Tras la huella del Cuchi Leguizamón, en 2013 se juntaron en un dúo de nombre enigmático: Será Arrebol. La cantante catamarqueña Nadia Larcher y el guitarrista, cantante y compositor porteño Nacho Vidal, abordan muchas de las cautivantes canciones de aquél. Junto a Sudestada, repasan sus historias y el fuego que decidieron reunir en el dúo: desde el folklore a otros universos posibles.
Silba el viento sobre el techo de La Casa del Árbol, un espacio cultural bien cerca de Juan B. Justo y Avenida Santa Fe. Es la noche del sábado 12 de abril y el fin de la lluvia tornó de frío la calle, el aire, el living con el árbol pintado: una invocación espectral a la comunión con la otredad, lejos del cemento sin luz. Del otro de la puerta, en la cálida sala con tenues luces rojizas y banderines de colores de pared a pared, vuelve el silencio. Ya finalizó su set la refinada cantautora y guitarrista Agostina Elzegbe, nacida en Olavarría y, delante, comenzará un diálogo misterioso. La reunión del origen y el vuelo de los ritmos de aquí con las sonoridades futuras: apenas una guitarra, dos voces y el viento.
Él nació en Buenos Aires en 1981. Es calvo, alto y macizo; y si la barba oscura sin bigote le da un aire de prócer a su rostro, Ignacio Vidal Chedufau sonríe sin tensión (ni solemnidad) junto a la catamarqueña Nadia Larcher. Ella, clase 86, es pequeña y de cabello negro, lacio, espeso, y en sus mejillas anchas, al devolver el gesto de él, aparecerán a media luz los rasgos de la niñez. Los ecos de su Andalgalá natal, donde se volvieron amigos en 2005, tras haber confluido en la capital catamarqueña -sin saber el uno del otro- para escuchar el recital de regreso del Dúo Salteño: las míticas voces del Cuchi Leguizamón.
En Andalgalá, Nacho Vidal (así lo llaman todos) y Nadia Larcher compartirían los primeros toques de a dos: las zambas del Cuchi, claro. En aquella ciudad-pueblo en conflicto por la megaminería contaminante a cielo abierto; una comunidad a la que Nacho Vidal le dedicó -quizá como un remanso- "Andalgalá", un aire de zamba que ahora cantan en La Casa del Árbol, mientras el viento silba sobre el techo: "Montado al viento llegué a Andalgalá, y estaba ahí, eso que el aire me sabe decir. Niña dormida hecha flor, ya tierra soy, abrázame y que la tarde me lleve con vos".
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada)
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