El intelectual marxista de 86 años acaba de publicar su biografía, Militante crítico, una vida de luchas sin concesiones. En esta entrevista se detiene en algunos tramos de su pasado político, pero también cuestiona el devenir de las fuerzas marxistas, polemiza con el trotskismo y se anima a esbozar un esquema de nueva organización para América Latina.
"Recuerdo que fui a defender el local del Partido Socialista en el caso de una agresión. Estaba absolutamente solo con un revolver que tenía dos balas. La multitud venía subiendo desde Retiro hasta Plaza de Mayo. Yo pensaba 'si estos revientan la cortina metálica qué hago. No les puedo tirar sin razón ¿Qué diablos estoy haciendo aquí?'. Eso fue lo que me despertó", recuerda Guillermo Almeyra, sobre aquel inolvidable 17 de octubre de 1945, el día en que todo cambió. Cuando repasa su vida militante, Almeyra da cuenta de su paso por el Partido Socialista (PS) y, luego de que lo expulsaran, de su incorporación al Movimiento Obrero Revolucionario (MOR). Pero más allá de ejercitar el músculo de la memoria en su libro Militante crítico, una vida de luchas sin concesiones, el extenso recorrido militante permite ir conociendo debates y polémicas a lo largo de un espinoso camino rumbo a la todavía pendiente revolución.
-¿Tu crisis tuvo que ver con la irrupción del peronismo como un fenómeno nuevo?
-Ese 17 de octubre yo me preguntaba: "¿Qué mueve a toda esta gente a apoyar este movimiento? ¿Cuál es la razón de que el PS, que habla de los trabajadores, que dirigía la mayoría de los sindicatos, se ponga en la vereda de enfrente?". Para mí, había que diferenciar entre la voluntad de cambio social, de justicia, de conquistas salariales y culturales de los trabajadores. "Sin galera, sin bastón, somos todos de Perón", era una clase de rechazo al modo de vestir de los varones de la oligarquía. En el PS se vestían como la oligarquía. La clase media trataba de imitar a la oligarquía que trataba de imitar a los ingleses, y los obreros trataban de imitar a la clase media y usaban sombrero también y su mejor traje de domingo, porque la cultura era la clase dominante. Cuando llegó la gran inmigración, italiana sobre todo, algunos venían descalzos, eran muy pobres. Un millón de italianos, de repente, en un país con un millón cuatrocientos mil habitantes. Desapareció la corbata, la gente se empezó a sacar el saco, perdió el sombrero porque vinieron otras costumbres que los liberaron. En el interior era distinto: ¿quién iba a usar corbata en un cañaveral?
-¿Te hiciste obrero por militancia o por necesidad?
-No, fue parte de mi militancia. Porque cuando quedé como secretario en el MOR, pensé: "¿Qué sentido tiene estar en un grupo que es la reproducción del PS, o sea, de la pequeña burguesía?". Entonces me fui a Avellaneda y me metí en una fábrica de aceite, donde me eligieron delegado y aprendí bastante discutiendo con ellos y conociendo las razones de su peronismo. El movimiento peronista era un movimiento de base obrera con ideología burguesa y con una dirección burguesa, nacionalista reaccionaria. Esa base obrera tenía detrás de sí tradiciones anarquistas y socialistas, sobre todo. No había desaparecido eso. A los comunistas no les tenían respeto porque habían roto huelgas por las posiciones de sus partidos. Por eso fue tan fácil hacer un sindicato masivo de la carne dejando de lado a los comunistas.
Por otra parte, los obreros peronistas seguían al peronismo pero no seguían cada una de las cosas que decía Perón, y mucho menos a sus ministros. El partido peronista no existía. La gente usaba su sindicato para pesar sobre Perón y obtener algunas cosas, o para presionar, a pesar del antiobrerismo de Evita y de Perón mismo. Esa contradicción era permanente, y algunos trotskistas no la veían. Nosotros veíamos que eso era lo principal, pero no cómo desarrollarlo. No veíamos que no basta echar a la burocracia del sindicato, no basta desarrollar la democracia... todo el mundo está de acuerdo con eso. No basta conseguir nuevas conquistas, hay que buscar una solución de poder, construir poder. Pero como no lo veíamos, hacíamos política obrerista, clasista. No había un lazo entre la experiencia práctica y la lucha sindical o democrática en el sindicato y la sociedad incluso, por la vuelta de Perón y la libertad a los presos; y la construcción de una conciencia socialista.
(La nota completa en la Sudestada N° 135 - diciembre de 2014)
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