Fandermole y Aguirre. "La producción independiente abrió el ejercicio de lo colectivo"

"Che, Fander, está medio flo­jo el pie del teclado", anuncia Carlos Negro Aguirre, la voz aguda y pequeña, y las palabras en el color de la madera de Jorge Fandermole activan la acción: "¿Querés una mano con eso, che?". En segundos, el pianista entrerriano y el poeta-cantautor santafesino, ambos de remera blanca, se agachan bajo las teclas, sobre el parquet lustrado, para ajustar el teclado Korg antes de ensayar. Fandermole empuña el destornillador, el Negro Aguirre va probando enchufes y los dos sonríen como niños antes de las canciones. "Dale, ¿quedó bien? ¿Con cuál canción arrancamos, Negro?".

Es 1º de mayo y el sol del mediodía roza los pies de ambos en el piso 16 de esta torre en la calle Salguero del barrio porteño de Palermo: Jorge Fandermole se calza la guitarra criolla, el rostro blanco cerca de la luz, y el Negro Aguirre mueve apenas su cuerpo enorme, digitando los dedos sobre el teclado antes de la música compartida y la charla en el íntimo feriado de los trabajadores. Comenzarán, sus voces, con el cadencioso y sincopado "Chamarrón de proa", y sigue el candombe "Aquí está la marcha". Dos de las nuevas -y hondas- canciones del disco doble Fander: su último y anhelado trabajo, hace ya nueve años, con temas inéditos y versiones de muchos de sus clásicos. Lo decidió editar (al igual que sus dos discos previos) por el sello independiente que Carlos Aguirre y el flautista Luis Barbiero llevan adelante desde veinte años atrás en Paraná, Entre Ríos, y que tiene un nombre que soñó (alguna vez) el violinista Ramiro Gallo: Shagrada Medra.

¿Qué es Fander? Un largo viaje de melodías y texturas, llevadas a una mezcla que da un salto respecto de sus discos anteriores. Y que el 7 de junio va a presentar en el Teatro Coliseo de Buenos Aires...

(La nota completa en la edición gráfica)