos con ella. Por eso nos interesa escuchar, una vez más, su voz.
–¿Cómo te llevás con esto de que tu voz ahora es escuchada o leída, a diferencia de lo que sucedía antes?
–No está tan bueno como pensaba. Estuve siendo muy prolija este tiempo, cuando empecé a tener muchos seguidores. Porque antes escribía para mí y para los tres gatos que me seguían. Y empecé a recibir críticas, como también empezaron a compartirse masivamente. En un primer momento eso me afectó muchísimo, más que nada porque yo era –no quiero decir picante– pero sí de tocar todos los temas sin ningún miedo. Total, me leían dos o tres que me conocen de toda la vida. Cuando llega la crítica, me empiezo a dar cuenta de que en muchos temas no fui para nada delicada, y empiezo a cuidarme un poco más. Y hoy, ya pasado este tiempito, ya sé que aunque te cuides, la crítica va a estar en cualquier cosa que hagas, porque a alguien siempre le caés mal. Entonces voy a volver a escribir lo que se me canta, que es lo que debería haber hecho todo el tiempo.
–Desde aquel primer posteo que se viralizó (en el que hablabas de tu historia personal) a este presente en el que ya tenés un discurso armado o ganas de contar algo, ¿qué te interesa comunicar?
–Lo que primero tuve oportunidad de hacer con ese texto, "El beneficio de ser pobres", es esto de salir de la pobreza. Ya es difícil cuando uno nace en la pobreza tener la idea o el proyecto de salir de ella. En general los mecanismos de rebusque que conoce, repiten y perpetúan la pobreza, porque uno quiere dejar la escuela para hacer changas y tener un mango, porque uno quiere agarrar un laburo rápido que, en general, son laburos físicos, pésimamente pagos y que después te arruinan. Entonces lo que uno conoce para sobrevivir termina perpetuando la pobreza. Yo quería contar eso: es muy difícil tener la idea de salir, y también tener la idea de soñar con algo más que no sea un plato de comida o un par de zapatillas. También es difícil acceder al sistema, ser parte, lograr no desertar del colegio teniendo hijos o no quedar embarazada en el mejor de los casos. Todos los mecanismos que existen son, además, de una movilidad económica muy reducida porque hoy una maestra gana menos que una empleada de limpieza. Entonces estudiar dejó de generar una movilidad económica, es una movilidad socioeducativa. Todo eso también es difícil. Y una vez que pasa, sos uno en un millón y como sos uno, te dicen: "Ah, como vos pudiste, todos tienen que poder". Mi idea era explicar que es precisamente todo lo contrario...
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada... ¿Por qué publicamos apenas un fragmento de cada artículo? Porque la subsistencia de Sudestada depende en un 100 por ciento de la venta y de la confianza con sus lectores, no recibimos subsidios ni pauta alguna, de modo que la venta directa garantiza que nuestra publicación siga en las calles. Gracias por comprender)
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