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En la calle

Pararse en la cancha, como en la vida

La historia es la misma de siempre: una cancha de tierra, una pelota, las ganas de jugar. Pero las protagonistas son ellas, las pibas del Barrio Güemes, en la Villa 31. Allí llegó Mónica Santino en 2007 y, a partir de su esfuerzo, arrancó La Nuestra, la Asociación Civil de fútbol femenino donde hoy entrenan y juegan unas setenta chicas. Una cronista de Sudestada visitó la cancha de La Nuestra y escuchó las voces de las jugadoras de un fútbol distinto, un fútbol feminista, atravesado por los debates y las conquistas de un movimiento que no para de crecer.

En noviembre de 2007, Mónica Santino pisó la cancha de tierra del Barrio Güemes de la villa 31, se paró ante doce pibas y tiró una pelota. Así empezó La Nuestra, Asociación Civil de fútbol femenino, que hoy entrena a más de sesenta chicas de distintas edades todos los martes y jueves cuando cae la tarde, los guardapolvos blancos se cuelgan y los primeros faroles del barrio se encienden.



La fundadora
"Esa fue nuestra primera conquista y la más grande: haber ganado la cancha", afirma la directora técnica, con la misma seguridad con la que le explica a las más chicas cómo marcar a las rivales a medio metro de distancia. La fundadora de La Nuestra se crió en una familia fanática de Vélez, en la que la salida de los domingos era ir a ver a su equipo de local y visitante. A los tres años, cuando El Fortín salió campeón en 1968, ya conocía las canciones. Aprendió a jugar al fútbol con pibes, "a los ponchazos, con otros códigos". Cuando terminó el colegio estudió Educación Física, vistió la número cinco en River y, unos años después, en All Boys.
"Yo me paro en la cancha como en la vida", dice el buzo que lleva puesto y que usan el resto de las niñas y adolescentes en los entrenamientos. La frase la dijo una de las pibas de la primera camada de La Nuestra en el espacio de taller que se da cuando terminan los ejercicios. Ese momento en que los cuerpos descansan y comienza a circular la palabra.
"En 2003 empecé a trabajar en el Centro de la Mujer de Vicente López y resignifiqué mi tarea: pasé a mirarme como profesional y supe que quería vivir de esto", relata Mónica.
El Centro Municipal de la Mujer y Políticas de Género del partido de Zona Norte se creó en la década de los noventa y fue pionero en la promoción estatal de los derechos de las mujeres, al apuntar al pleno ejercicio de su autonomía partiendo del reconocimiento de las desigualdades existentes con los varones.
Aún así, hasta 2007 no hubo oferta de deportes femeninos, año en el que comenzaron a realizar relevamientos en los barrios en donde los resultados fueron reveladores: las pibas querían jugar al fútbol. Y en la 31 también. Por eso Mónica no dudó ni un segundo cuando una socióloga norteamericana –que estaba haciendo su tesis en Argentina sobre género y deporte– le pidió si podía reemplazarla como entrenadora en el barrio de Retiro.
–No quiero que estas pibas se queden solas.
Entonces apoyó el bolso, se paró ante las doce, y tiró una pelota.



Toda la vida, las mismas calles
Detrás de las terminales de trenes y micros de Retiro, de esa marea de gente que camina, sube o baja del colectivo con prisa y cede a la incomodidad de tener que rozarse con los otros; de los puestos de comida, diarios, accesorios y ropa, se encuentran las villas 31 y 31 bis y sus más de 40 mil habitantes. Según las últimas estadísticas del Instituto de la Vivienda de la Ciudad, más de la mitad de los residentes son extranjeros y sus países de origen son, en su gran mayoría y en ese orden, Paraguay, Bolivia y Perú.
Para Mónica Santino, esa diversidad de raíces es lo que le da al barrio una enorme riqueza cultural. Las diferentes comunidades conviven entre los sectores de Playón Este, Playón Oeste, Ferroviario y Cristo Obrero, zonas linderas a la avenida Del Libertador. Del otro lado de la autopista está el sector que abarca a los barrios más antiguos conocidos como YPF, Comunicación, Inmigrantes y Güemes, donde se planta La Nuestra.
Cuando la bola se clava en el ángulo de uno de los arcos y las pibas levantan la vista al cielo se encuentran con los edificios más altos y brillosos del centro porteño que forman parte del paisaje cotidiano de las familias que hace años pelean por la urbanización de la villa. Detrás del alambrado del potrero de La Nuestra, los vecinos y vecinas clavan las reposeras en la calle y se reúnen para discutir el futuro de su barrio con un mate en la mano, cumbia, reggaeton y algún que otro pelotazo de fondo.
La Ley 3343, sancionada en 2009 por la legislatura porteña, es la norma que dispone cómo debe llevarse adelante el proceso de urbanización de las tierras que hoy ocupan las villas 31 y 31 bis. Fue elaborada por las familias residentes, organizaciones sociales, universidades y otros sectores de la sociedad que buscan promover los derechos de todos los habitantes a una vivienda digna, educación, salud y transporte. Hoy su aplicación se encuentra en pausa y el Gobierno de la Ciudad está llevando adelante su propio proyecto de urbanización, dentro del cual se encuentra la obra de la Cancha Güemes.
El objetivo es que por abajo pase un caño de desagüe fluvial y se ensanchen los pasillos para que circulen las ambulancias. "Aunque para circular primero tendrían que entrar", lamenta Mónica. "Peleamos mucho para que no achiquen la cancha, pero yo creo que lo van a hacer. Esa batalla la perdimos", agrega la directora técnica del colectivo de mujeres que logró empujar metro a metro hasta apropiarse del espacio público y simbólico más preciado en todo el barrio e históricamente manejado por los varones.
–Martes y jueves estamos nosotras acá.
Hubo resistencia de grandes y chicos. Volaron palos y piedras. Cuando llegó el césped sintético en 2011 La Nuestra tuvo que salir a reconquistar la cancha porque pibes de todas partes querían jugar ahí y caían con sus camisetas y silbatos. Se paraban en los laterales y usaban a las chicas de conos o hacían como si no estuviesen...


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada... ¿Por qué publicamos apenas un fragmento de cada artículo? Porque la subsistencia de Sudestada depende en un 100 por ciento de la venta y de la confianza con sus lectores, no recibimos subsidios ni pauta alguna, de modo que la venta directa garantiza que nuestra publicación siga en las calles. Gracias por comprender)

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Autor

Solana Camaño