El artista argentino Julio Silva recibió a Sudestada en su departamento en el barrio de Montparnasse, en París. Es dibujante, pintor, diagramador, y fue un entrañable amigo de Julio Cortázar. Juntos pensaron y diseñaron La vuelta al día en ochenta mundos, Último round y Territorios, y editaron dos libros con textos de Cortázar y dibujos de Silva: Silvalandia y Los pinchajetas. Una entrevista que invita a un viaje mágico y misterioso por el universo gráfico de un artista con mucho para contar.
"¿De qué nos valdría enojarnos con las criaturas de Silvalandia? Son formas, colores y movimientos; a veces hablan, pero sobre todo se dejan mirar y se divierten. Son azules y blancas y se divierten. Aceptan sin protesta los nombres y las acciones que les imaginamos, pero viven por su cuenta una vida amarilla, violeta, verde y secreta. Y se divierten".
Julio Cortázar, Silvalandia
Una tarde en la que el sol entibia las veredas del Boulevard Brune, Julio Silva abre para Sudestada las puertas de Silvalandia: un universo poblado de dibujos, grabados, esculturas, máscaras, piezas arqueológicas de diversas culturas, pinceles, libros y plantas rodeando la vida cotidiana del pintor y de su compañera. Silva nació en Buenos Aires y a los 25 años se fue a París, de donde nunca regresó. Además de su inmensa obra plástica, trabajó como diagramador de libros entre los que se encuentran los de su tocayo, Julio Cortázar. Los dos Julios fueron muy amigos, compartieron la pasión por los libros, desde que se conocieron Silva diseñó las tapas de todas las obras de Cortázar y trabajaron juntos en la creación de La vuelta al día en ochenta mundos, Último round y Territorios. También editaron dos libros con textos de Cortázar y dibujos de Silva: Silvalandia y Los pinchajetas. "El trabajo que hicimos con Julio yo lo había realizado ya con otros artistas, usando otros elementos. Él se quejaba un poco de la manera en que imprimían sus libros y yo modestamente me ofrecí. Entonces vio las cosas que hacía y dijo: ‘¿Por qué no?'", recuerda Silva, que además vivió un tiempo en la casa de campo que tenía Cortázar, y la correspondencia entre ambos, donde el escritor llamaba Patrón al pintor, da cuenta del afecto y el entusiasmo creativo que los unía. Cuando falleció Carol Dunlop, la tercera esposa de Cortázar, este le pidió a Silva que hiciera una escultura -basada en un dibujo de Silvalandia- que sigue estando sobre la tumba que alberga a la pareja en el cementerio de Montparnasse.
Pero la historia de Julio Silva comenzó mucho antes de que conociera a Cortázar, y si abrió las puertas de su mundo, lo mejor es entrar en él.
-¿Cómo empezó su camino en la pintura...?
(La nota completa en la edición gráfica)
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