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Tierra adentro

Crónica de un magnicidio

El gobierno de Juan Manuel Irrazábal y César Napoleón Ayrault fue el más progresista y popular que conoció la joven historia política de la provincia de Misiones. Pero duró apenas 190 días: el 30 de noviembre de 1973, un atentado aéreo que en principio los familiares atribuyen a la organización terrorista de ultraderecha Triple A, acabó con la efímera primavera.

A las 20.32 del viernes 30 de noviembre de 1973, una explosión enrojece el cielo de Puerto Iguazú. "¡Tengo fuego en la cabina!", oye el radioperador de la torre de control del Aeropuerto Cataratas. Serán las últimas palabras de Jorge Antonio Pirovani, piloto del avión Beechcraft-Queen-Air, en el que viajan nada menos que el gobernador de Misiones Juan Manuel Irrazábal y el Vicegobernador César Napoleón Ayrault, junto con sus esposas y la hija del primero.

Luego, una bola de fuego cae al vacío. Y una segunda explosión: el impacto con el suelo. Se declara la emergencia y de inmediato comienza el operativo de búsqueda. Vecinos y personal de seguridad forman comisiones y avanzan hasta la cabecera de la pista de aterrizaje y los montes cercanos.

A las 21 un helicóptero de la Provincia despega con la orden de localizar la nave siniestrada. Ya es de noche. Desde el aire, el piloto visualiza fuego en medio de la selva, en un perímetro aproximado de cincuenta metros, en el Puerto Península. Minutos después regresa. Comunica que se ha quedado sin combustible y asegura que el humo le impidió ubicar con exactitud el lugar.

Por tierra la búsqueda es infructuosa. Con el amanecer del 1 de diciembre se encuentra el avión gubernamental. Sus pedazos están diseminados en una zona alta, similar a un cerro, en medio de palmeras y árboles frondosos. A solo mil quinientos metros de allí pasa la nueva ruta nacional 12. Las coordenadas, sin dudas, condujeron al camino más largo y difícil.

El primero en llegar es el Comisario Principal de Puerto Iguazú, Pedro Abdón Fernández. La escena es desoladora: un inmenso árbol de guayubira se incendia entre los hierros retorcidos y ardientes de la nave, convertida en trozos de lata.

En el suelo, cinco cuerpos yacen inertes. Son los restos ya sin vida del gobernador Juan Manuel Irrazábal, su esposa Susana Claro de Irrazábal, el vicegobernador César Napoleón Ayrault, su esposa Ofelia Ruiz de Ayrault, y el piloto Jorge Antonio Pirovani.

Entre el humo, el fuego y el olor a muerte, se levanta una sobreviviente. María Susana Irrazábal, hija del primer mandatario, está en completo estado de shock, con graves quemaduras en diferentes partes del cuerpo.

Se abre una picada en el monte. A toda velocidad, la joven es llevada en una camilla improvisada con tacuaras y prendas hasta la ambulancia que aguarda a la vera de la ruta. De ahí la trasladan hasta un sanatorio de la Capital provincial, y finalmente horas después es derivada al Instituto del Quemado, en Buenos Aires, donde morirá misteriosamente dos meses después.

"Nos soltaron las manos"

La versión oficial, "accidente", generó desconfianza desde el primer momento. Cuando los familiares de las víctimas buscaron explicaciones, las puertas se les cerraron. La primera en movilizarse fue Estela María Oria, Negrita, viuda del piloto Pirovani.

En 2003, justo treinta años después de la tragedia, dos de las hijas del exvicegobernador, María Beatriz Eugenia (Maia) y Amelia Eloisa (Mela) Ayrault, empezaron a intercambiar y anotar recuerdos propios. Apuntaron comentarios, conversaciones, situaciones. Releyeron cartas y comenzaron a escribir: un cuaderno, dos. "Cuando llegamos a los tres cuadernos comenzamos a hablar con otras personas, del peronismo, del MID, gente que había estado ahí, en todo ese meollo", señaló Maia.

Luego de repasar sus memorias, las hermanas Ayrault elaboraron una nota tipo que enviaron a las policías Provincial y Federal, Gendarmería, Prefectura, la Dirección Aeronáutica y la Fuerza Aérea. Consultaban a esas fuerzas, como hijas del exvicegobernador, sobre si tenían registros o antecedentes del siniestro aéreo de 1973. "Y cuando empezaron a llegar las respuestas, nos sorprendió que nadie tenía nada. No había registros", contó Maia.

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 114 - noviembre 2012)

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Sebastián Korol