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Entrevista con Juan Sasturain

"Escribir una novela es meterse en un quilombo"

El enigma de un bañero legendario que una tarde se pierde en las aguas marplatenses le permite a Juan Sasturain armar una novela marcada por personajes entrañables y por un ambiente sórdido y desconocido: esa "Ciudad Feliz" que los turistas nunca ven. En Dudoso Noriega, el escritor retoma un estilo aventurero y divertido para diseñar una historia donde mezcla el policial con el relato oral. Además, en esta entrevista explica las razones de la publicación de Breccia, el Viejo, un extenso diálogo con el ilustrador de Mort Cinder, y adelanta su próximo proyecto.

"Sabía como nadie leer el mar", define el narrador. Se refiere a Salvador Dudoso Noriega, protagonista excluyente de la última novela de Juan Sasturain. En ella, un enigma persigue al mejor bañero que haya pisado jamás las arenas de Mar del Plata. Es que el Dudoso es diferente del resto de sus colegas, lo acompaña la leyenda épica de sus trece rescates durante el mismo sábado y su sabiduría casi oriental, como cuando anticipa el estado de ánimo del mar con tan solo semblantear el horizonte ("El mar es como un viejo que está casi siempre dormido pero al que no hay que romperle las bolas", sentencia), o como cuando grafica las singularidades de un oficio de riesgo: "Cabe desconfiar del bañero -como del referí o del cana- que toca mucho pito o se la pasa ahí arriba. En general, se sube para que lo vean, porque lo que tiene que ver él está ahí, a ras de la arena, como el técnico del fútbol". La sabiduría de Noriega alcanza límites insospechados, por ejemplo, cuando grafica las cuatro maneras de ahogarse (por accidente, por tarado, por engrupido y esos otros, los temidos suicidas), y defiende al extremo su máxima, la de que el mejor bañero es el que no necesita entrar al agua: "Al posible ahogado, al ahogable digamos, se lo reconoce al entrar al agua. Incluso antes". Claro que el oficio cuenta además con una potente carga mitológica, como el tema del levante, pero el Dudoso defiende códigos ancestrales ("El bañero siempre ha tenido que saber que una cosa es una mina de sombrilla, o más todavía, una orillera digamos, y que otra es la mina de carpa"), y no descansa en graficar el paso del tiempo reflejado en el modo en que se queman las minas que toman sol: "Las viejas mallas de dos piezas de los cincuenta, anteriores al bikini, tenían mucha tela y te dejaban a la mina a franjas, como si tuvieran puesta la camiseta de Boca".

Pero detrás de la historia, se asoma apenas una Mar del Plata oculta, ajena a los ojos del turista aluvional, marcada por ambientes sombríos como el cine, el cabaret y la periferia de la playa. En ese escenario emerge el gran misterio de la novela de Sasturain: la desaparición del bañero legendario en las tormentosas aguas de la Ciudad Feliz, ese inolvidable 1º de marzo de 1973.

"A diferencia de otras novelas, en esta dejé todo lo que aparecía porque no había una determinación de escritura previa, no había un lugar hacia donde la novela avanzara. Fui encontrando una dirección, pero a diferencia de otras historias más cerraditas, me gustó la posibilidad de seguir la historia de cada personaje. Como si se tratara de una larga conversación, al principio yo sentía que los personajes me contaban cosas. Eso se nota mucho al comienzo. Todo ese universo mitológico del inicio, el cine, el hotel, eso me encantó porque laburé a partir de la memoria emotiva: yo viví en Mar del Plata de chico", explica Sasturain, hacedor de una novela que contiene un universo de personajes entrañables, pero que al mismo tiempo propone mixturar elementos del policial con el color local, el humor y la vitalidad de un relato vibrante y divertido. En este diálogo con Sudestada, Sasturain también da cuenta de la salida del libro Breccia, el Viejo, que incluye un extenso diálogo con un referente ineludible de la historieta argentina -otra de las pasiones del autor de Dudoso Noriega-.

- El comienzo tiene algo muy atractivo: la mirada interior y detallista de un mundo que es a la vez cotidiano pero también ignorado por casi todos, como el de la playa; esa sabiduría del bañero que es más popular que profesional...

-Totalmente; hay como un subrayado de las formas de la cultura popular. Una cultura berreta llena de incertezas que también contiene grandes verdades, todas esas particularidades del autodidacta: se arma un mundo a partir de ciertos códigos que maneja, con los cuales intenta explicar algo, o por lo menos darle un sentido a su propia vida y tener un instrumento para explicar lo que pasa. Eso me gusta mucho, me he dado cuenta de que ya lo hice varias veces. El mismo Etchenike, después de todo, es un viejo jubilado que decide convertirse en detective. Algo de eso hay.

- Y la idea de que el bañero perfecto es el que no se mete al agua, el que advierte antes al presunto "ahogable"...

-Todo el mundo tiene una sabiduría empírica, no formalizada, pero que se actualiza constantemente en gestos. Con el tiempo uno se va poniendo cada vez más reactivo en cuanto a la teoría, a la formalización, en cuanto a ponerle nombre a las cosas que son o teorizar sobre eso. Yo no reniego de la formación -sería un necio ignorante si lo hiciera-, lo que quiero decir es que muchas veces la teoría, el desarrollo formal y nominalista, enmascara formas de acceso mucho más directas, inmediatas y claras. Hay una etapa que tiene que ver con la juventud, con el snobismo, con la necesidad de autoafirmación, con esos saberes... pero en algún momento hay que pegarle una patada en el culo a ese tipo de cosas y escribir sin mirar a los costados, sin atender la posible recepción, no trabajar a partir de la moda o el molde; son etapas. Todos los que escribimos queremos que la gente nos lea, que le guste, que ideológicamente se justifique y nos justifique, y que además críticamente la considere buena. Queremos todas esas cosas: que a nuestra novela la trate bien Clarín, que la academia considere que a pesar de ser tan populistas somos buenos escritores, queremos tener todos los lectores que tenía el Gordo Soriano pero que nadie te putee como lo puteaban a él, queremos ser tan queridos como el Negro Fontanarrosa y a la vez ser bibliografía obligatoria en una cátedra. Queremos todo, y está bien.

(La nota completa en Sudestada N° 126 - marzo 2014)

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Autor

Hugo Montero