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Entrevista. Willy Crook

"La música me ha usado de instrumento”

Un libro autobiográfico es una excelente excusa para conversar con uno de los músicos con más recorrido en el rock nacional. De sus anécdotas con Los Redondos a su carrera solista, de sus inicios en Villa Gesell a la formación de un estilo propio e inconfundible. Todo en esta charla con Sudestada.

Para Willy Crook, los años parecen no pasar. Inquieto como aquel adolescente que enfocó sus primeros pasos en la ciudad balnearia de Villa Gesell, su motor se mantiene aceitado con música y con una vida que tiene todos los condimentos necesarios para definirse como electrizante. A los 52 años repasa los despilfarros y los aciertos de sobreponerse a ciertas normas cotidianas de un mundo que, por momentos, parece serle totalmente ajeno.
En su libro autobiográfico Memorias improbables (Planeta), pone a prueba sus recuerdos y los traduce en anécdotas que se acompañan de un humor inquietante. Algunas cosas que repasa en este trabajo, que contó con la ayuda del periodista especializado Fernando García, son su amistad con Luca Prodan, el día que conoció a Miguel Abuelo y cuando le mordió el culo al Indio Solari. "Le pegué un tarasconcito, tampoco fue para tanto. Le salió una especie de hematoma y tal y cual. Andaba mostrándolo enfurecido (…)", cuenta en el capítulo "Los elegidos de Patricio Rey" y termina con un remate épico: "¿Nunca le mordieron el culo a su jefe?".
Eduardo Guillermo Pantano (Crook) está sentado en lo que sería su lugar de trabajo (o "estudio"). Detrás de su sillón giratorio unas guitarras cuelgan en la pared; hay cables doblados que también reposan colgados un poco más al costado, una gran pila de discos, varios de Frank Zappa, y algunos libros que dejan ver los nombres de Focault y Roland Barthes, entre otros. "El humor es lo más cerca que podés estacionar de la inteligencia", dice el exsaxofonista de Los Redondos mientras recuerda su paso fugitivo por Europa, algunos trabajos (plomero, colocador de pisos, limpieza de una morgue judicial) y las incontables veces que durmió en la calle. La vida de Crook, que parece un personaje de Jack Kerouac, se nutrió de todas las sustancias y, fiel a su estilo, ha logrado reinventarse para no quedar anclado en el atrapante anecdotario de Patricio Rey.
Con un vasto repertorio sonoro en su disco duro, la búsqueda de su deseo artístico lo llevó a ser el referente de la escena del funk y del soul nacional. Después de diez discos solistas editados y establecido en sus shows como Funky Torino, su música no está en ningún podio de popularidad ni está preparada para ser repetida en una cancha de fútbol, pero sí para tener sexo. "El público es el verdadero dueño de la música. Hay gente que usa mi música para tener sexo. Por eso me declaré líder del fi-funk".
Antes de su próxima presentación (viernes 21 de septiembre en Bebop, San Telmo), respondió algunas preguntas para Sudestada.
–Lo que cuenta tu libro cumple con eso de que hay que vivir para poder escribir.
–Siempre pensé que me gusta tanto la literatura que no la estropearía escribiendo un libro, pero no pude cumplir con eso. Leyendo a Kerouac me di cuenta de que tenía un paralelo con algunas cosas que narró. Era un mundo muy diferente al de ahora, se podía viajar a dedo. Vivía en la calle, donde me agarraba la noche me quedaba. No me importaba nada. Hoy, en este momento del mundo, no sé si lo podrías hacer. Aunque hay mucha gente que vive en la calle, cuando notan que no sos de los que viven en la calle y que lo estás disfrutando, van y te sacan.
–Después de tantos años al borde del camino, ¿cómo analizás el presente de tus cosas?
–Sin llegar al extremo absurdo de ser adulto, crecí poco. Aquella esperanza de joven de trece años de poder ser adulto para sacar el registro de conducir se convirtió en la alegría, de grande, de ser inmaduro. Desde hace un tiempo a esta parte, empecé a buscar para dentro más que para afuera. Pero el mundo no te lo permite mucho. La gente está observándolo todo. En ese momento estaba muy receptivo y muy necesitado de aprender cosas. Feliz o desgraciadamente, en Villa Gesell había sólo dos meses para ganar dinero y vivir todo el año. Cuando mis viejos se fundieron, nos contrataron a todos para ir a Torremolinos (municipio ubicado en Málaga, España). Allá iba a todos lados y era un espectador, casi no era protagonista. Lo que veía lo hacía. Pero no lo recomiendo mucho, porque eso me hizo probar muchas sustancias. Se puede tener alto vuelo sin ningún tipo de ayuda. Lo compruebo ahora con mi banda: son jóvenes y estudiosos. La música que suena en mi cabeza la entienden. Por eso todo lo que te haga esclavo no tiene que estar en tu menú y las drogas tienen eso: te acostumbrás, forman parte de tu vida y te hacen esclavo. En mi caso me pasó eso y seguí la estética de lo que veía...


(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada... ¿Por qué publicamos apenas un fragmento de cada artículo? Porque la subsistencia de Sudestada depende en un 100 por ciento de la venta y de la confianza con sus lectores, no recibimos subsidios ni pauta alguna, de modo que la venta directa garantiza que nuestra publicación siga en las calles. Gracias por comprender)

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Autor

Gustavo Grazioli