Desde el pie, desde la raíz, sigue creciendo La Poderosa. Ahora fue Porto Alegre la sede de su Cumbre Latinoamericana, donde las 96 asambleas populares de doce países de la región se reunieron en un encuentro inédito. Allí se escucharon las voces de la patria baja, las voces de trabajadores, de feministas, de referentes políticos y de derechos humanos con una mirada unitaria y bien amplia y con una perspectiva regional. Hacia Porto Alegre viajó un equipo de Sudestada para cubrir un acontecimiento social y político con una proyección transformadora que sigue creciendo.
Una "Cumbre de Base" se instaló en Porto Alegre cuando julio caía del calendario y fue el motor de algunos movimientos fuera de lo común que se produjeron en la ciudad brasileña. Micros desparramados entre la sede administrativa y los juzgados municipales, a espaldas del Río Guaíba y la Ilha da Pintada; mochilas y bolsas de dormir que se amuchaban en los salones de los sindicatos, donde se iban a alojar las delegaciones de abajo; y portoalegrenses topándose en sus calles con grupos de jóvenes que iban y venían desde la Casa do Gaúcho hasta el teatro Dante Baronne, tratando de no perderse ninguno de los paneles que estaban programados: comunicación de base, feminismos y territorio, educación emancipatoria, acceso a la tierra, organización popular. Todo a la vez.
Ni hablar de lo que habrán pensado los laburantes que volvían a sus casas, el viernes a la tarde, cuando tuvieron que frenar su marcha por una manifestación que avanzaba hacia la Cidade Baixa, con banderas de palo escritas en castellano que recordaban a la activista asesinada Marielle Franco, que gritaban por Lula Da Silva y que hablaban de cosas que desde las ventanillas de los bondis no alcanzaban a comprenderse. La Poderosa, una organización argentina de base que echó raíces en América Latina, exigió la libertad de Lula en el asfalto de una ciudad importante del sur de Brasil. Fue, durante un par de días, el cuerpo extraño que el gobierno antipopular, ilegítimo y filo-dictatorial de Michel Temer no pudo extirpar.
La Casa do Gaúcho se había vuelto a llenar. Los asistentes regresaban a la colmena de esta cumbre en la medida que las actividades concluían. Y el último panel previsto para la jornada del sábado era el de "organización popular": el referente sindical Juan Grabois ya había dicho lo suyo y ahora intentaba proyectar en la pantalla las placas que ilustraban el discurso del mexicano Luciano Concheiro. El docente llevó consigo un material visual que acompañaría sus palabras, pero una vez que tomó el micrófono se olvidó de las placas, del proyector y por poco de la gente que lo observaba. Es que Concheiro manifestaba el frenesí que le nació el 1° de julio, con el triunfo del MORENA, el partido de izquierda que consagró a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como presidente de México. Detrás de él se leían algunas palabras clave: "Foro asambleario", "matrias bajas", "utopía viva" o "nosótrica presencia".
En comunión
¿Nosótrica presencia? Sí. Concheiro llena su intervención de palabras y decires que no figuran en las páginas de ningún otro diccionario que no sea el de los pueblos hundidos y las comunidades de la tierra. Por eso, para expresar que Marielle no vive únicamente como recuerdo sino como parte de un "presente entre nosotros", un presente que es futuro a la vez, el maestro hace uso del dicho chiapaneco que habla de una "nosótrica forma de ser". Y a esas palabras de barro las enlaza con boleadoras para dar cuenta de una diversidad que comenzó a verse en América Latina. "Ya no como enemigos", ya no para disputar vanguardias, sino la diversidad justa que enriquecerá la unión.
Vuelve a meter mano en su bolsa de palabras y saca una que dice "revolución"; y enseguida escoge otra: "transformación". En su intento por describir el proceso que atraviesa México hoy, el entusiasmo no da tregua a la moderación. Opina que el triunfo encuentra respuestas en la historia pero, sobre todo, que se basa en un acontecimiento, en uno de esos "instantes profundos que calan hondo y parecen detener el tiempo". Explica que el asesinato de los 43 estudiantes en la ciudad mexicana de Ayotzinapa fue demasiado dolor para una sociedad que ya no aguantó más: "Les debemos a esos jóvenes luchadores la posibilidad de haber perdido el miedo". Y reafirma una idea que AMLO esbozó durante su primer discurso presidencial, cuando se atrevió a hablar de la "república del amor" que se abría en el horizonte: "Imagínense cómo se lo comieron en la tevé, ¡cómo se mofaron de él!"...
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