Buscar

Editorial 1

Gajes de un (muy serio) capitalismo

Último momento. Se habría revelado una novedad extraordinaria: las corporaciones especulan, los empresarios sólo se preocupan por multiplicar sus ganancias, la patria financiera juega a los dados con la moneda para sacar ventaja, los dueños del agronegocio pretenden seguir expandiendo sus fronteras, los saqueadores de recursos naturales no se detienen a revisar el daño ambiental que provocan, las multinacionales carecen de sensibilidad social y a los ambiciosos industriales no les suena el término "equidad". Escuchar una y otra vez a los medios orgánicos al proyecto de gobierno es un ejercicio tan necesario como extraño: protestan, reclaman, se quejan. Al parecer, después de meticulosas investigaciones de campo, han descubierto ciertos gajes de ese "capitalismo en serio" que anhelan como máximo objetivo ideológico. Vaya sorpresa se han llevado los punteros del aparato, que recién nomás llegaron a posiciones de gobierno. Claro que a la hora de explicar las razones de una devaluación que perjudica directamente el bolsillo de los trabajadores, prefieren cambiar de tema y denunciar enfáticamente a los formadores de precios. Todo parece indicar que el secreto del éxito para un plan económico radica en el espíritu solidario y asistencial de la burguesía. La contraparte necesaria para el triunfo del brillante plan engendrado por los cráneos del modelo es que los millones de trabajadores que han visto pulverizado su salario con la escalada inflacionaria comprendan que ahora no se les puede exigir demasiado a los señores patrones, ni mucho menos inquietar con exigencias desmedidas a los empleados cumplidores de la burocracia sindical. Es que se trata de un momento delicado, pero todo puede solucionarse con la buena voluntad de un puñado de especuladores y explotadores, y la comprensión paciente de millones de explotados y oprimidos en todo el país. Nada más sencillo que apostar a la conciliación entre estos sectores para ganarse la llave hacia un futuro venturoso, donde la retórica alcance para cargar la Sube cada tanto y los anuncios de campaña permitan acomodarse cómodamente en los vagones del Roca y del Sarmiento para llegar al trabajo sano y salvo.

¿Cómo es que después de varios siglos de capitalismo no fuimos capaces de advertir tamaña maravilla? ¿Quién puede entender a esos agitadores en los barrios que exigen y reclaman, que provocan y movilizan, que pelean y resisten, que se bancan los palos y no se resignan? ¿Es que no entienden que es posible soñar con un capitalismo con rostro humano, donde los especuladores y los explotadores se den la mano y apuesten por el desarrollo de la educación y la salud de los excluidos? ¿Qué pretenden esos jóvenes lectores de Guevara y de Mariátegui, esos que levantan las banderas de Walsh y de Santucho? ¿Es que acaso es tan difícil percatarse de que la salida a todos los problemas consiste en reforzar la presencia policial en las calles, silenciar los casos de gatillo fácil, mirar para otro lado ante la denuncia de torturas en comisarías o negar enfáticamente que la institución uniformada es la responsable del entramado del negocio ilegal? Por esa misma razón, la causa del crecimiento del narcotráfico en la Argentina no se debe al papel policial como contralor y distribuidor de drogas, sino a la codicia de un grupo de inversores extranjeros que viene a sacar tajada de un negocio que recién está comenzando en estas tierras.

Qué ingenuos que fuimos todos estos años, que enorme confusión tenemos todavía. Las cosas que uno se entera mirando la tele...

Comentarios

Sudestada
Autor

Sudestada

El colectivo de Revista Sudestada esta integrado por Ignacio Portela, Hugo Montero, Walter Marini, Leandro Albani, Martín Latorraca, Pablo Fernández y Repo Bandini.