El reclamo qom, que ya lleva casi 200 días de acampe en pleno centro porteño, no se relaciona con la polarización entre la “oposición” y el “oficialismo”. Se trata de un problema mucho peor: es algo estructural, que viene de lo profundo de nuestra historia y que vale la pena repasar para comprender la esencia de un conflicto que acumula siglos de opresión, indiferencia y desidia.
El espejo de la historia
En 1946, durante tres meses, 174 kollas del norte argentino caminaron 2000 kilómetros para denunciar ante el entonces flamante presidente Juan D. Perón la usurpación de sus tierras a manos de varios terratenientes, entre ellos, Robustiano Patrón Costas, uno de los mayores latifundistas del Noroeste Argentino y poseedor de una enorme influencia política. El Malón de la Paz recibió una cobertura mediática impensable para un reclamo de esta índole: radios, periódicos y noticieros cinematográficos como Sucesos Argentinos se ocuparon de los kollas, brindándoles un espacio destacado con titulares, entrevistas y primeras planas. Por primera vez se rompía la invisibilidad.
Finalmente, el 3 de agosto ingresaron a la Capital Federal, aclamados por millares de porteños. Desde las ventanas de los edificios de la Avenida de Mayo, los vecinos arrojaban flores al paso del Malón. ¿Flores ante el paso de una manifestación indígena? En ese momento, poderosos aires de justicia social soplaban en el país. Fueron recibidos por el Congreso Nacional y por el presidente Perón, que se abrazó con dos de ellos en el balcón de la Casa Rosada ante una Plaza de Mayo colmada. ¿Indígenas en el balcón de la Rosada? Nunca había ocurrido nada igual y jamás volvió a repetirse. Los medios, adictos y opositores al gobierno, daban por sentado que la restitución de sus tierras era un hecho. Por desgracia, no ocurrió así. Paradójicamente, después de esa recepción apoteótica, fueron conducidos al Hotel de Inmigrantes; es decir, donde se alojaba a los extranjeros recién llegados al país. Mi abuelo estuvo allí cuando llegó de Europa, pero era eslovaco y los kollas eran ciudadanos argentinos. ¿Acaso la Argentina es tan blanca que los indios son extranjeros?
En los primeros días de su arribo, se exhibió a los maloneros en distintos medios y eventos… Hasta se les hizo disputar el partido de fútbol preliminar al Boca-River. Veinticinco días después, fueron militarizados, confinados, rodeados por cientos de soldados de la marina y secuestrados en su totalidad. Sobre un tren de ganado fueron arrojados en Abra Pampa, en la frontera con Bolivia. Los capangas de Patrón Costa los recibieron en la estación con una frase amenazante: "Ahora van a tener las tierras que querían, indios de mierda". Terminaron acusados hasta de no ser indígenas por el hecho de saber leer y escribir. Para dar por concluido el episodio, el diputado nacional por Jujuy, Teodoro Saravia, a los gritos y golpeando su banca del Congreso Nacional, aseguró: "En Jujuy no existen los indios ni los kollas".
Ahora bien, ¿por qué los kollas bajaron a Buenos Aires en 1946? Es simple: se habían cansado de pleitear en los tribunales provinciales de Jujuy y Salta, pero la Justicia manejada por los señores feudales invariablemente fallaba en su contra. Ese es el motivo de haber recurrido directamente al Presidente Perón, para que los protegiera de las arbitrariedades.
La Primavera en pleno invierno
En la actualidad, con el caso del acampe qom, al que luego se sumaron los pueblos pilagá, wichi y nivaclé, ocurre lo mismo. Después de innumerables fracasos, desistieron de plantear sus reclamos en los tribunales formoseños, dada la inutilidad de ser oídos allí. Tanto en el semestre que permanecieron en la Avenida de Mayo y la 9 de Julio durante 2010, como en los seis largos meses que llevan desde que regresaron a esta Ciudad de Buenos Aires a comienzo de 2015, vinieron por lo mismo: justicia elemental, permanecer en sus tierras, no ser amenazados. ¿Es tan difícil de comprender? De nada sirve pleitear en los tribunales formoseños. Hace más de dos décadas gobierna Gildo Insfrán, del partido justicialista, alineado antes con Carlos Menem y en el último período con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Los qom vinieron a esta ciudad para existir, mostrar que son; por eso están acampando entre dos avenidas donde los automóviles no cesan de aullar noche y día, algo que les resulta del todo incompresible.
La cara visible del acampe es el carashé Félix Díaz, cacique de la comunidad Comunidad Qom de Potae Napocna Navogoh (La Primavera). A Díaz lo acusan de todo tipo de calumnias: que es ególatra, que está a sueldo en Clarín, La Nación y TN, que no es representativo, que busca fama, que en su comunidad no lo conocen, que rosquea para un cargo político, que es un títere de la oposición, que en Buenos Aires está muy cómodo. Todo es una vil patraña. Buscan descalificarlo, devaluar la justa sencillez de su reclamo. Algunos idiotas lo hacen por idiotas, pero otros, viles canallas, lo hacen adrede, sabiendo, como Joseph Goebbels, que las mentiras dejan huellas y que de tanto repetirlas se transforman en verdades. Conozco al carashé hace años. Y lo conoce alguien mejor que yo, como es Norita Cortiñas (Madres Línea Fundadora), que incluso vio las condiciones de vida que llevan en la Comunidad La Primavera. Paradójicamente, en Formosa como en el acampe de la 9 de Julio, se ha instalado un invierno que no cesa, que no deja avanzar al sol primaveral hace ya tanto tiempo, tantas estaciones. De pronto, todo se me antoja irreal, aunque sé que no lo es...
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada)
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