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Papeles amarillos

La maldición de Lugones

¿Fue Leopoldo Lugones el fundador de la maldición que aqueja a los intelectuales conversos argentinos, aquellos que trocan su pensamiento con el opuesto o que aceptan lo que antes era innegociable? ¿O se trata de un personaje que postulaba un socialismo revolucionario antes de 1900 pero que, en definitiva, nunca dejó de pertenecer al stablishment? Un recorrido por el decálogo utilizado tantas veces por quienes alguna vez soñaron con una sociedad más justa y se pasaron con todos sus bagajes al campo enemigo.

Las maldiciones, más allá del tono mágico que irradian, pueden simbolizar un destino, un legado colectivo de sino trágico como respuesta a la profanación, en sentido genérico, de una causa noble. Por ejemplo, la colaboración de Malinche con los conquistadores de su pueblo dio lugar a la leyenda de una maldición pues "En ese error entregamos/ la grandeza del pasado/ y en ese error nos quedamos/ trescientos años esclavos", como afirma la canción.

Pensemos en Leopoldo Lugones e imaginemos que desató otro mito, el de los que trocan su pensamiento con el opuesto o bien aceptan lo que antes era innegociable y que esa actitud se haya convertido en una herencia maldita para una porción considerable de los intelectuales argentinos. A tono con ello, nos preguntamos: ¿Cuál será el mecanismo interno que lleva a cambiar radicalmente de paradigma? A partir de sus cambios de posturas y de indagar cuál fue la opinión de sus contemporáneos, tomaremos el ejemplo de Lugones para desentrañar algunas razones.

Es cierto, lo de Lugones no fue repentino y en general suele no serlo. Cronológicamente, sus comienzos en el "socialismo revolucionario" se vieron reflejados en el periódico La Montaña (1897). Veamos su lenguaje libertario: "Protestamos de todo el orden social existente"... y en esa totalidad no dejaba nada al margen: "de la República, que es el paraíso de los mediocres y serviles; de la Religión, que ahorca las almas para pacificarlas; del Ejército, que es un cueva de esclavitud...; de la Patria, supremamente falsa porque es hija legítima del militarismo; del Estado, bajo cuya presión debemos moldearnos como las fichas de una casa de juego; de la Familia, que es el poste de la esclavitud de la mujer. Contra todas esas mayúsculas del convencionalismo social, contra todas esas cadenas protestamos nosotros que somos los encadenados". Con este tipo de proclamas, Lugones pontificaba en los cafés y círculos literarios. Pero con su trayectoria a la vista, hoy sabemos que lo suyo tenía más de acrobacia intelectual, más de escandalizador público que de compromiso anticapitalista.

Junto con José Ingenieros -y afín al Ariel de José E. Rodó-, concebía la mediocridad cultural como el enemigo principal, de allí su oposición tanto al Estado como a los políticos, reflejo de la vulgaridad burguesa. Pero si un intelectual se autoadjudica el rol de opositor principal del sistema, cree ocupar una centralidad tal que la necesidad de sostenerla y alimentarla lo obliga a tener una actuación al margen de las adhesiones ideológicas. Volveremos sobre ello porque, claro, todo esto huele a presente.

Las ideas que desplegó Lugones durante la primera década, tanto en sus loas a Roca como a los fastos del primer centenario, merecieron las primeras críticas, especialmente de La Vanguardia, órgano del Partido Socialista que lo expulsa de sus filas. A fuerza de su poesía y su narrativa, había comenzado a ocupar el centro del escenario literario argentino y todo atajo que condujera a mantener ese plano era bienvenido, aun a costa de ingresar en la masonería y apoyar la candidatura conservadora de Manuel Quintana. En la década siguiente, ambas esferas se yuxtaponen. El intelectual que interpreta el Martín Fierro ofrece a su vez en el gaucho un estereotipo de la Argentina sumisa y dócil que contrapone a la figura del inmigrante rojo, a la vez que fortalece el tipo de identidad que impone la oligarquía desde el Estado. Se trata de una visión estético-nacionalista en la que exalta los valores de la tradición latina, un basamento que estaba difundido en los círculos oficiales y que, por ejemplo, exteriorizaba Pedro Olegario Luro en sus giras por las llanuras pampeanas. Frente a esta armadura, entonces, Lugones se pronuncia contra una inmigración ("nuevos bárbaros", "plebe ultramarina") que la corroe.

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 114 - noviembre 2012)

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Autor

Jorge Etchenique