Narcos azules

Si bien lejos todavía del nivel de confrontación extrema que generó en Colombia en los años ochenta y el que se padece hoy en México, el problema del narcotráfico sigue quemando etapas en nuestro país. Por ahora, se trata de un fenómeno que avanza en la penumbra, donde apenas el rol visible de los transas en los barrios se hace relieve en plena sombra. Lejos de las luces de la política y de la atención mediática, se sigue eligiendo ignorar el papel protagónico de la policía en el tráfico de drogas, como también en otros delitos laterales. Sin embargo, ya no quedan dudas con respecto al vital rol de los uniformados en la estructura a nivel nacional y en la logística del negocio ilegal más rentable del futuro próximo. En las barriadas, mientras tanto, el fenómeno crece y se asume como una compleja red en la que quedan entrampados jóvenes de escasos recursos y menos alternativas; apenas el eslabón más débil en una larga cadena de complicidades unánimes e indiferencias necesarias. Colombia y México resultan dinámicas incomparables, pero bien pueden permitir abrir los ojos a un conflicto del que recién estamos asistiendo a sus primeros compases. Que lo sepan aquellos indignados vecinos del privilegio, esos que a­nhelan un país de uniformados en todas las esquinas.