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Una historia de la guerrilla en Bolivia

Los detonadores del Che

El Che Guevara no estuvo solo en la selva boliviana. Un puñado de valientes guerrilleros lo acompañó en aquella aventura y compartió con él su objetivo revolucionario. Uno de ellos era peruano, Juan Pablo Chang. El Chino, que pasaba por la columna para irradiar el modelo guerrillero en su país, se terminó quedando al lado del Che hasta el final de esta historia. Además, opinan investigadores de la huella del Che: Daniel De Santis, Norberto Forgione y María del Carmen Garcés.

¿Qué empuja al último hombre de la columna nocturna? En la marcha, apenas el ruido de la hojarasca reseca por el barro al paso de los guerrilleros, el gemido de los agotados caminantes cargados de mochilas y fusiles, sucios de hambre, un cansancio que de a ratos se hace sueño o pesadilla y un silbido de voz afónica que organiza, el halo de luz de una linterna que encabeza la fila, y una soga. Una soga que sostiene un compañero, mientras en el otro extremo el Chino se aferra a ella como un náufrago a la tabla. Con sus lentes destruidos, la noche es un abismo para su miopía. Avanza en el vacío, el Chino, sin ver más que sombras. Tropieza, se incorpora, camina aferrado a esa soga que, en el negro de sus ojos, es lo único que lo mantiene unido a la columna. La marcha se demora por sus dificultades, el Chino disimula su desesperación, oculta la pesadumbre de saberse un obstáculo para avanzar más rápido, para escapar del cerco militar. Y en el apuro por no perder a los demás, trastabilla y cae. Una y otra vez. Cae, manotea la soga, la encuentra, se levanta y sigue. No está solo: los compañeros lo esperan, el Che vigila paciente sus torpes movimientos, frena la marcha. "El camino de noche ha sido como caminar en el infierno, espinas en el suelo que por andar en abarcas se nos clavan en los pies y piernas, ha sido terrible. Sólo la voz de Fernando [apodo del Che avanzada la guerrilla en Bolivia] hace que la gente camine. La guerrilla es lenta por hombres como el Chino", describe Pombo. Horas después, en su diario de campaña fechado el 7 de octubre de 1967, el Che anotará: "A las 22 iniciamos una fatigosa marcha nocturna demorada por el Chino, que camina muy mal en la oscuridad".

Desesperado, el Chino se pone de pie, y sigue andando. Apenas escucha el susurro del Che, una palabra de aliento, y no necesita más para no dejarse vencer. Una sustancia indefinida llamada voluntad, llamada conciencia, le permite seguir adelante, avanzando en la penumbra de sus ojos húmedos. Sólo las imágenes de tiempos pasados surgen nítidas en la memoria del Chino. Las manos en la soga, los pies en el barro, el silencio, el jadeo asmático del Che, los sonidos vacíos de la noche, y el cerco que se estrecha tras sus pasos lentos.

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada)

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Autor

Hugo Montero

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