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Editorial

La ñata contra el vidrio

Están los que dominan el show electoral y desde lo alto de la rosca nos iluminan y dicen: la política es embarrarse, para mantener un proceso hay que ceder, todo es cuestión de acomodarse porque lo importante es no perder el puestito, hay que saber doblarse a tiempo, entregar banderas y no creerse demasiado la retórica fogosa porque eso es para la gilada, y porque uno nunca sabe…

Están los que dominan el show electoral y desde lo alto de la rosca nos iluminan y dicen: la política es embarrarse, para mantener un proceso hay que ceder, todo es cuestión de acomodarse porque lo importante es no perder el puestito, hay que saber doblarse a tiempo, entregar banderas y no creerse demasiado la retórica fogosa porque eso es para la gilada, y porque uno nunca sabe… el día de mañana, el enemigo en el cual depositan todo lo despreciable podría ser el nuevo jefe, la nueva conducción. Y los jefes nunca se equivocan: para ellos, defender cualquier principio desde una supuesta "pureza" ideológica es no comprender las lógicas de poder. Porque para adecuarse y avanzar, dicen ellos, cualquier alianza es válida, cualquier concesión es defendible, cualquier traición a las ideas es, en realidad, una genial movida de ajedrez. Por eso, defender convicciones, establecer límites, localizar al enemigo y no confundir a los trabajadores con secretas conjuras y turbios acuerdos de cabezones vendría a delimitar el campo entre aquellos que "saben" embarrarse en la política, y los ingenuos que no entienden nada, que nunca jugarán en primera porque no están dispuestos a entregar lo que sea necesario para avanzar medio casillero. Claro, cómo no comprender a los genios que saben todo, que no se ruborizan en modificar el discurso al aire, que no se inmutan a la hora de abrir las puertas y de otorgarles legitimidad a personajes que nunca en su vida defendieron otra cosa más que su interés y la ganancia de sus patrones. Claro, no es tan difícil de entender a los caballeros del "mal menor", a esos pragmáticos que defienden una idea de construcción política de espaldas a la gente.

Cómo pudimos ser tan ingenuos. Cómo no aplaudimos el ilusionismo de estos magos, que van y vienen de una vereda a la otra, que moldean las dudas y los temores de sus seguidores porque todo es justificable, que bajan línea para sus rentados de micrófono y se burlan de la coherencia, de los principios, de las convicciones.

Después están los otros, los que miran con la ñata contra el vidrio el show de la politiquería, los que no se venden ni negocian sus principios, los que se bancan la soledad política o la ausencia de una alternativa real que hoy nos permita participar de esa disputa, los que no tienen precio y no juegan el juego del que abraza a quien detesta. Los que se levantan cada mañana para ir a laburar, los que se inundan y pierden todo y vuelven a empezar, los que miran con desconfianza a los conversos, los que se bancan solitos los palos de los uniformados, los que pelean por un sueño difuso, lejano todavía, que no se venda, que no transe, que defienda a los trabajadores, a los estudiantes, a los vecinos, que sepulte en el basurero de la historia a los hipócritas del "mal menor" y a los tahúres que hoy, todos los días, vienen a explicarnos de qué se trata hacer política en serio.


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CATORCE

Parece mentira, pero pasaron catorce años de la primera edición de nuestra revista. Y si mirar tan atrás en el tiempo da vértigo, quizá convenga entonces pensar para adelante, aprovechar lo batallado para mejorar, para pegar otros zarpazos, para llegar más lejos y visitar nuevos lectores, para seguir buscando ese encuentro extraño entre los ojos de un curioso y estas palabras amontonadas en papel. Quizá entonces tenga sentido festejar lo caminado, sólo si pensamos en persistir, en nunca resignarse ni bajar los brazos, en saber gambetear a vivos y berretas que se asoman cada tanto, en tener la habilidad para nunca caer en el abismo del sectarismo o en la telaraña del que se las sabe todas. Porque si hay un mérito en este proyecto, seguro está en esa idea de pensarse siempre en construcción, saberse incompletos, asumir que faltan cosas y que hay que salir a buscarlas. Y en eso estamos, apilando de nuevo para salir a la calle, visitar a los canillas amigos, poner una mesa en cualquier feria, viajar en micro y en tren rumbo a la mochila de los amigos, invadir algunos minutos para provocar y abrir el juego, para pensar y ayudar a pensar, para seguir armando, como desde hace catorce años, esta historia en construcción.

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Sudestada

El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.