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Editorial 1

La política es otra cosa

Han transformado a la política en eso. Eso, banal, absurdo, falaz. Ese show de caretas que transmite la televisión en vivo. No es de extrañar, dirán algunos, ante un fenómeno de alcance global: candidatos inventados por grandes medios

Han transformado a la política en eso. Eso, banal, absurdo, falaz. Ese show de caretas que transmite la televisión en vivo. No es de extrañar, dirán algunos, ante un fenómeno de alcance global: candidatos inventados por grandes medios, discusiones ausentes, ideas huecas, apenas los bordes de una cáscara. No sorprende, es la verdad, en el caso de los partidos tradicionales de la derecha (aun los travestidos, los indefinidos, los desideologizados que hoy cambian siglas), que siempre tienen más para ocultar que para mostrar. Por eso desarrollan este juego de apellidos que van y vienen, personajes que un día defienden con ardor su trinchera y a la semana nomás, se cruzan de vereda y repudian con el mismo énfasis todo aquello que representaban. No sorprende tampoco en el caso del partido gobernante, que dibuja candidatos cortados por la misma tijera, esos que se acomodan con flexibilidad a la lógica de un aparato que exige continuidad a cualquier precio, aun al precio de subordinarse a las exigencias del discurso del adversario, a tal punto de no diferenciarse en nada del rival de turno. Ahí quedan en el aire sectores que no entienden por qué los que legitiman la burocracia sindical, la mafia policial, la extorsión patronal, hoy tengan que aparecer en sus banderas, y que haya que practicar la gimnasia de la hipocresía para no perder soldados por el camino.

Lo extraño, en todo caso, es el presente de la izquierda tradicional. Ahí tienen su prensa orgánica, lista y armada para la batalla... contra sus aliados. La unidad como artificio a la hora de imprimir boletas; el resto del tiempo la confrontación es la constante, la animosidad en cada página de los medios construidos con tanto esfuerzo de mucha militancia anónima. Como si la lógica frentista representara el mal menor, esa incómoda necesidad que impide confluir en nada, más allá de la avidez por juntar los votos. Divididos en la acción, aprovechando cualquier debilidad del aliado para desnudar sus limitaciones, pero juntos por conveniencia en las boletas. También llama la atención la tozudez de la llamada izquierda independiente en persistir en el error de la fragmentación, en no terminar de comprender la necesidad histórica de una mirada amplia y una estrategia unitaria, que vaya más allá de sumar uno o dos por ciento a la hora del recuento. En este sector también, la mirada estrecha y el sectarismo conspiran contra valiosos intentos por construir, de cara a la gente, una alternativa real, de izquierda y socialista que intervenga en la política con un papel protagónico, que permita ir puliendo las distancias entre aliados para transformarlos en compañeros de un mismo camino. La política no es la rosca para acomodar una ficha propia antes que la ajena, no es la maniobra astuta para llegar primero y ganar posiciones, no es resignar las ideas en virtud de un proyecto lo más diluido posible en términos ideológicos para "no dejar afuera a nadie". La política es otra cosa, y el tema electoral es apenas un relieve; apenas un episodio más que puede aprovecharse para confrontar ideas y ponerlas en cuestión frente a la realidad, pero que de ningún modo determina la historia que cada fuerza política construya de cara al futuro

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El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.