Buscar

Baglieto y la trova rosarina

Para el lado de la sed

Había una vez un grupo de músicos con hambre y talento, una ciudad que se coloreó con sus canciones, un mundo de oídos abiertos que se enamoró de sus melodías y una discusión interminable, que perdura hasta hoy. Los caminos de la Trova rosarina, nuestra trova, ¿sinergia de múltiples caras o fachada publicitaria de una astucia disquera? Dos fenómenos analizados en una retrospectiva que busca dilucidar un tema recurrente en la historia del rock nacional: ¿cómo hacer canciones en un país de regreso, perdurar con poesía y no claudicar ante la industria

"Lo mío en ese momento no se dio tanto por méritos personales como por una situación política muy especial y porque había muy poca gente nueva en el rock apoyada como corresponde", decía Juan Carlos Baglietto a Clarín en junio de 1985, haciendo referencia a la guerra de Malvinas, y al oportuno télex que la casa central de EMI Odeón en Inglaterra remitió a sus oficinas de Buenos Aires, en el que aclaraba que la empresa se veía impedida de lanzar productos ingleses al mercado argentino y aconsejaba difundir artistas nacionales que expresaran el momento del país.

Quien la rebusca la tiene

Si hay un suceso que puede marcar el surgimiento de la denominada Trova Rosarina es el lanzamiento y promoción de Tiempos Difíciles, primer disco de Baglietto y su banda. El álbum llegaba al mercado en un momento clave, donde una figura como la del rosarino despertaría el interés de los medios porteños y del público. Si bien había sido grabado en la primavera del 81, sus canciones más representativas -"Era en abril", "La vida es una moneda" y "Mirta, de regreso"- ya eran conocidas y la prohibición del gobierno de no difundir música en inglés durante la guerra las proyectó de una manera inusitada. "Un hecho aconteció para dividir la historia en dos -dice Carlos Polimeni-, y fue esa mascarada de guerra pergeñada por la junta militar que tiñó al país de irrealidad por largos meses de 1982, año en que el disco inicial de Baglietto vendió buena parte de sus 100 mil ejemplares, tras ser editado muy oportunamente por una compañía que meses antes se lo había hecho grabar como una concesión". Claro que sería necio no reconocer que el rosarino tenía una trayectoria en la música, que había experimentado con múltiples formaciones musicales, aunque lo más trascendente fuera una banda llamada Irreal que, con algún éxito, realizó recitales en Rosario, Capital Federal y el interior del país. En su etapa rosarina conoció a quienes lo acompañarían durante toda su carrera como artista. Músicos y compositores de los más diversos orígenes musicales fueron encolumnándose detrás de este enérgico retacón que siempre andaba organizando cosas, como lo recuerda Rubén Goldin, uno de los integrantes de su banda y fundador de un mítico grupo rosarino: Pablo el Enterrador.

Entonces fue con la grabación de Tiempos Difíciles, a instancias de su manager, Julio Avegliano, que Baglietto cobró notoriedad y se consagró. Una portada original, tres buenas canciones y su particular carisma conformaron eso que los empresarios de compañías discográficas necesitan para hacer buenos negocios. Como lo expresa Octavio Getino en su libro Las Industrias Culturales en la Argentina: "Cada mercancía cultural tiene un valor de uso ligado a la personalidad de los creadores o trabajadores culturales que la han concebido. El papel del industrial consiste, principalmente, en transformar un valor de uso único y aleatorio, en uno de cambio múltiple y efectivo".
Acompañado en este caso por el escenario político, Tiempos Difíciles fue un producto muy coherente con el sentir popular argentino, que despertaba a una realidad nada grata a raíz del fracaso bélico. Había muertos y desaparecidos, había silencio amordazado y un desmadre económico que dejaba al gobierno de Galtieri en jaque, permitiendo así volver a hablar de democracia en una cautelosa pero convencida voz colectiva.

Esta voz había comenzado a proyectarse en un movimiento relativamente nuevo, donde los jóvenes (y algunos no tanto) encontraron una válvula de escape en medio de tanto control: el rock nacional. El peronismo había fundado la idea de lo popular multitudinario representado por los actos masivos en Plaza de Mayo como apropiación del espacio público. Pero, para los cazadores de brujas era uno de los principales focos subversivos que el terrorismo de estado debía anular de una vez y para siempre. Todo lo relacionado con ser joven se convertía en algo peligroso para la seguridad nacional.

Por ello es que, después del vacío, fue el rock nacional (y también el fútbol) lo que abrió el juego a la juventud como protagonista de una nueva historia. Ya sin ánimos ni deseos de transformar revolucionariamente la realidad, y sí con muchas ganas de decir y pedir que se diga, en esta entrada a escena de los jóvenes posdictadura, los medios masivos de comunicación y las empresas discográficas jugaron un papel muy importante porque otorgaron la posibilidad de difundir masivamente una cultura que se estaba gestando y con la cual estaban deseosos de lucrar. De Sui Generis a Riff, el rock nacional actuaba como catalizador de los ánimos juveniles y recreaba la fantasía de que no estaba todo perdido, que se podían decir cosas desde las letras, en los recitales. Lentamente se volvía con música y poesía de lo indecible, desde las sombras.

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 114 - noviembre 2012)

Comentarios

Autor

Diego Núñez de la Rosa